Opinión

México y Estados Unidos según Octavio Paz (1978)

México y Estados Unidos según Octavio Paz (1978)

México y Estados Unidos según Octavio Paz (1978)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El 29 septiembre de 1978, en Washington, con una conferencia  sobre las relaciones históricas entre México y Estados Unidos, Octavio Paz  inauguró el simposio sobre este tema organizado de manera conjunta por la SRE, el Colmex, y diversas entidades públicas y privadas de los Estados Unidos.

Se cumplía una década de su renuncia como embajador de México en la India en protesta por la matanza de Tlatelolco. Desde hacía poco menos de dos años estaba al frente de la revista Vuelta, en la cual continuó su trabajo como editor tras el cierre de la revista Plural por la crisis de Excelsior; y estaba a unos meses de publicar en México su libro de ensayos El Ogro Filantrópico, en el que prolongaba sus reflexiones previas sobre la historia y la política de México, la política internacional, el papel del Estado, y las relaciones entre el poder y los intelectuales.

De aquella conferencia histórica rescato algunos extractos.

“Nuestros países son vecinos y están condenados a vivir el uno al lado del otro; sin embargo, más que por fronteras físicas y políticas, están separados por diferencias sociales, económicas y psíquicas muy profundas. Esas diferencias saltan a la vista y una mirada superficial podría reducirlas a la conocida oposición entre desarrollo y subdesarrollo, riqueza y pobreza, poderío y debilidad, dominación y dependencia. Pero la diferencia (…) básica es invisible; además, quizá infranqueable. (…) La razón es clara: estas diferencias no son únicamente cuantitativas, sino que pertenecen al orden de las civilizaciones. Lo que nos separa es aquello que nos une: somos dos versiones distintas de la civilización de Occidente”.

“Desde que los mexicanos comenzaron a tener conciencia de identidad nacional, a mediados del siglo XVIII, se interesaron en sus vecinos. Al principio con una mezcla de curiosidad y desdén; después, con admiración y entusiasmo, pronto teñidos de temor y de envidia. La idea que tiene el pueblo de México de los Estados Unidos es contradictoria, pasional e impermeable a la crítica; más que una idea es una imagen mítica. (…) Algo semejante ocurre con los norteamericanos, trátese de escritores o de políticos, de hombres de negocios o de simples viajeros (…) sus percepciones han sido fragmentarias (…). En general, los norteamericanos no han buscado a México en México; han buscado sus obsesiones, sus entusiasmos, sus fobias, sus esperanzas, sus intereses —y eso es lo que han encontrado. En suma, la historia de nuestras relaciones es la de un mutuo y pertinaz engaño”.

“La oposición entre México y los Estados Unidos pertenece a la dualidad Norte/Sur (…). El norte del continente estaba poblado por naciones nómadas y guerreras; Mesoamérica, en cambio, conoció una civilización agrícola, dueña de complejas instituciones sociales y políticas. (…) La gran oposición de la América precolombina —en el territorio que ahora ocupan Canadá, Estados Unidos y México— no fue, como en el Antiguo Mundo, entre civilizaciones distintas, sino entre dos modos de vida diferentes: nómadas y sedentarios; cazadores y agricultores”.

“Esta división tuvo una gran influencia en el desarrollo posterior de los Estados Unidos y de México. La política de los ingleses y los españoles frente a los indios norteamericanos estuvo determinada, en buena parte, por este hecho: no fue indiferente que los primeros fundasen sus establecimientos en el territorio de los nómadas y los segundos en el de los sedentarios.”

“(…) Las diferencias entre los españoles e ingleses que fundaron Nueva España y Nueva Inglaterra no eran menos acusadas. (…) Todas ellas se resumen en una diferencia fundamental y en la que, quizá, está el origen de la distinta evolución de nuestros países: en Inglaterra triunfó la Reforma mientras que España fue la campeona de la Contrarreforma”.

