Opinión

#MeToo y Armando Vega Gil

#MeToo y Armando Vega Gil

#MeToo y Armando Vega Gil

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Es lamentable el suicidio del músico Armando Vega Gil. Todo suicidio consterna y nos obliga a reflexionar y repensar. Es un acto incomprensible porque nunca se podrá saber el entramado de emociones, sentimientos y pensamientos que lo llevaron al suicidio, pese a que exista una carta. A nadie le corresponde juzgar las razones. El acto nos deja en un shock inminente.

Y sin embargo, su suicidio ha generado diversas reacciones viles por el marco del Movimiento #MeToo. Cuando el propio Armando Vega Gil destacó en su tuit –carta de despedida-, “No se culpe a nadie de mi muerte: es un suicidio, una decisión voluntaria, consciente, libre y personal”.

Una joven denunció anónimamente a través de la cuenta #MeTooMusicoMexicanos que Armando Vega Gil había acosado sexualmente de ella cuando tenía 13 años. El músico escribió en su carta de despedida que la acusación era falsa y después enumeró todas las acciones que ha realizado en favor de niñas, niños y adolescentes.

En la misma carta expone que la joven está en todo su derecho de hacerlo anónimamente pero que esto pone en entredicho toda su carrera. “La habría invitado a que habláramos de ese asunto, ella con pruebas y testigos, y acompañada por asesores y las chicas de #MeTooMusicosMexicanos para que estuviera segura de que no habrían amenazas ni represalias de mi parte”.

Se podría aquí juzgar y pensar por qué Vega Gil no buscó esa opción antes que el suicidio. Pero realmente no se puede cuestionar. Así que muchísimas personas usaron de manera vil el tema del suicidio del músico para desacreditar las denuncias anónimas en redes sociales y el movimiento tan importante que es el #MeToo en México.

La denuncia anónima en redes sociales protege a las víctimas, permite visualizar el entramado del acoso, abuso y otras violencias que sufren y padecen las mujeres. Que casi siempre quienes viven las consecuencias de la denuncia son las mujeres, pierden empleos, amigos, familia y son constantemente revictimizadas. Y sobre todo, también visualiza que institucionalmente no existen protocolos eficaces para denunciar.

Las cuentas de #MeToo que publican las denuncias cuentan con especificaciones muy claras que permiten garantizar que todas las denuncias hechas son de mujeres reales y otra serie de filtros –aunque nunca son 100 por ciento seguros, como tampoco son en las instituciones.

Muchos podrán creer que el anonimato no es la mejor forma y lo entiendo. Pero también el caso de Vega Gil arrojó luz al respecto: imaginen que la denuncia no hubiera sido anónima. La joven ahora estaría sufriendo acoso y hasta amenazas de muerte y sería revictimizada y culpada hasta de la muerte del músico.

Vega Gil en su tuit de despedida dijo que perdería todos sus trabajos porque todos se construyen en su credibilidad. Aquí es importante mencionar que el problema no es el movimiento #MeToo, ni las denuncias anónimas, ni los hashtag, ni el propio Twitter, sino cómo responden las instituciones, las empresas y compañías (disqueras, editoriales, productoras, etc). No existen protocolos para atender las denuncias de acoso y otras formas de violencia hacia las mujeres y eso es lo que deberíamos estar también discutiendo: ¿Cómo le hacemos para construirlos?

El suicidio de Vega Gil es lamentable y el mínimo respeto que le merecemos a su memoria es no utilizar su muerte para desmotivar un movimiento justo y necesario. Él mismo lo escribió. Léanlo otra vez en voz alta. El problema es el acoso, el abuso y todas las violencias ejercidas sistemáticamente a las mujeres en todos los ámbitos. “Es correcto que las mujeres alcen la voz para hacer que nuestro mundo podrido cambie… Es un derecho inalienable el de la denuncia, sobre todo para las mujeres de nuestro país”.

@wendygarridog

wengarrido@gmail.com