Opinión

México, sede de la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales en 2022

México, sede de la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales en 2022

México, sede de la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales en 2022

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ha pasado un tanto desapercibida la que es quizá la noticia más importante del año que termina con relación a México y la cooperación cultural internacional. El pasado mes de noviembre, en el marco de una reunión mundial de la UNESCO celebrada en París, se aceptó la propuesta presentada por el gobierno mexicano para que sea de nuevo nuestro país la sede en 2022 de la nueva edición de la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (Mondiacult), que tuvo lugar en la Ciudad de México en 1982.

Cuando se cumplan 40 años de aquella reunión, en la que se suscribió la así llamada “Declaración de México”, y que ha sido un parteaguas en la conformación de las políticas culturales y las acciones diversas que emprenden la UNESCO y sus países miembro, México será otra vez el anfitrión de una reunión de la mayor relevancia que habrá de definir la manera en que entendemos la cultura y las políticas culturales en lo que resta del siglo XXI.

Aquella declaración de 1982 fue suscrita por 128 países miembros de la UNESCO, y representa en la actualidad el más importante antecedente para la reflexión multilateral y la búsqueda de nuevos consensos para las políticas culturales del planeta en nuestros días.

El consenso alcanzado  entonces ha sido un referente constante y un antecedente que propició la posterior elaboración y aprobación de los más recientes instrumentos normativos de la UNESCO, particularmente en materia de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial (Convención de 2003) y la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales (Convención de 2005), cuyos principios esenciales ya estaban reflejados, o al menos esbozados, en la Declaración de México de 1982.

De igual manera, Mondiacult 82 afianzó el consenso internacional sobre otros aspectos de las políticas culturales que se venían discutiendo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la UNESCO en noviembre de1945.

Las nuevas maneras de entender y construir políticas culturales en el marco de los procesos de descolonización y democratización de las sociedades del planeta en la segunda mitad del siglo XX; la crítica a las hegemonías culturales de las grandes potencias históricas; los principios de la cooperación cultural internacional (UNESCO, 1966);  la reivindicación de los derechos culturales de todos los pueblos; el indisoluble vínculo entre cultura y desarrollo; la participación de las comunidades artísticas y de la sociedad civil en el diseño de políticas culturales (estos dos aspectos advertidos y subrayados por primera vez en la Conferencia de Venecia de 1970); el reconocimiento de los derechos de las minorías y los grupos indígenas, la definición de la cultura en su sentido antropológico más amplio y no sólo limitado a la creación artística; la primera referencia que se tiene a la importancia de las —así entonces llamadas— “industrias culturales”; el primer reconocimiento en materia del patrimonio cultural de la humanidad no sólo referido a lo tangible sino también a lo intangible; son todos ellos temas que hoy resultan del mayor consenso internacional y que encuentran en la Declaración de 1982 su momento  más destacado de incepción y  legitimación.

La Declaración de México se convirtió por lo tanto en la columna vertebral de la cual se derivaron las principales reflexiones, tendencias y coordenadas para la construcción de acuerdos multilaterales, consensos internacionales, marcos normativos para la cultura, y el diseño de políticas culturales tanto a nivel nacional como internacional en las siguientes cuatro décadas. Pero se ha hecho necesario actualizar la discusión.

En estas primeras dos décadas del siglo XX hemos visto que la escala de los contactos culturales entre los países y sus sociedades se ha incrementado exponencialmente. Los ciudadanos globales están expuestos a información, manifestaciones y fenómenos culturales de todas partes del mundo con la mayor rapidez, intensidad y dinamismo en toda la historia de la humanidad.

El internet y las nuevas herramientas y plataformas de comunicación, han puesto en crisis o diluido las antiguas nociones de frontera, nación, identidad, patrimonio, propiedad intelectual, así como la división tradicional entre productores y consumidores de cultura, entre creadores y espectadores. A lo local que deviene global se le ha dado el neologismo glocal, y con la fusión del productor y del consumidor de contenidos culturales nacieron los prosumidores.

En 2002 será de gran relevancia reabrir y centralizar en un foro de carácter global la discusión contemporánea sobre los retos de las políticas culturales para el siglo XXI. Que registre y ponga atención a los diversos cambios tanto de paradigmas, como de las prácticas económicas, tecnológicas sociales y gubernamentales alrededor de lo cultural observados en las últimas décadas. Particularmente en materia de las nuevas tecnologías y la revolución digital, el impacto de la actividad cultural y de la economía creativa en la generación de riqueza para los países, la circulación global de bienes y servicios culturales, y que, sobre todo, reivindique el papel central de la cultura para la consecución integral de los objetivos establecidos en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.

Revisar, adaptar y fortalecer la condición transversal, incluyente y omnipresente de los fenómenos culturales en la Agenda 2030, reconocer que sus 17 objetivos tienen una dimensión cultural, más visibles en algunos objetivos que en otros, pero presente en todos ellos, y que la cultura por lo tanto contribuye desde un lugar estratégico a los retos de esta agenda resulta de la más alta prioridad para construir una nueva narrativa y una deontología de las políticas culturales en el siglo XXI.

En las últimas cuatro décadas México ha vivido un proceso de transformaciones contantes en todos los ámbitos de su vida pública, y en todos ellos la cultura se ha mantenido como un aspecto central.  Somos un país poseedor de una sólida y diversa tradición cultural y somos ampliamente reconocido por el resto del mundo como una potencia cultural y como una voz activa y protagónica en los foros regionales y multilaterales donde se discuten las políticas culturales. Esto nos convierte en los anfitriones más propicios para la reunión de 2002 y hay que reconocer la gran oportunidad que representa para nuestro país su organización.

México ha sido un puente natural del diálogo cultural de las civilizaciones.  Ha sido un país de acogida para migraciones de otras culturas y ha abierto sus puertas a los exilios del mundo, de la misma manera que su presencia cultural se amplia y enriquece con las actividades de decenas de millones de mexicanos que viven mas allá de nuestras fronteras, especialmente en los Estados Unidos.

Como país que participó activamente en la formación de la UNESCO, y al haber recaído en un mexicano (Jaime Torres Bodet) la responsabilidad de haber sido elegido el primer secretario general de este organismo, México ha reiterado su vocación como un activo promotor de la política cultural multilateral desde mediados del siglo XX.

La integración económica y comercial con Estados Unidos y Canadá a partir de la firma del Tratado de libre comercio de 1994 (TLC), y la nueva negociación de un acuerdo de Libre comercio para el bloque norteamericano en 2018 y 2019 (TMEC), sitúan a México como un país estratégico para el tema del intercambio global de bienes y servicios culturales, siendo éste uno de los temas más sensibles a incorporar en la nueva agenda de las políticas culturales del siglo XXI.

Tenemos pues que felicitarnos como país por esta iniciativa, que habrá de ser el gran proyecto de cooperación cultural internacional de este sexenio.

Edgardo Bermejo Mora

edbermejo@yahoo.com.mx

@edbermejo