Opinión

Los sistemas agrícolas en la época de la pandemia.

A inicios de 1970 en mi ingreso al Centro de Botánica en el Colegio de Postgraduados, el profesor Efraín Hernández X., después de varios años de haber regresado de Sudamérica decidió crear el curso que desde entonces se llamó etnobotánica. En el curso fue grande mi sorpresa que la mayoría de los asistentes eran doctores que habían hecho sus estudios fundamentalmente en los Estados Unidos de América. Recuerdo las enriquecedoras intervenciones de alumnos como el Doctor Joaquín Ortiz Cereceres fundador del curso y del área de fisiotecnia tanto en el Colegio como en la Universidad Autónoma Chapingo, también sobresalían las experiencias que narraba el Doctor Molina, así como el Dr. Abel Muñoz, Víctor González entre otros.

Uno de los temas centrales fue el de analizar los sistemas agrícolas. Se revisaron las chinampas, la milpa, la agricultura de ladera, la agricultura extensiva de grandes insumos, etc., y lo más importante de la revisión fue la visita a los sitios donde se practicaban dichos sistemas, esos viajes conducidos por el propio profesor eran realmente una experiencia única, ya que él conocía muy bien los lugares y cuando llegábamos a los sitios las personas lo reconocían, así fuimos a Oaxaca, Veracruz, Puebla, Michoacán, etc. Una cosa quedó muy clara en mi memoria, un sistema es la integración de una serie de elementos de los que dispone el agricultor en su medio para poder producir sus alimentos para subsistir. El grupo de los sistemas agrícolas tradicionales eran muy diferentes a los sistemas extensivos de grandes insumos y maquinaria agrícola y por supuesto que la energía en los sistemas tradicionales era la mano del productor o campesino, en tanto que en el otro modelo la idea central era reducir al máximo la fuerza de trabajo humana utilizando maquinaria agrícola como el tractor, las cosechadoras, etc. En el actual periodo no se ha definido cómo vamos a atender la gran demanda de alimentos por los grupos sociales. Por supuesto que se nota una gran cantidad de opiniones que indican que hay que conservar el ambiente, que ya basta la contaminación de agua, suelo, ambiente, etc., que es urgente que no se deteriore más. En esta época donde estamos inmersos en un desiderátum por la pandemia, resulta que, prácticamente han desaparecido los campesinos que hacían los diferentes sistemas agrícolas a los que le llamó el maestro Hernández, agricultura tradicional, esto es 50 años después de su curso, no se podría realizar este tipo de cursos primero porque ya no están las personas que los desarrollaron, la gran inseguridad que prevalece en el país y también el gran abandono que hay de los sistemas agrícolas tradicionales. Una de las más sabias experiencias nos llevaba a considerar que teníamos que mantener en mente la idea de la conservación. En palabras de Hernández, la capacidad de producción de los sistemas agrícolas tradicionales era limitada. Resaltaba que no se podía abusar de los insumos que utilizaban los campesinos para producir sus alimentos, el cuidar el suelo, el agua, la semilla y sobre todo el respeto al ambiente era sin lugar a duda, lo que le permitió a la cultura maya, olmeca, etc., alcanzar los grandes niveles que se reseñan en la historia. En los años 70s el Doctor Abel Muñoz comentaba sobre el número de valles en la República Mexicana, donde se desarrolla la agricultura en las diferentes partes del país anotando las diferencias que hay en los Valles Centrales de Oaxaca, en comparación con los Valles de Michoacán, etc. México tiene un reto enorme: debe de proteger las pocas reservas que tiene de germoplasma e invertir apoyos financieros para su conservación.

Hace unos meses publiqué un libro que se llama las plantas de los libros sagrados de los mayas, que podría ser un modesto homenaje a lo que me enseñaron en el Colegio de Postgraduados por supuesto que en el citado libro anoto cuáles plantas le dieron a la cultura maya la solidez que le permitió alcanzar el nivel de conocimiento tan avanzado que se reporta. El juego de pelota fue realmente fundamental como producto del conocimiento de la flora circundante y dio a los habitantes de Mesoamérica una gran actividad ceremonial. Hace unos cuantos días en Inglaterra se creó un centro de investigación sobre cereales en la Universidad de Cambridge con la idea de proponer modelos que integren germoplasma ambiente para producir alimento. El reto no es fácil sobre todo para México, los bancos de germoplasma que existen en nuestro país son contados y con muy poco apoyo financiero. Mucho del maíz que se siembra es comprado a empresas extranjeras y ciertamente la falta de un banco nacional de gramíneas como en el Reino Unido no se ha procurado integrar. Hay bancos como el que tiene el CIMMYT o el INIFAP, que están haciendo un gran esfuerzo de proporcionar el plasma necesario para los diferentes agroecosistemas.

Qué sistemas agrícolas utilizaremos después de la pandemia porque no existe mucha experiencia sobre esto. Queda en el recuerdo que en 2017 cerca de Valladolid se creó una escuela específicamente para enseñar cursos de milpa. Los estudiantes podían llegar a dicho albergue, se les daba alimentación hospedaje y se les daban cursos de milpa. El Dr. Batllori y el Dr. Godoy impulsaron este gran centro que ha pasado a la historia como un esfuerzo académico más. Ojalá que podamos proponer modelos que den alternativas viables que los campesinos puedan aceptar, tal es el caso de integrar al sector forestal a la seguridad alimentaria. Esta idea tiene la ventaja de que los árboles producen semillas durante más de 40 años y tienen la gran fortaleza de que las semillas que producen son orgánicas, tal es el caso del árbol Ramón dominante en las más de cinco millones de hectáreas de selva que tenemos y que existe en casi todos los sitios arqueológicos del sureste mexicano.