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“No es caída de ventas, esto es un desplome”

En recorrido por la alcaldía de Cuauhtémoc, Crónica constata el cierre de la mayoría de las fondas y taquerías; en las pocas abiertas, encargados ven con preocupación la falta de clientes. Dudan del apoyo del gobierno; “puras patrañas”, dicen.

En recorrido por la alcaldía de Cuauhtémoc, Crónica constata el cierre de la mayoría de las fondas y taquerías; en las pocas abiertas, encargados ven con preocupación la falta de clientes. Dudan del apoyo del gobierno; “puras patrañas”, dicen.

“No es caída de ventas, esto es un desplome”

“No es caída de ventas, esto es un desplome”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Entrada la segunda fase en México de la pandemia por el coronavirus, los pequeños comercios y establecimientos sudan la gota gorda de jornadas fantasmales. Fonditas y taquerías han bajado la cortina.

En un recorrido por establecimientos ubicados en la alcaldía Cuauhtémoc se observó el cierre total de negocios de venta de comida corrida. Incluso, con cartulinas pegadas en las cortinas, informan a su clientela —generalmente empleados de oficinas gubernamentales o gerentes de tiendas de plazas comerciales— que por la actual contingencia sanitaria sus actividades se suspenden. En Santa María la Ribera establecen como fecha el 6 de abril, aunque la disposición oficial para retomar el trabajo ordinario en todo el país es pasada la primera quincena de ese mes.

En taquerías de la misma colonia, El Paisa, como sus clientes le dicen al dueño, de nombre Ernesto, de este local de tacos de carnitas y suadero, comenta: “Está canijo. No es una caída de venta, es un desplome. Me estoy quedando con casi toda la carne. Hay que pagar renta, que no es nada barata. ¡Échele¡ (cuentas), en esta zona que se ha encarecido, son 12 mil pesos mensuales. No voy a cerrar, pero... ya ni sé qué hacer”.

El taquero, además de ser una persona de la tercera edad, se muestra molesto y cuestiona: “¿Usted, de verdad cree esto del coronavirus? Yo tengo que trabajar, nadie me va a dar nada. Mis hijos están también en lo suyo. Tampoco creo nada de apoyos del gobierno. Son, ¿cómo dicen?, puras patrañas, así se lo digo”.

Se le compra un par de tacos. Ha pasado media hora de platicar con él. Nadie más se para a consumir en la taquería que, previo al anuncio de la entrada de la fase II de la pandemia por COVID-19, lucía con aforo constante.

En algunos establecimientos del mismo giro comercial ubicados en el Centro Histórico de la Ciudad de México se dan dos situaciones: Por un lado, en la Taquería Tlaquepaque, con ocho empleados en total —siete hombres y una mujer, ésta, parte de la familia dueña del lugar—, los despachadores se dividieron.

La mitad de la plantilla laboral no estuvo dispuesta a trabajar dos horas más. Los propietarios les propusieron trabajar a todos medio turno, de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, hora en que se cerraría el local ante la falta de ventas, pero esas dos horas, los que entraban por la tarde no tendrían remuneración y decidieron irse a su casa sin goce de sueldo hasta que todo se normalice.

Los otro cuatro empleados y la dueña encargada atienden el negocio. A los que prefirieron sí trabajar, pese a dos horas más de jornada, les era imposible dejar de percibir su salario semanal.

“La fiesta de quince años de mi hija está en puerta, bueno, estaba, porque también tuvimos que recorrer la fecha. Ya no será en abril, sino en mayo, pero estoy pagando todavía muchos preparativos. Son como cien mil pesos en total de la fiesta, con todo y que hay padrinos”, dice Martín, que admite una situación económica difícil, y no puede agravarla más en su economía familiar. Su esposa trabaja en el gobierno, y aún no sabe si sí le van a pagar su sueldo por estar yendo a trabajar, porque su labor no se puede hacer como home office. Es del área de intendencia.

Martín también admite una caída “tremenda” de las ventas, pero cerrar totalmente, señala, tampoco es lo mejor.

En ese tenor se manifiestan otros taquerías, que desconocen de apoyos económicos para después de la contingencia para poder enfrentar la disminución de la venta y, sobre todo, la renta de los locales, que oscila entre 12 y 15 mil pesos al mes.

Las fonditas pasan por lo mismo. Se venden menos menús de comidas corridas. De tres guisados que ofrecían ahora sólo es uno, pero lo suficiente que van calculando cada día, porque cada uno es diferente, conforme se dan las instrucciones del gobierno.

“La semana pasada todavía teníamos clientela. Después de que dijeron que ya estamos en fase 2 de esta enfermedad ya no hay casi venta. Venían hombres, muchos ya grandes (adultos mayores). Son gente sola que no se hace de comer, pero son a quienes principalmente les dijeron que deben permanecer en sus casas, quién sabe cómo le van a hacer”, dice Laura, que lleva más de 15 años trabajando en la fonda El Buen Sazón, en el Centro.

“Pienso en esa gente mayor. Cómo le van a hacer. Agradecemos al dueño que no cierre, porque vivimos del salario diario. Yo por ejemplo, bueno, son 900 pesos a la semana los que me dan. Atiendo de 10:00 a las 17:00 horas”.

Laura tiene 45 años. No terminó la secundaria, tiene dos hijos que tampoco llegaron al nivel básico medio de educación.

Como ella, muchos empleados de fonditas ven pasar los días fantasmales en calles de la ciudad, pues cada vez es más escasa la gente y la clientela.