Opinión

Mi periodo de gobierno “lo decido yo”

Mi periodo de gobierno “lo decido yo”

Mi periodo de gobierno “lo decido yo”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ahí lo tienen: el Congreso (saliente) de Baja California en velocísima votación, apenas discutida y muy discreta, decidió modificar su Constitución para obsequiar tres años adicionales al mandatario recién electo, quien aún ni siquiera ha tomado posesión. Es el morenista Jaime Bonilla: “Ibas a gobernar dos años: te regalamos otros tres”.

Por estrambótica que sea, esa decisión es fundamental, entre otras cosas, porque rompe todo canon democrático, porque comienza lo que el profesor Finchelstein llama “la evaporación de la democracia”.

Y es fácil de comprenderlo. Todos sabemos que un gobierno monárquico es un gobierno atemporal, viene del padre, del abuelo, bisabuelo, forma parte de una dinastía. Una tiranía es, asimismo, un gobierno sin límites: nadie sabe cuándo terminará, salvo las fuerzas vivas del propio déspota. Una dictadura dispone de todos los recursos para dejar todo atado y bien atado para perpetuarse en el poder.

Por el contrario, lo distintivo de un gobierno electo —democrático— es que tiene un plazo, un fin preestablecido, por eso es democrático” (Bernard Manin, Principios del gobierno representativo. Alianza, 1998).

¿Todo muy simple, verdad? Pero por olvidar esa verdad, la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, dijo cosas como ésta: “…la ampliación de la gubernatura en Baja California fue porque así lo ha pedido la gente… la gente está cansada de tanta elección y yo creo que eso tendría que cambiar”. Por su parte, el beneficiario por la medida lo mira así: “El Congreso tiene todas las herramientas, y si tienen que hacer correcciones que las hagan, ellos analizaron el asunto… y optaron por… una corrección, es todo”. Fácil.

Para evitarse la molestia de argumentar algo, la señora Polevnsky se erige como intérprete de la gente y el señor Bonilla observa nada más que una minucia “correctiva”. Y ni una ni otra, porque si vamos a seguir teniendo en México elecciones libres, debemos cuidar estos seis requisitos: que el voto plasmado en la boleta se respete y se cuente; que la votación ocurra sin presiones, que la emisión del sufragio suceda en secreto; libertad de asociación para presentar candidatos; recuento público de los votos; una instancia para dirimir conflictos; convocatoria regular y previsible a nuevas elecciones.

Éstas son las garantías, las más básicas de un sistema electoral democrático (Robert Dahl, La democracia y sus críticos, Paidós, 1993). Sin esas condiciones la democracia se evapora y para nuestra desgracia esto es precisamente lo que está ocurriendo en Baja California: el Gobernador electo, con invaluable ayuda del Congreso local, prolongó su propio mandato, alteró la convocatoria a las elecciones donde se renovaría su propio cargo.

Cuando el señor Bonilla se hizo candidato sabía que –de ganar— su gobierno se desarrollaría a lo largo de dos años. Lo sabía él, los sabían los electores, las autoridades electorales, la Federación y el mundo entero. Eran las reglas del juego por una precisa razón: por fin, Baja California estaría sincronizada con el calendario electoral nacional, para evitar justamente eso que tanto preocupa a doña Polevnsky: después del período de Bonilla, Baja California tendría un calendario electoral normal, porque ese mandato de dos años había sino convenido entre todas las fuerzas políticas del estado precisamente para escapar de la fatiga electoral en que vivía BC (¿Recuerdan? Año 1: elección gobernador; año 2: diputados federales; año 4 municipios y congresos locales).

Pero más allá de la “sincronización”, está lo básico, es decir, los principios: renovar el consentimiento para gobernar conforme a lo establecido en la ley. Te voto por dos, tres o seis años, porque es el plazo en el que sé, podré evaluar tu desempeño, tus políticas, tus resultados. Si tú alteras el periodo, estás traicionando una de las condiciones básicas por las que te voté, como si alteraras la boleta, en especial, estás impidiendo a los demás partidos volver a presentarse a competir en el tiempo que todos habíamos convenido.

John Locke, desde 1662 lo sabía bien: “No se puede entender el gobierno representativo sin fijar con claridad el tiempo… la elección es otorgar una delegación temporal… sin esa premisa, la idea misma de la elección soberana del pueblo desaparece: las elecciones serán un acto a conveniencia del gobernante, no un acto de soberanía del pueblo”.

¿Lo ven? El sueño más caro de autoritarismos, monarquías y tiranías de toda laya, de derechas o de izquierdas, es prolongarse en el poder. No importa situación o estratagema: la idea es seguir allí, encumbrado, aunque sea “nada más” por tres años.

Tal es el fondo en la malhadada y reciente decisión en Baja California: el periodo de gobierno, lo decido yo. Evaporación de la democracia, allá, donde “inicia la patria”.

ricbec@prodigy.net.mx

@ricbecverdadero