Opinión

México: entre el fascismo y el comunismo

México: entre el fascismo y el comunismo

México: entre el fascismo y el comunismo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

A la memoria de Don Enrique González Pedrero (1930-2021)

Tremenda zacapela ha armado la presencia en México de Santiago Abascal, dirigente del partido español “Vox”, de ultraderecha, fascista y franquista. El jueves de la semana pasada, invitado por Julen Rementería, Coordinador de los senadores del PAN, en efecto, Abascal, firmó, junto con una parte de los senadores del blanquiazul, la Carta de Madrid. El problema es que muchos han hablado de esa Carta, pero pocos la conocen.

Por ese motivo, conviene reproducir aquí la parte sustancial de la Carta de Madrid: “Más de 700 millones de personas forman parte de la Iberosfera, una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural y cuenta con un gran potencial económico y geopolítico para abordar el futuro.

“Sin embargo, una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de Sao Paolo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica.” ¡Recórcholis!

Quien redactó y ha respaldado esta Carta de Madrid, simplemente, anda en la ionósfera o, dicho de manera clásica, “ven moros con tranchete”: ¿El comunismo apoderándose de nuestros países? ¿Pues qué no supieron de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989? ¿Acaso no recibieron la noticia del desmembramiento de la Unión Soviética en 1991? ¿No saben qué Cuba está al borde de la inanición? ¿Y que por ello se dio el gran levantamiento del 11 de agosto?

Sin embargo, inventar fantasmas como enemigos, le ha funcionado de maravilla a Vox y a la ultraderecha europea y latinoamericana. Veamos: esta organización se registró como partido político el 17 de diciembre de 2013 con el objetivo de “recoger el voto de la derecha desencantada con las políticas del Partido Popular” de Mariano Rajoy. Vox se fue alineando con la extrema derecha europea como la que encabeza Marine Le Pen en Francia (FN), Frauke Petry en Alemania (AfD) y Geert Wilders en los Países Bajos (PVV). Todos ellos esgrimen la lucha contra el comunismo.

Vox, se ha declarado abiertamente contra el feminismo y el aborto; niega el cambio climático; no simpatiza con las ONG; es católica, centralista y autoritaria, y, en los hechos, racista. Tanto así que, tras las elecciones autonómicas catalanas de 2021, la Fiscalía abrió una investigación contra Vox por el delito de odio, tras los mensajes de “Stop Islamización”.

Uno de los especialistas más connotados en el estudio del populismo, Cas Mudde, destaca que los éxitos electorales de Vox se deben a que ha escondido hábilmente, frente al electorado, su filiación franquista y fascista.

Sin embargo, aquí su líder, Santiago Abascal, vino a provocar un mitote porque no pudo esconder esa filiación fascista y franquista, además de que dejó en ridículo al dirigente de los senadores panista; dio pie a un zafarrancho dentro del PAN; pero, sobre todo, generó un problema mayor en la coalición “Va por México” formada por el PAN, PRI y PRD. Es urgente resolver este entuerto.

Una confluencia de partidos sólo se logra estabilizar por medio de la coincidencia en posiciones centristas no en la filiación a algunos de los extremos, fascismo o comunismo. Para reparar el daño causado por la metida de pata del senador Julen Rementería, conviene que la coalición “Va por México”, que se formó, sobre todo, como un amplio frente electoral contra Morena y sus aliados, tenga una base ideológica y programática de gran calado para sustentar sobre bases más firmes su existencia.

La prioridad es reestablecer la democracia en México. Esto significa un verdadero y propio funcionamiento del Estado de derecho, las garantías, individuales y los derechos sociales. Esto conlleva, necesariamente, la recuperación del orden público y el establecimiento de un programa emergente para combatir la pandemia del coronavirus.

Me explico: el error que ha cometido Andrés Manuel López Obrador es querer reeditar el presidencialismo fuerte; pero, con instituciones débiles. Se le olvida, que ese presidencialismo fuerte fue producto de que se crearon, a lo largo de varias décadas, instituciones fuertes. Como dijo Plutarco Elías Calles tras el asesinato de Álvaro Obregón, el 17 de julio de 1928: “tenemos que pasar de un país de caudillos a un país de instituciones”. Y la cereza en el pastel del Estado mexicano fuerte fue la institución presidencial a la que le daba brillo no en sí la persona que la ocupaba, sino el carácter de máximo órgano del poder político en México.

Ahora López Obrador, aparentemente es un presidente poderoso; pero, en realidad, no lo es porque él mismo se está encargando de demoler a las instituciones públicas de la nación. Lo que López Obrador está creando, es un poder personal similar al de los emiratos. Por eso no puede hacer frente al crimen organizado, a la pandemia ni a las demandas de justicia social que son muy diferentes del clientelismo (dádivas concedidas como limosnas). De hecho, es muy poco lo que puede hacer porque no hay capacidad institucional ni organizacional. Por eso, su tendencia es hablar, despotricar, descalificar, polarizar; pero no gobernar porque no cuenta con los instrumentos para ejercer el poder: los ha destruido.

Para que la democracia funcione se requiere reestablecer el poder del Estado y la capacidad administrativa del gobierno, la supremacía de la ley, el equilibrio de poderes, eficiencia económica y responsabilidad social.

Ese es un programa mínimo para una coalición que no quiera caer en los extremos, igualmente perniciosos, de la política (fascismo y comunismo) ni el desparpajo.

Mail: jfsantillan@tec.mx