Opinión

Lozoya al rescate

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Lozoya al rescate

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Se equivocan quienes piensan que Emilio Lozoya Austin, el grupo político que sirve y aquellos que mediante regios sobornos fueron cooptados para respaldar las reformas estructurales asumirán de manera pasiva, con resignación, su sometimiento a la justicia.

La estrategia del extraditado exdirector de Pemex ya ha sido develada. Apunta a no sólo conseguir su exoneración sino la de todos los involucrados en el saqueo a la petrolera, cometido no únicamente con fines políticos y electorales sino, sobre todo, de enriquecimiento personal.

El exfuncionario ya está en México, pero nada bueno augura su presencia, si uno se atiene a las premisas de defensa bosquejadas vía comunicadores a quienes les fue filtrada una carta entregada por su padre, Emilio Lozoya Thalman, al fiscal Alejandro Gertz Manero.

De acuerdo con la glosa hecha por los difusores de tal escrito, allanarse a la extradición no fue decisión voluntaria del presunto delincuente, sino resultado de “la amenaza de la Fiscalía”.

¿Cuál amenaza? “Profundizar las investigaciones y presiones” sobre las señoras Gilda Margarita Austin, Gilda Susana Lozoya y Marielle Helene Eckes, madre, hermana y esposa del indiciado, si éste “no aceptaba colaborar” con los planes del ente de procuración de justicia.

Planes que —según uno de estos voceros oficiosos— ni de lejos apuntan a dilucidar y castigar un caso de espesa y pestilente corrupción, sino que se inscriben en una “lógica político-electoral” del gobierno para lograr mayoría en la Cámara de Diputados y ganar gubernaturas.

¿Exégesis de la declaración de Lozoya o volada y elucubración de un periodista famoso porque, de modo recurrente, le apunta al cura y le pega al campanario? Es un enigma.

En todo caso, la interpretación que del regreso del capturado en Málaga se hace en diversos medios devela el plan de tumbar la investigación, alegando irregularidades procedimentales, violación de derechos humanos y hasta tortura.

Esto, debido a que supuestamente la negociación del gobierno con este pájaro de cuentas fue tan amplia “que incluso la carta al fiscal general la redactó al alimón con abogados de la Fiscalía”. Algo así como Tomás Zerón interrogando a El Cepillo.

La lectura que de aquel texto han hecho quienes han difundido retazos del mismo deja la impresión de que la justicia en la 4T está en manos de una punta de rufianes, capaces de las peores ruindades, no sólo de darle uso político a la justicia sino aun de inculpar inocentes.

Según estos emisarios, “el objetivo del gobierno no es el PRI sino el PAN”, específicamente algunos dirigentes como Ricardo Anaya. Y los testigos del imputado “son las piezas para construir un caso contra ellos”. Todo un “abanico de acusaciones contra culpables e inocentes”.

Los exégetas del escrito no han sido desmentidos. Lo cual da verosimilitud a los planes de defensa legal deslizados por el economista y abogado, con maestría en Administración Pública por la Universidad de Harvard, quien en 2012 fue distinguido como Joven Líder Global por el Foro Económico Mundial.

A decir de los analistas, propósitos electorales constituyen el meollo de la negociación de Lozoya, “quien será un instrumento político contra laoposición a cambio de la libertad de su familia y una justicia laxa contra él”.

Hay más. Por debajo de este mar de detritus están “los ajustes de cuentas y las amenazas de Gertz Manero y de Lozoya en contra de distintas personas”, entre quienes se cuentan actuales funcionarios gubernamentales y dirigentes de Morena.

Desde hace dos semanas algunos de los más obcecados críticos del presidente López Obrador han propalado versiones que, esencialmente, concuerdan con las citas profusas, textuales, entrecomilladas, que han levantado polvo en los últimos días.

Los oráculos han explicado que el brazo de la justicia podría alcanzar al mismísimo Enrique Peña Nieto y a por lo menos tres secretarios de Hacienda: Luis Videgaray, Ernesto Cordero, José Antonio Meade y José Antonio González Anaya.

Y a políticos, dirigentes partidistas y legisladores que vendieron caro influencia y votos para, primero, concertar el Pacto por México, y luego votar las reformas estructurales.

Se desconoce aún quiénes de entre este pelotón efectivamente recibieron dinero y hasta pudieron haber sido videograbados —a lo Carlos Ahumada— por el exdirector de Pemex, quien entregó a la Fiscalía una docena de videos con 18 horas de cochupos.

Es del dominio público, sin embargo, quiénes eran los que partían el queso en el ámbito político y el Congreso por aquellos años. Salvador Vega Casillas, Jorge Luis Lavalle, Raúl García Guzmán, Francisco Domínguez, Francisco García Cabeza de Vaca…

Además, Manlio Fabio Beltrones, Pablo Escudero, Miguel Barbosa, Luis Alberto Villarreal, Arturo Escobar, Juan Bueno Torio, Rubén Camarillo, y David Penchyna, entre muchos otros.

Todos ellos, probables émulos del Señor de las Ligas, que deben estar a punto del patatús, en espera de ver su imagen por televisión, embuchacándose morlacos a manos llenas. Porque, como diría Silvano Aureoles —otro sobresaliente legislador de aquel entonces—, “bajo este cielo azul, todo se sabe”.

Descrédito aparte, nada de qué preocuparse. Si hemos de creerles a los difusores de la carta estamos apenas ante el más grande chamuscadero de políticos, legisladores, empresarios y funcionarios; pero, nada más.

Las irregularidades que por boca de ganso ha denunciado Lozoya Austin, con relación a su proceso de detención y extradición, apuntan a que el caso se derrumbará como un castillo de naipes. A menos que la Fiscalía blinde el asunto y exija cuentas de las patrañas propaladas.

Los más conspicuos críticos del gobierno federal ya diseminaron la especie de que no estamos ante una batalla contra la corrupción, sino en el arranque de la temporada electoral y un mero espectáculo, útil para distraer al respetable ante los muchos fracasos de la 4T.

El show del pasado, bautizó la coyuntura el autoexiliado Carlos Loret de Mola, cuyo compañero de andanzas —por cierto—, Brozo, algo debe saber de videoescándalos…

“Yo no eduqué criminales”, le dijo Lozoya Thalman, hace varias semanas, a un acucioso periodista. Está por verse.

Los dichos del exdirector de Pemex con relación al caso Odebrecht y la compra a precio de oro de plantas chatarra, tendrán que ser investigados y corroborados antes de ser tomados como buenos.

No basta con que Lozoya pretenda ejercer de mamporrero con objeto de vulnerar a Videgaray y Peña Nieto, diciendo que la compra de Agronitrogenados la definieron éstos, no él, y que ellos cerraron el trato con Alonso Ancira.

Tampoco basta que haya dicho algo que hasta las piedras —menos el INE— saben con relación al funcionamiento de nuestro sistema electoral: que en el apuntalamiento de campañas rige el “tú me financias, yo te contrato”.

Según el extraditado, Peña Nieto y Videgaray “crearon un esquema de corrupción en el gobierno federal, en el cual el denominador era el siguiente: todas las personas que de cierto modo apoyaron la campaña presidencial tenían que ser remuneradas o compensadas.

“La forma como eran compensadas era dándoles contratos de proveeduría de insumos, contratos diversos, adquisición de empresas o inmuebles, para que estos se beneficiaran”. Suena bien, pero faltan pruebas.

Por ahora, lo único claro, a la luz de los dichos de voceros del nuevo huésped del Reclusorio Norte es que él y los suyos no se van a dejar capar parados. Lo veremos.

aureramos@cronica.com.mx