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Modi no es la reencarnación de Gandhi, es su pesadilla

TENSIÓN. El primer ministro indio juega con fuego con su Ley de Ciudadanía, que ha puesto en pie de guerra a los musulmanes. Y mientras Nueva Delhi sufre los peores disturbios en décadas, el supremacista hindú invitó a otro supremacista, Donald Trump, a un baño de masas que habría matado de vergüenza al padre de la no violencia.

TENSIÓN. El primer ministro indio juega con fuego con su Ley de Ciudadanía, que ha puesto en pie de guerra a los musulmanes. Y mientras Nueva Delhi sufre los peores disturbios en décadas, el supremacista hindú invitó a otro supremacista, Donald Trump, a un baño de masas que habría matado de vergüenza al padre de la no violencia.

Modi no es la reencarnación de Gandhi, es su pesadilla

Modi no es la reencarnación de Gandhi, es su pesadilla

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Narendra Modi es para India, lo que Jair Bolsonaro es para Brasil, Viktor Orban para Hungría, o Donald Trump para Estados Unidos. Todos tienen en común que son mandatarios populistas y autoritarios, que defienden un regreso al nacionalismo ultraconservador y piensan que su misión es acabar con esa “estúpida” idea liberal de que la sociedad debe ser multicultural y respetuosa de las minorías. Todos ellos llegaron al poder inventando enemigos, en el caso del republicano, los inmigrantes hispanos que ponen en peligro la hegemonía blanca; mientras que en el caso del Primer Ministro indio, los inmigrantes musulmanes que ponen en peligro la hegemonía hindú.

Bajo esta lógica xenófoba, Modi aprovechó la mayoría absoluta de su Partido Nacionalista Indio en el Parlamento de Nueva Delhi para aprobar el pasado 11 de diciembre su Ley de Ciudadanía, que abre la puerta a la legalización de los indocumentados que lleven al menos 25 años en el país. La medida, aparentemente humanitaria, está pensada para otorgar la ciudadanía india a millones de trabajadores de los países vecinos, pero con una escandalosa excepción: que el solicitante no sea musulmán, la religión que profesa el 95 por ciento de los pakistaníes, los bangladesíes y los afganos. Sólo pueden optar a la ciudadanía los hindúes, sijs y cristianos, unas gotas de agua en el océano de millones de inmigrantes musulmanes.

LIMPIEZA ÉTNICA. La ONU condenó la ley por considerarla violatoria de la Carta de Derechos Humanos, que podría degenerar en una campaña de limpieza étnica similar a la que el régimen militar birmano contra la minoría musulmana rohinyá. “La Ley de Ciudadanía socava el compromiso con la igualdad frente a la ley, consagrado en la Constitución de India", con el objetivo de reprimir a las minoría musulmana y tratar así de crear un Estado hindú o un Hindu Rashtra; de igual manera que las leyes antiinmigrante en Hungría parecen buscar un Estado cristiano; en Arabia Saudita un Estado musulmán sunita, o en Israel un Estado judío.

Pero, siendo todos los casos graves, el indio tiene un problema añadido gigantesco: la minoría musulmana en India está compuesta por más de 180 millones de personas. ¿Cómo se puede reprimir a una población que supera los 126 millones de habitantes en México y los 36 millones de mexicanos en EU? Las consecuencias serían catastróficas y repercutirían en todo el mundo.

La alta comisaria de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, manifestó su esperanza de que la comunidad internacional presione para que el gobierno de Modi dé marcha atrás a la polémica ley segregacionista, pensando sobre todo en el líder más poderoso del mundo, que es, además, quien más admira Modi: Donald Trump.

Pero, ¿cómo puede pensar que el presidente de EU quiera convencer al premier indio, si defiende lo mismo que él y que sus aliados internacionales más afines: el brasileño Jair Bolsonaro, el húngaro Viktor Orban y el británico Boris Johnson?

De hecho, Trump hizo lo contrario que pedía Bachelet. El lunes viajó a India para darse el baño de masas que no tendrá ni en sueños en otra parte del mundo, ni siquiera en Estados Unidos, con más de cien mil personas aclamándolo en un estadio de Ahmedabad. Por fin, el republicano sintió lo que es ser aclamado por las multitudes, y ocurrió en la mayor ciudad del estado occidental de Guyarat, de donde es originario Modi… y casualmente donde nació Mahatma Gandhi.

LA DOBLE MUERTE DE GANDHI. Si el padre de la no violencia levantara la cabeza y viera a cien mil indios de su propio estado coreando los nombres de dos supremacistas, uno blanco y otro hindú, festejándose por el contrato que firmaron para surtir de armamento estadunidense al gobierno indio, volvería amargado a la tumba, a donde lo envió otro nacionalista hindú, Nathuram Godse, tras dispararle a quemarropa el 15 de noviembre de 1945.

Durante su juicio, Godse justificó su crimen en venganza por la defensa de Gandhi de los indios musulmanes para que fueran ciudadanos de pleno derecho y en igualdad de condiciones que la mayoría hindú en la nueva India, surgida del gigantesco Imperio Indio Británico.

El nacionalista hindú murió en la horca en 1949, a tiempo para ver que cómo el sueño se Gandhi de una República India se convertía en pesadilla y se rompía, literalmente, dos años antes, en 1947, con la traumática partición del país: los musulmanes en los extremos —Pakistán y Bangladesh— y en el centro, en la República India, los hindúes.

La pesadilla de Gandhi —la violencia fratricida entre indios musulmanes e indios hindúes— se hizo realidad. Por Cachemira, que quedó del lado indio, pese a ser de mayoría musulmana, Pakistán e India han ido ya tres veces a la guerra y se armaron con la bomba atómica. Por otra parte, los estados y ciudades indias con fuerte población musulmana han sido escenario de episodios sangrientos interreligiosos, el más grave de todos ellos ocurrido en 2002, precisamente en el estado de Guyarat, con un saldo oficial de muertos de 202 hindúes frente a 790 musulmanes, muchos de ellos quemados vivos.

¿Y quién era el gobernador de Guyarat cuando estallaron los disturbios? Era Modi, el mismo que ahora quiere imponer su nacionalismo hindú en toda India y el causante de los actuales disturbios en Nueva Delhi, los más sangrientos en décadas, con casi un centenar de muertos, que estallaron precisamente con la llegada de Trump a India.

Quizá Modi se sienta la reencarnación de Gandhi, a lo mejor porque piensa que lo lleva escrito en su nombre —Nerendra en hindi significa Rey de los hombres—; quizá lo crea también su aliado Trump. Pero sus sueños de un imperio hindú están más cerca de convertirse en una pesadilla que podría convertir el sur de Asia en el nuevo polvorín del mundo, si nadie consigue frenarlo.

fransink@outlook.com