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No era nini, pero el programa de AMLO le dio el empujoncito que buscaba desde los 10 años

La primera generación de jóvenes que lograron una beca del gobierno de la 4T salió ya del proyecto estrella de López Obrador; Crónica presentará sus historias, su regreso a la vida sin beca. Fue tomado como aprendiz en una agencia de marketing, recibiendo $3,748.00cada mes. “Eran trabajos sencillos, desde sacar copias hasta ir por el café” la curiosidad lo hizo terminar los trámites para que la agencia lo seleccionara. Y sí, lo seleccionó.

La primera generación de jóvenes que lograron una beca del gobierno de la 4T salió ya del proyecto estrella de López Obrador; Crónica presentará sus historias, su regreso a la vida sin beca. Fue tomado como aprendiz en una agencia de marketing, recibiendo $3,748.00cada mes. “Eran trabajos sencillos, desde sacar copias hasta ir por el café” la curiosidad lo hizo terminar los trámites para que la agencia lo seleccionara. Y sí, lo seleccionó.

No era nini, pero el programa de AMLO le dio el empujoncito que buscaba desde los 10 años

No era nini, pero el programa de AMLO le dio el empujoncito que buscaba desde los 10 años

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

David Cortez es un joven de 26 años, es el menor de una familia de 5 hijos y actualmente estudia la carrera de Ingeniera Mecánica en una de las universidades más prestigiosas de México, la UNAM. Si está allí, en buena medida, se debe a que fue uno de los cientos de miles de muchachos que formaron la primera generación de Jóvenes Construyendo el Futuro.

David necesitaba de un empujón para que su futuro pueda ser exitoso. Nunca fue un nini, esos muchachos que ni estudian ni trabajan a los que se destinó el programa de Consruyendo el Futuro. Todo lo contrario, David hizo hasta lo imposible por mantenerse en las aulas y siempre vio en el trabajo una forma de superación.

A muy corta edad la vida de David cambió repentinamente pues, siendo un niño de 10 años, su madre falleció, quedando al cuidado de su padre y sus hermanos. Pero para él la niñez no fue algo complicado, siempre contó con el amor de su familia, aunque teniendo un padre forzadamente distante, que dedicaba su tiempo a trabajar para sacar adelante a su familia, sin duda su madre siempre le hizo falta, puede deducirse con facilidad.

A pesar de criarse en una de las zonas más problemáticas de la Alcaldía Cuauhtémoc, el barrio de Peralvillo, David creció acuñado en esa idea de tener un trabajo honrado y que ésa es la mejor manera de conseguir las cosas.

Los estudios siempre fueron prioritarios, destacó como uno de los mejores estudiantes en la secundaria a la que asistió, mostrando siempre un excelente desempeño, aunque siendo parte de una familia numerosa, la opción de dedicarse solamente a los estudios se cerró cuando cumplió 16 años; el dinero en casa no era suficiente y David comenzó a trabajar para solventar sus gastos.

Su primer trabajo formal, fue como cajero en un Oxxo. Trabajaba los turnos nocturnos para poder seguir estudiando y no disminuir su desempeño en las clases. Los ingresos que obtenía trabajando en la tienda no eran suficientes y decidió complementarlo con otro trabajo, este informal, limpiando parabrisas frente al Metro Etiopia. Otros trabajos eventuales de toda índole se le fueron poniendo enfrente y a todos les entró con empeño.

Estudiando de día y trabajando cada espacio de tiempo libre, el joven cumplió uno de sus sueños académicos al entrar con un excelente promedio al Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos 10, escuela que forma parte del IPN.

Sin embargo, esta estrategia de multiplicar trabajos no terminaba de abrirle camino hacia un buen futuro. El limpiaparabrisas, cajero, vendedor departamental y hasta animador de fiestas, vio que llegaba el momento, a los 19 años, de buscar su independencia, dejar el hogar paterno para vivir solo en un pequeño cuarto ubicado en el centro de la ciudad.

Alejado de su familia, con las presiones de la escuela y con los gastos de vivir solo, David conoció el agobio. Era evidente que faltaba un empujón adicional para que este muchacho, convencido de que debía estudiar y debía trabajar, no tuviera que abandonar la escuela y optar por un trabajo de tiempo completo en el que probablemente no ascendería por falta de estudios.

Fue entonces cuando se enteró, al igual que muchos jóvenes, del programa estrella del lopezobradorismo, Jóvenes Construyendo el futuro, y decidió inscribirse.

Fue tomado como aprendiz en una agencia de marketing, recibiendo $3,748.00 cada mes. “Eran trabajos sencillos, desde sacar copias hasta ir por el café de los jefes”, en realidad llegó allí porque era la única empresa que tenía cupo y la curiosidad lo hizo terminar los trámites para que la agencia lo seleccionara. Y sí, lo seleccionó.

Ese empujoncito fue invaluable, pues si bien el dinero de la beca aún no lograba solventar sus gastos, David hizo una apuesta todavía más alta: tenía un par de meses en Jóvenes Construyendo el Futuro y decidió seguir dobleteando: vendió café, cd piratas, ropa, entre otros productos, para incrementar sus ingresos.

Este joven ya tenía claro qué era lo que la beca amlista podía hacer para cambiar su vida. Impulsado por las ganas de retomar sus estudios, invirtió parte de los recursos de su beca y de lo proveniente del comercio informal para dar el enganche de un auto que pensaba poner a trabajar de Uber.

Fue un tiempo de decisiones. 2019 fue un año en el que se sucedieron inseguridades sobre si su plan resultaría y si realmente, apostando todo a la compra del auto, lograría salir adelante. Dormía poco y casi no comía.

El primer logro se materializó: el coche le fue entregado y lo puso de inmediato a trabajar, dejando el comercio informal de lado.

La perseverancia trajo más resultados. Incluso se dio un lujo que pocos jóvenes pueden darse, saltar del Instituto Politécnico Nacional a la UNAM. Hizo el examen de admisión y consiguió retomar sus estudios en una de las plazas competidísimas de las ingenierías en la Universidad Nacional.

La beca terminó en diciembre, pero ya con el auto trabajando en un esquema de cliente privado para una cartera de clientes exclusivos que pudo hacerse por su buen talante.

Sigue trabajando como chofer en su propio auto (bueno, casi suyo, pues lo sigue pagando). Ahora a él le restan 5 años para terminar su carrera, no tiene miedo a perder lo que ha conseguido porque ha estado en el fondo y se ha levantado, planea seguir conduciendo hasta graduarse. Pero su vista está fija en ser uno de los mejores ingenieros del país.

Nunca fue un nini, pero para él, en efecto, Construyendo el Futuro fue el empujoncito extra que estuvo buscando desde que tenía 10 años y tuvo que comenzar afrontar la realidad de la vida.