Cultura

Mi mejor editor, el que no me publicó: Enrique Serna

El escritor relató la anécdota con Edmundo Valadez, con motivo de la entrega virtual del Premio Villaurrutia, por El vendedor de silencio

Mi mejor editor, el que no me publicó: Enrique Serna

Mi mejor editor, el que no me publicó: Enrique Serna

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“Paradójicamente mi mejor editor es el que no me publicó pues gracias a él entendí que me faltaban horas de vuelo para merecer las letras de molde. Al recibir el Premio Villaurrutia, por El vendedor de silencio, quiero dedicarlo a la memoria de Edmundo Valadés”, comentó la tarde del domingo Enrique Serna (Ciudad de México, 1959), durante la entrega virtual del Premio Bellas Artes Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2019 celebrado a través de las redes sociales del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Serna compartió el momento en que Edmundo Valadés no publicó un relato de su autoría en la revista El Cuento, negativa que el galardonado hoy define como un oportuno coscorrón, gracias al que llegó a “desarrollar la autocrítica severa” que le ha permitido escribir novelas como El vendedor de silencio.

“Los editores de literatura desempeñan, muchas veces, un papel de aguafiestas pues tienen que rechazar infinidad de libros y el ego lastimado de un escritor no perdona fácilmente las ofensas. Mucha gente los odia, pero su control de calidad es imprescindible y cuando logran convencer de que su filtro es confiable, contribuyen a inmunizarlo contra los engaños de la mercadotecnia editorial”, dijo.

Para Serna, la buena literatura es un antídoto contra la mala, como sucedió con el boom de la novela hispanoamericana de los años 60 fraguado por los editores Francisco Porrúa y Carlos Barral.

“Cualquier escritor con experiencia sabe que vale la pena escuchar a los editores pues su opinión equivale a la reacción del público en el ensayo general de una puesta en escena. En mis 35 años de vida literaria, desde que empecé a publicar en el suplemento "Sábado" de Unomásuno, he colaborado con una variopinta gama de escritores, me hice amigo de algunos y aprendí a confiar en su olfato”, expresó.

Sin embargo, hay uno en particular a quien Serna le debe una escritura legible.

“A los 23 años, tarde ya para cumplir mis ambiciones, pues yo hubiera querido ser un talento precoz, escribí a la revista El Cuento una de mis narraciones más pulidas, Cartas a Eufemia. Poco después, el director de la revista, Edmundo Valadés anunció en una notita de la primera sección, donde respondía cartas de los lectores, que publicaría mi cuento sin aclarar cuándo”, recordó.

Esa nota causó orgullo en Serna y difundió la noticia con amigos y familiares, no obstante, pasaron varios meses y varios números sin que su cuento se publicara.

“Mandé una carta al director con un reclamo gentil por esa larga postergación. En el siguiente número de la revista tampoco apareció mi cuento, pero sí una nota en la que Valadés rectificaba su opinión sobre Cartas a Eufemia y declaraba que aún me faltaba mucha destreza narrativa”, narró.

Tal vez mi carta haya molestado a don Edmundo, agregó Serna. “Pero años después, en una relectura del cuento, comprobé que tenía razón y lo reescribí por completo. Ahora está incluido en Amores de segunda mano, con un título más escueto: Eufemia, es el único cuento de mi prehistoria literaria rescatado en esa colección”.

El premiado reconoció que sin Valadés no hubiera sentido la necesidad de mejorar.

“Ante los rechazos, un escritor novicio tiene dos caminos: creer que las mafias literarias conspiran en su contra o admitir que no ha dado el ancho. Me inclinaba por la segunda posibilidad porque al releer mis cuentos, dos o tres meses después de haberlos escritos, notaba errores infantiles que no había descubierto antes, o el amor propio me había cegado o mis lecturas de los clásicos habían mejorado mi apreciación literaria, no lo sé”, dijo.