Opinión

Militares gobiernan civiles

Militares gobiernan civiles

Militares gobiernan civiles

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La alianza de AMLO con los militares nos recuerda la parábola del conejo que pretendió sonsacar al león. Con esas decisiones AMLO creyó ganar para su causa a una fuerza dócil, obediente y deseosa de complacerlo (“el ejército es pueblo uniformado”); la realidad es otra, las fuerzas armadas son la más poderosa corporación que existe en México y su poder reside, en gran parte, en el miedo que inspiran entre la población civil, incluso entre los políticos.

Los civiles sabemos poco de los militares; ellos, en cambio, saben mucho de los civiles. Yo sostengo esta hipótesis. Frente a la rebelión civil de 1968, las fuerzas armadas comprendieron que, para conservar su poder, defenderse y lavar la pésima imagen que proyectaron con la masacre de Tlatelolco (nunca olvidaremos al Batallón Olimpia, de triste memoria) necesitaban asumir un papel activo para orientar y controlar la actuación de los políticos profesionales (de quienes siempre desconfiaron) y espiar, infiltrar y desarticular a las agrupaciones disidentes (que eran sus adversarios directos).

Una verdad indiscutible es que las Fuerzas Armadas que tenemos son las mismas que surgieron con la Revolución Mexicana, nunca desde entonces han experimentado una transformación a fondo para adaptarse a la sociedad moderna y a la democracia.

Es probable que AMLO ignore, desconozca, los rincones oscuros de la Sedena, como su Sección de Inteligencia: fuerza siniestra que, yo estimo, creció en poder y en influencia en los últimos 50 años. Esta sección jugó un papel decisivo en la lucha contra los estudiantes, contra el movimiento guerrillero y, tras la democratización, ha espiado e infiltrado, no sólo a las organizaciones criminales, también a los partidos políticos y a los gobernantes.

Un rasgo esencial de las Fuerzas Armadas es su identidad (que se define por oposición al mundo civil) y su hermetismo (nadie sabe qué pasa en el interior del feudo militar). Tanto la Sedena como la Marina, constituyen mundos opacos, invisibles, siempre cerrados, que jamás se abren o se transparentan. No rinden cuentas a nosotros, los civiles, que somos los que las sufragamos, con nuestros impuestos.

Cuando el presidente asigna a los militares, tareas que legal e históricamente corresponde desempeñar a los civiles (seguridad pública, salud, construcción y administración de aeropuertos, control de aduanas, etc.) argumenta que lo hace porque ellos detentan una ética superior que los hace invulnerables ante la corrupción. Esta afirmación es, evidentemente, falsa.

Desde la revolución de 1910 hasta el presente, hay una cauda de hechos que contradicen la idea de que los militares son impolutos. Son ampliamente conocidos vínculos entre los jefes militares regionales con los narcotraficantes, pero hay pocos ciudadanos que se atreven a denunciarlo.

Con darles tareas civiles AMLO desplaza al ejército de su función propia y con ello desnaturaliza la función militar (la misión de los soldados es combatir en la guerra y guiarse en su acción por una lógica estricta de mando y obediencia). El perfil del soldado, por lo mismo, es distinto al de un policía.

El soldado es entrenado para no tener juicio propio y razonar libremente, está entrenado para obedecer, ciegamente, al superior. No ha sido educado para respetar la vida y la dignidad de los seres humanos. Nada sabe de derechos humanos. Su ética se reduce a la disciplina, el autocontrol, y la obediencia. Visto esto, ¿cómo poner en manos de soldados la tarea de cuidar de la protección de los mexicanos y garantizar que la población acate las normas jurídicas?