Opinión

Montajes, patrañas y comercio exterior

Montajes, patrañas y comercio exterior

Montajes, patrañas y comercio exterior

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Montajes, patrañas y comercio exterior

RAFAEL CARDONA

De plano se ignora si la mermada hacienda de la austeridad republicana ha requerido préstamos bancarios propios o si el Banco Nacional de Comercio Exteriores ha financiado la peregrina labor del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard en su anunciado periplo por el mundo para adquirir las inexistentes vacunas del programas sin embargo vigente de vacunación, porque ya sabemos, los mexicanos podemos hacer caldo de pollo antes de conseguir el ave y la cazuela, lo cual habla de nuestra capacidad de improvisación y nuestra mayúscula inventiva.

Pero sea como sea, y si algún dinero le hubiera quedado disponible al banco de asuntos foráneos después del fideicomiso con el cual le pagan su lambisconería a Epigmenio Ibarra; por ejemplo, ya sale nuestro Marco Polo en andanza por la moderna ruta de la seda para ver si en otras lejanas naciones halla los fármacos salvadores, imposibles de conseguir en México porque no ha habido cerebro nacional capaz de producir sueros protectores.

Y esto porque la cultura mexicana se expresa en su talento para preparar escamoles, pero no para sintetizar proteínas o hacer productos farmacéuticos de primera línea. Preferimos decir, ha sido un milagro, en lugar de reconocer cómo el subdesarrollo es parejo: lo abarca todo: la política, la democracia, el futbol, el Poder Legislativo y hasta el pavimento de las calles.

Los científicos mexicanos son pocos, mal pagados y peor tratados. Por eso hemos pasado de noche, en la escasez oscura del conocimiento. Si llegamos tarde al banquete de la civilización, ni siquiera hemos entrado al salón de las ciencias.

Todavía hacemos “limpias” y guardamos talismanes en el bolsillo trasero. Nada de cuanto vemos a nuestro alrededor --ni el reloj, el automóvil, el avión, el bolígrafo, la televisión o la computadora; el teléfono o el zapato--, surgió del talento nacional. Con impotencia podemos comparar Silicon Valley con el Valle del Mezquital.

Pero ahí va nuestro canciller. Con el orgullo de quien no produce pero sabe comprar --o pedir prestado, como sucedió con Mr. Biden--, y sustituye sus carencias con proclamas justicieras: las naciones desarrolladas deben compartir sus vacunas con los países pobres e ignorantes, como nosotros, esa es la dignidad soberana de los necesitados.

Porque si el respeto al derecho ajeno es la paz; por el bien del mundo, primero los pobres. Irá Don Marcelo a las tierras donde Alejandro Magno fundó Bucefalia. Recorrerá la China inmortal; acudirá a la Madre Rusia y en el camino, pues quien sabe si tropiece con algún entretenimiento, porque no todo debe ser rigor en la vida.

Pero el fulgurante recorrido planetario no está bien visto por todos. Ya el parlanchín merolico de la “Cuarta Vacunación” le ha mostrado los colmillos y ante la muy promisoria gira planetaria, al cabo de la cual repetirá Marcelo su frase favorita, “Misión cumplida; señor presidente”, como dijo Tibbits tras su aventura japonesa, expresa su escéptico comentario, porque “esta semana llegará al país en tres paquetes el embarque más grande de vacunas de Pfizer (487 mil 500 dosis el lunes, el jueves una dotación semejante y el viernes, 327 mil 600, para sumar un millón 302 mil 500). “Además (refiere La Jornada), posiblemente durante la semana en curso se liberarán 432 mil 260 dosis de la CanSino envasada en México.

“Al corte del lunes en la noche, el país había recibido 15 millones 163 mil 420 dosis y se tenía el registro de 9 millones 366 mil 993 personas vacunadas, por lo cual, en estos días se superará el nivel de los 10 millones de ciudadanos protegidos”, como quien dice, ni para qué los viajes del Marco Polo 4-T.

Pero la incomprensión malintencionada es un hecho. No se dan cuenta de la magna labor y la enorme responsabilidad con las cuales el Señor gobierno hace esfuerzos por salvarnos la vida, aun a riesgo de la propia. No hay clemencia en la inquina, no hay pudor en el regateo de los méritos; hasta montan escenas donde una aguja sin nada más penetra en el brazo de un paciente. pura farsa, pura simulación.