Opinión

Luis Spota y El Heraldo de México

Luis Spota y El Heraldo de México

Luis Spota y El Heraldo de México

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Acaso esa última frase con la que cierra Días de poder entrañaba un temor al olvido frente a la fatal certeza de la extinción. Spota sabía que compuso una obra narrativa a despecho de los círculos literarios de su tiempo. El éxito abrumador de sus novelas era la cara opuesta del desdén con el que fue considerado por la crítica.

“Dicen que nunca más se volvió a saber de él”. No ocurrió así. Con los años su obra ha logrado reivindicarse por su valor histórico y literario: un edificio de 25 novelas. y una prolongada carrera periodística, que lo colocan como uno de los grandes observadores de la política mexicana del siglo XX.

La última etapa de Luis Spota como columnista político arrancó el mismo día que reapareció, en su segunda época, El Heraldo de México. El martes 9 de noviembre de 1965, en la primera plana de la edición de arranque del diario, comenzó a publicar la columna “Picaporte”, que por muchos años más habría de aparecer puntualmente de lunes a sábado, y a la que sólo renunció en los últimos meses que debió combatir al cáncer.

Elda Peralta nos recuerda en su biografía íntima de Spota que las seis entregas semanales de “Picaporte” las tecleaba en dos tandas, los jueves y los viernes por la mañana, al terminar el desayuno.

Luis Spota, el legendario “niño terrible de Bucareli”, que en su juventud se había labrado fama luego de que durante 43 días seguidos sus reportajes aparecieron en la primera plana de Excélsior, había regresado al periodismo diario en 1965, tras cinco años de ausencia, a invitación del empresario Ricardo Alarcón, propietario y director general de El Heraldo de México.

El título de la columna: “Picaporte”, anuncia ya el sentido y el temple de sus entregas diarias: el periodista de prestigio que tiene acceso directo a los despachos del poder, y puede obtener información de interés público, en una atmósfera dominada por el autoritarismo y el hermetismo del régimen.

¿Cómo ejercer la crítica del poder, cómo documentar sus excesos, y cómo asomarse a sus entrañas en el arranque del sexenio de Díaz Ordaz? Luis Spota lo ensayaba seis veces por semana, con una columna que intercalaba primicias informativas de toda índole, con breves y mordaces pinceladas críticas, escritas a partir de una sutil certeza: no es necesario decir más.

Aquí algunos de ejemplos de esta estrategia periodística.

El 15 de noviembre de 1965 “Picaporte” informó: “El propietario de la primera y más numerosa flotilla de camiones de PEMEX es el ex líder sindical Enrique López Naranjo. Su competidor más cercano, en influencia política y número de vehículos, es el profesor Carlos Hank González, director de la CONASUPO”.

El 13 de noviembre del mismo año apuntó: “Con ánimo depurador llegó el señor Filiberto Manzo a la jefatura de la oficina de pulques de la Secretaría de Hacienda. Eliminó a los malos elementos y, como es desconfiado y muy exigente, don Fili los reemplazó con personas que ostentan el mismo apellido que él”.

Un día antes, el 12 de noviembre, escribió: “Seguramente el nuevo edificio de la Secretaría de Marina va a ser construido en la Calzada de Tlalpan, cerca del Estadio Azteca. Por curiosa coincidencia, algunos parientes de funcionarios de la Armada, están comprando terrenos por el rumbo, para jugar a la plusvalía”.

edbermejo@yahoo.com.mx
Twitter: @edgardobermejo