“La civilización mesoamericana murió de muerte violenta, pero México es México gracias a la presencia india. Aunque la lengua y la religión, las instituciones políticas y la cultura del país son occidentales, hay una vertiente de México que mira hacia otro lado: el lado indio. Somos un pueblo entre dos civilizaciones y entre dos pasados. En los Estados Unidos no aparece la dimensión india. Ésta es, a mi juicio, la diferencia mayor entre los dos países”.

“La diferencia central, desde el punto de vista de evolución histórica de las dos sociedades, reside a mi modo de ver en lo siguiente: con la Reforma, crítica religiosa de la religión y antecedente necesario de la Ilustración, comienza el mundo moderno; con la Contrarreforma y el neotomismo, España y sus posesiones se cierran al mundo moderno”.

“Por razón de su origen y de su historia intelectual y política, los Estados Unidos son una sociedad orientada hacia el futuro. (…) El fundamento de la nación no está en el pasado sino en el porvenir. Mejor dicho: su pasado, su acta de fundación, fue una promesa de futuro y cada vez que los Estados Unidos regresan a su origen, a su pasado, redescubren el futuro.”

“La orientación de México, como se ha visto, fue la opuesta. La utopía (de la Revolución Mexicana) no consistía en construir el porvenir sino en regresar al origen, al comienzo”.

“En el siglo XVII la sociedad mexicana era más rica y próspera que la norteamericana. Esta situación se prolongó hasta la primera mitad del XVIII. Para comprobarlo basta con dar un vistazo a los monumentos y edificios de las ciudades de entonces: México y Boston, Puebla y Filadelfia. En menos de cincuenta años todo cambió. En 1847 los Estados Unidos invaden México, lo derrotan y les imponen terribles y onerosas condiciones de paz”

“La crisis (actual) de los Estados Unidos afecta al fundamento mismo de la nación, quiero decir, a los principios que la fundaron. Dije ya que hay un leit-motif que corre a lo largo de la historia norteamericana, desde la época de las colonias puritanas de Nueva Inglaterra hasta nuestros días: la tensión entre libertad e igualdad. Las luchas de los negros, los chicanos y otras minorías no son sino una expresión de este dualismo. A esta contradicción interna corresponde otra externa: los Estados Unidos son una república y son un imperio”.

“En un ensayo escrito hace algunos años señalé que la primera de estas contradicciones (la interna entre igualdad y libertad) se resolvió en Roma con la supresión de la libertad; el cesarismo fue, al principio, una solución igualitaria que, como todas las soluciones por la fuerza, acabó también por suprimir la igualdad. La otra contradicción causó la ruina de Atenas, la primera república imperial de la historia”.

“La sociedad colonial norteamericana fue una sociedad libre e igualitaria pero exclusiva. Fieles a sus orígenes, lo mismo en su política interior que en la exterior, los Estados Unidos han ignorado siempre al otro. En el interior al negro, al chicano o al portorriqueño; en el exterior: a las culturas y sociedades marginales”.

“Hoy los Estados Unidos se enfrentan a enemigos muy poderosos pero el peligro mortal no está fuera sino dentro: no es Moscú sino esa mezcla de arrogancia y oportunismo, ceguera y maquiavelismo a corto plazo, volubilidad y terquedad, que ha caracterizado a su política exterior en los últimos años y que recuerda extrañamente a la del Estado ateniense en su disputa con Esparta”.

“Para vencer a sus enemigos, los Estados Unidos tienen primero que vencerse a sí mismos: regresar a sus orígenes. Pero no para repetirlos sino para rectificarlos: el otro y los otros —las minorías del interior tanto como los pueblos y naciones marginales del exterior— existen. Si los Estados Unidos han de recobrar la entereza y la lucidez, tienen que recobrarse a sí mismos y para recobrarse a sí mismos tienen que recobrar a los otros: a los excluidos del Occidente”.

edbermejo@yahoo.com.mx

@edbermejo