Opinión

"Medicina, humanismo y ciencias humanas"*

Con motivo del homenaje que prepara El Colegio Nacional para recordar a Ramón de la Fuente, a cien años de su nacimiento, compartimos con los lectores de "Crónica" algunos fragmentos del discurso de ingreso del doctor a esta institución.

"Medicina, humanismo y ciencias humanas"*

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

*Ramón de la Fuente (fragmentos de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional)

La medicina es una ciencia orientada a la utilidad y su lado humano responde, como su desarrollo científico, a requerimientos prácticos: las necesidades del enfermo, cuya experiencia de enfermedad es inseparable de su condición de hombre.

Si la misión del médico es conservar la salud de las personas, curarlas cuando enferman y ayudarles a mejorar la calidad de su vida; si los problemas de la medicina están indisolublemente ligados con los problemas del suelo, de la alimentación y de la educación, es claro que para contender con ellos en forma integral, al médico no le basta con poseer conocimientos sobre la patología y la terapéutica; necesita otros conocimientos, y también un marco de orientación que le permita tomar en cuenta todas las condiciones que pueden causar disonancias entre el individuo, su ambiente natural y el orden social.

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¿Qué representa el humanismo en la medicina de nuestro tiempo? Ante todo, he de aclarar que no se limita a demandar que el médico sea comprensivo y humanitario, aunque es así como debe ser, ni a la idea de que el cultivo de las humanidades: las lenguas, la literatura, la filosofía, la historia, etc., contribuye en forma significativa a la humanización de su trabajo profesional, aunque, ¿quién podría negar que la personalidad del médico se enriquece y que su sensibilidad en el trato con los enfermos se agudiza, cuando incursiona en el mundo de las humanidades, es decir, el mundo de la imaginación, el sentimiento y la expresión estética y religiosa; el mundo de la herencia cultural de la humanidad?

En la medicina actual, el humanismo es una perspectiva; un modo de ver y de entender los problemas médicos que influye radicalmente en la enseñanza y en la práctica de la medicina y también en los objetivos de la investigación médica.

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Si se hace necesario enfatizar el lado humanista de la medicina, es porque la medicina clásica, me refiero a aquélla cuyos avances espectaculares se iniciaron a partir del Renacimiento, nos ha entregado un conocimiento dividido en sectores; un conjunto de conocimientos más o menos aislados, tales como la bioquímica, la fisiología, la biología, etc., y también nos ha legado un modelo de hombre mecánico, simplificado, que aunque conceptualmente manejable, no toma debidamente en cuenta sus necesidades, sus atributos, sus contradicciones y sus esperanzas; es decir, su humanidad.

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Algunos piensan que pretender en estas circunstancias que la medicina desarrolle su dimensión humana, es irreal; que precisamente lo que se necesita es eliminar de la enseñanza y de la práctica de la medicina todo aquello que no es técnicamente esencial. No estamos de acuerdo con este punto de vista.

Otros piensan que las máquinas son nuestra mejor esperanza para solucionar muchos problemas de la enseñanza y de la asistencia. No nos cabe duda de que así puede ser. Las máquinas podrían liberamos de las tareas más rutinarias. El peligro, hemos de repetir, no radica en ninguno de los avances de la técnica, sino en el espíritu con el cual se aplican.

El peligro es que, bajo el influjo de fuerzas poderosas, la medicina pierda cada vez más el contacto con la condición humana de los enfermos y se convierta en una tecnología fría, aplicada por técnicos agobiados por su responsabilidad hacia un número excesivo de enfermos, y supeditados a una burocracia que aniquile su individualidad y sobre cuya marcha el médico, como individuo, no pueda ejercer ninguna acción.

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La imagen del hombre que el humanismo proyecta en el campo de la medicina es una imagen substancialmente diferente de la que emerge de la anatomía, la fisiología y la bioquímica; es una imagen del hombre que es parte de la biología, pero que trasciende a la biología y en la que cobran relieve su totalidad, su historicidad, su unicidad y su libertad. Por tanto, una imagen más compleja y también más ambigua y contradictoria, pero en último término más real, porque no excluye nada de lo que es propio de la condición del hombre en la salud y en la enfermedad.