Opinión

No hace falta ser un genio

No hace falta  ser un genio

No hace falta ser un genio

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

No hace falta ser un genio para darse cuenta de que cuando un sistema produce resultados tan inconsistentes con sus metas, necesita ser reformado. Es uno de los planteamientos de Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, en su reflexión posteada en LinkedIn, difundida también en un prestigioso diario  (“It doesn’t take a genius” to know capitalism needs fixing”, The New York Times, 5abril2019, nytdirect@nytimes.com). A partir del análisis de la situación en su país, el multimillonario estadunidense comenta que el capitalismo ha evolucionado de tal manera que no está funcionando adecuadamente para la mayoría, ya que está produciendo espirales que se refuerzan a sí mismas en favor de los que poseen más y en detrimento de los que menos tienen. Comenta que la desigualdad en el bienestar y la riqueza, especialmente cuando viene acompañada de disparidades en los valores, tiende a alentar la conflictividad en el gobierno, lo cual se manifiesta en la forma de populismo de derechas o de izquierdas y a menudo en revoluciones de un tipo o del otro. Para Dalio, en el mundo actual vemos conflictos entre populistas de izquierda y de derecha similares a los de los años treinta del siglo pasado, cuando hubo una enorme brecha comparable al presente en el ingreso y la riqueza.

No queda claro, sin embargo, el tipo de reforma a gran escala que debía emprender el capitalismo. Siguiendo el paralelismo de la historia, la respuesta reformista a la crisis de la década de los treinta en Estados Unidos fue la política del New Deal que tuvo como propósito combatir los efectos negativos de la gran depresión en ese país.  El Nuevo Trato del presidente Roosevelt impulsó un programa que alentó una mayor intervención del gobierno en la economía para reactivarla mediante el consumo y la inversión: estableció controles bancarios, reguló las relaciones entre patrones y trabajadores, y creó un sistema de seguro de desempleo y de pensiones, entre otras medidas económicas y sociales. A escala global, no obstante, la crisis del capitalismo se ahondaría hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La construcción y consolidación del llamado Estado benefactor en Europa y en varios países —dejando de lado el surgimiento, apogeo y colapso del llamado socialismo real— ocurriría en las décadas posteriores tras ese trágico interregno, modelo que precisamente entraría en una crisis paulatina aproximadamente 40 años después, dando lugar al cambio de paradigma económico y político pugnado por el denominado neoliberalismo, que justo nos llevó hasta el momento presente, en el que se vuelve a debatir qué hacer frente al estado de cosas.  Aproximadamente al cabo de cuatro décadas de esa última ola reformadora que renegó del estatismo y que dio fe del derrumbe del socialismo real, abogando por el mercado libre, pareciera que el mundo estuviera de regreso al primer año de primaria.

Como hemos insistido en otras columnas, prácticamente hacia donde se mire en el mundo, las sociedades parecen padecer una fuerte sacudida en su tradicional orden establecido, dada una imbricada maraña de fenómenos sucediendo de diversas maneras y con diferentes grados de intensidad en lo político, lo económico, lo social y lo cultural, en su interior y desde fuera de ellas.  La novedad parece ser la vuelta del populismo en sus distintas vertientes nacionales y ánimos globales, si nos atenemos al análisis de Ray Dalio. No obstante, nos sigue persiguiendo el ancestral problema de la desigualdad y sus manifestaciones de marginación, pobreza y concentración de los privilegios, si bien con sus respectivas diferenciaciones en las distintas sociedades nacionales. No es lo mismo la pobreza en un país como Estados Unidos que en Haití, por mencionar un claro ejemplo de discordancia en el desarrollo.

Parece evidente que la sociedad, por ponerlo en su conjunto, cuenta sobradamente con el diagnóstico sobre la enorme desigualdad producida en el mundo y de la necesidad de abatirla, así como sobre el fracaso relativo de los modelos de organización y desarrollo político, económico y social ensayados desde el primer tercio del siglo pasado y hasta la segunda década del presente. Para Dalio, un problema fundamental es que los capitalistas típicamente no saben dividir el pastel adecuadamente y los socialistas usualmente no saben cómo cocinarlo de forma debida.  Parece menos evidente cómo avanzar en un contexto de polarización, confusión y aparente caos internacional. No queda claro todavía en el presente si estamos frente a cambios coyunturales o de algo más profundo en el sistema internacional.  De momento no deja de llamar la atención que voces prominentes del capitalismo como las de este multimillonario apunten también a la necesidad de cambios en la situación prevaleciente.

gpuenteo@hotmail.com