Cultura

Madame Blavatsky, la ocultista que influenció el arte del siglo XIX

El 12 de agosto se cumplió el 190 aniversario de su natalicio, de quien fuera la esotérica del viejo mundo

Madame Blavatsky, la ocultista que influenció el arte del siglo XIX

Madame Blavatsky, la ocultista que influenció el arte del siglo XIX

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El esoterismo era una forma de acercarse a la naturaleza y percibir lo que la mente humana no lograba captar por sí misma; esto fue parte de la vida cultural de Europa a finales del siglo XIX, cuando la adivinación, los ritos y la compenetración en el estudio de los misterios velados en la naturaleza, marcaron a esta sociedad, explicó Abraham Villavicencio García, académico de la UNAM y curador en jefe del museo Franz Mayer.

“Entre 1880 y 1920, en Europa, hubo un gran auge del esoterismo, destacan, por ejemplo, las enseñanzas de Helena Petrovna Blavatsky, escritora, ocultista y teósofa rusa más conocida como Madame Blavatsky, cuyas ideas teosóficas habían permeado en numerosos grupos de artistas y movimientos de vanguardia, despertado un sentir de interés y curiosidad mística”.

Por un lado, explicó, el acercamiento al esoterismo era también una respuesta que las sociedades artísticas europeas dieron al arte académico o al arte de corte muy científico. “El esoterismo era una forma para entender la naturaleza como una respuesta al racionalismo mecanicista de la ciencia y también de una tradición académica muy minuciosa”.

“Por otro lado, era una realidad muy paradójica el imaginar que una época donde se cree, desde los discursos oficiales, que la ciencia y la tecnología son el progreso de las naciones, deja de lado, simultáneamente, muchas otras preocupaciones e intereses”.

Estas preocupaciones no resultas fueron tratadas por hermandades de adivinación, el estudio y los planteamientos esotéricos. “Madame Blavatsky fue muy leída, así como lo fueron los libros de tradición neoplatónica, pero lo importante aquí es que hay un interés por lo irracional de la mente humana y habrá movimientos, particularmente como el futurismo, que participarán de este entusiasmo hacia el esoterismo y encontrarán una vía diferente para acercarse a la naturaleza y plasmar también lo que la sensibilidad humana no alcanza a percibir”.

“A finales del XIX, principios del XX, hay una serie de transformaciones en la ciencia y en el pensamiento que evidencian que nuestros sentidos y la parte racional no logran percibir ni dominar la totalidad de lo que ocurre, ni en la naturaleza ni en la mente humana”

Descubrimientos como la radiación y el descubrimiento del inconsciente psíquico de Sigmund Freud hacen que los científicos planteen que hay dimensiones que no se alcanzan a percibir a través de los sentidos.

Los artistas de la época no sólo se adentraron en estos universos de distintos saberes, sino que explotan todas estas dimensiones no alcanzadas a través de los sentidos y la razón. “Pensemos también que la creación y el arte puede echar mano de todas las referencias que les son útiles sin discriminar su providencia, entonces, en la obra de los futuristas, incluso los surrealistas, podemos notar muy bien cómo van entremezclándose”.

“Así como en la obra de Leonora Carrington podemos encontrar sus lecturas de Jung, de antropología de las religiones y sus lecturas esotéricas sobre el tarot, en la obra de Remedios Varo encontramos la lectura de Freud y, al mismo tiempo, lecturas esotéricas”.

PRESENCIA. ¿Por qué sobresale Blavatsky de sus colegas mágicos del XIX?, cuestionó José Ricardo Chaves en el artículo Sobre la obra literaria de Madame Blavatsky publicado por la UNAM, donde puntualiza que, entre otras cosas, “por la vastedad cultural y mitológica de sus planteamientos, que van más allá de las corrientes mediterráneas y occidentales hasta entonces consideradas por los discursos ocultistas, y la integración a este corpus de algunos elementos (a veces descontextualizados o quizá recontextualizados) de extracción hindú y budista (no obstante el esquema general sigue siendo occidental, de tipo gnóstico y neoplatónico), todo esto en una síntesis que ella denominó 'teosófica'".