Opinión

Luis Spota hoy

Luis Spota hoy

Luis Spota hoy

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Tengo algunos recuerdos vagos de mi tocayo en televisión; pero en realidad llegué a él por sus novelas, ya adulto. Desde un principio me gustó y busqué leer lo más que pude de él, en una época en que sus libros no se reimprimían y no siempre se encontraban en las librerías de usado.

Años después, en una comida con un viejo y avezado político, cuando salieron las novelas de Spota en la charla de sobremesa, su respuesta fue emocionada “ahí estudiábamos la política quienes iniciamos en ella en los años setenta”.

No sé si lo que me dijo era verdad, pero la emoción que me transmitió parecía totalmente real. Y su afirmación me pareció verídica.

Spota es, en primer lugar, un novelista ágil. Sus libros se leen con facilidad, son de esos que atrapan y te invitan a desvelarte o a retrasar cualquier otra actividad hasta que los termines; creo que esto tiene que ver con dos virtudes: sus diálogos entretenidos y justos, así como el perfecto delineado de los personajes.

Como todo autor, a lo largo de los años es evidente que fue adquiriendo mayor maestría en su labor. Eso se nota, pero creo que ya desde sus primeras novelas demuestra las buenas hechuras de quien sabe tomar la pluma.

Donde alcanzó su fama, lo sabemos, fue en sus obras políticas. “La costumbre del poder”, saga que conjunta las novelas “Retrato hablado”, “Palabras mayores”, “Sobre la marcha”, “El primer día” y “La víspera del trueno” es, probablemente, lo más leído de don Luis. Y esto tiene sus razones.

Mas allá de la buena escritura, Spota dibuja sus personajes y sus anécdotas de manera que quien lo leía identificara los personajes de sus obras. Don Aurelio Gómez Anda es mucho Ruiz Cortines, Víctor Ávila Puig tiene también bastante de algunos expresidentes; pero esto sucede con casi todos sus personajes políticos.

Eso daba sabor a sus libros. Un poco el juego de identificar a quienes se estaba retratando, y también el de adivinar los hechos y las figuras políticas menores. Pero esto cumplía una función importante en la época, servir de canal para comunicar algunos secretos y entretelones de los actos de gobierno, más allá de las gacetas oficiales.

No todo se podía decir en aquellas épocas, en los años setenta del siglo pasado, así que Spota siguió, tal vez sin saber, el dictum borgiano de que las cosas se deben decir de manera indirecta; sus libros posiblemente eran eso, un conjunto de verdades a medias, cuchicheadas en voz baja al teléfono o entre la plática de café; pero también de interpretaciones y de productos meramente de la imaginación.

Es cierto, tal vez su obra era adecuada para que políticos bisoños tomaran nota de algunas reglas básicas del sistema político de la época, aunque no estoy seguro de que su finalidad hubiera sido didáctica.

Hoy, en el 2021, ¿sigue siendo relevante leer a Luis Spota? Cosa que ya es más fácil porque sus obras se han vuelto a publicar; y que respondo con un sí categórico.

Spota, visto como escritor, es amable y divertido, ya lo dije. Pero mantiene desde luego otras lecturas; por un lado, es una estupenda puerta para asomarnos a una forma de hacer política que privó en México entre los años 1940-1980, en ese sentido, permite conocer ciertas costumbres, maneras, mañas pues, que se estilaban en la política real.

También puede leerse como un reflejo de cierta sociedad política-económica de su tiempo. Así como la “Familia Burrón” es el retrato urbano, Spota es también la instantánea de cierta clase política, y de la económica que la rodeaba.

Como reflejo de las ambiciones políticas, de los riesgos de esa profesión, de las acciones que en ocasiones exige, las novelas de mi tocayo tienen plena vigencia. Tal vez hoy ningún candidato viaje en tren, y ya no se use el teletipo, pero si algo tenemos claro desde los autores griegos, es que las pasiones humanas son las mismas, así que en eso nada de vigencia ha perdido la obra spotiana.

Han pasado muchos años desde su obra magna, y podemos pensar que vivimos en otro México muy distinto; pero repasar las obras de este maestro de la literatura política, nos permite reflexionar qué tanto hemos cambiado, y que tanto seguimos siendo la sociedad que su personaje, ese joven economista Ávila Puig, intentó gobernar.