Opinión

Omar Baqueiro, sobre la diplomacia cultural

Omar Baqueiro, sobre la diplomacia cultural

Omar Baqueiro, sobre la diplomacia cultural

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En la discusión pública sobre los retos y oportunidades que representa para México un relanzamiento de su diplomacia cultural y la importancia de formular una estrategia ambiciosa para la promoción internacional de la imagen de México en el arranque de un nuevo sexenio, son escasas las nuevas voces que alimentan el debate con reflexiones y propuestas.

Llamaron mi atención por lo mismo dos artículos recientes aparecidos en la revista Foreing Affairs Latinoamérica, a cargo de Omar Baqueiro, quien —nos informa la revista—es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana y maestro en Economía de la Cultura por la Universidad Erasmus de Rotterdam.

No tengo aún el gusto de conocerle, pero celebro que aparezca una nueva generación de interesados en el tema, con una visión académica, institucional, y al mismo tiempo independiente a la hora de pensar en fórmulas y soluciones al desafío de construir para México una plataforma de influencia y atracción en el mundo a través de las acciones culturales en el exterior.

En la primera de estas dos colaboraciones aparecida en el mes de febrero en la publicación del ITAM, y con una pregunta por demás pertinente a manera de título: “¿Diplomacia cultural y austeridad republicana?”, el autor atina al poner en el centro de la reflexión el recurrente problema de la insuficiencia de recursos para financiar a nuestra diplomacia cultural.

Mas aún, Baqueiro considera que ha faltado en el diseño institucional de nuestra diplomacia cultural una suerte de marco regulatorio y legal que permita diseñar programas de largo plazo, que aseguren la continuidad e incluso que planteen una suerte de obligatoriedad para las acciones emprendidas, a la manera en que los principios de la política exterior de México se asientan en la letra constitucional:

“Resulta necesario —escribe— establecer formalmente objetivos en materia de diplomacia cultural, que le den a la tarea un carácter de “obligatoriedad” y de largo plazo, que le sirvan al Estado de guía, indicándole bajo qué propósitos se precisa difundir la cultura de México. Tal y como sucede con los principios de política exterior, plasmados en la Constitución”.

¿Puede ser compatible un programa para edificar una nueva y ambiciosa diplomacia cultural acorde con la aspiración de austeridad republicana anunciada por el gobierno que recién comienza? Baqueiro responde afirmativamente a esta pregunta y yo coincido con él. Para lo cual se requiere —como él lo comenta— acudir a diversas e innovadoras formas de financiamiento, incluida por su puesto una participación orgánica y articulada del sector privado en estas tareas. Lo cito:

“Es necesario hacer partícipe a la iniciativa privada radicada en el país de la promoción de la cultura mexicana en el exterior y buscar mejores estrategias para recaudar sus recursos. Ya sea mediante la creación de un nuevo organismo donatario, como el anunciado por (Alejandra) Frausto en la (Reunión de Embajadores y Consules/ REC 2019), o por medio de los ya existentes, como el Fondo Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que depende de Amexcid, y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Si bien estos fondos recaudan recursos de particulares que en ocasiones se emplean para proyectos de diplomacia cultural, son pocas las veces que esto ocurre. Por lo que, si se decidiera captar más y mayores montos, lo ideal sería crear un comité que auxilie al consejo, de cualquiera de estos organismos, para coordinar un programa, como consecuencia, y desarrolle una ambiciosa y permanente campaña de recaudación de fondos”.

Coincido de nuevo con Baqueiro, y añadiría que es necesario identificar —primero— y buscar esquemas de coordinación —después— a todas aquellas fuentes y entidades públicas y privadas de México que en la actualidad ya forman parte de las más diversas acciones encaminadas a construir puentes para el diálogo y la acción cultural de México con el resto del mundo.

Las Secretarías de Relaciones Exteriores y de Cultura han concentrado y visibilizado la mayoría de estas acciones en los últimos años, pero desde la Secretaría de Economía, de Turismo o de Educación Pública se cuentan a su vez con programas, herramientas y presupuestos que directa o indirectamente forman parte de esta estrategia que se antojaría común, en efecto, pero que en realidad no ha sido coordinada ni empaquetada en un mismo discurso.

Y hay también otros actores destacados e imprescindibles. El Fondo de Cultura Económica, por ejemplo, o bien las principales universidades del país (muy destacadamente la UNAM, el ITESM y la IBERO); y por supuesto las acciones internacionales de los estados de la federación y aún de los municipios más grandes del país, forman todos parte de esta compleja, diversa y hasta hoy desarticulada construcción de una diplomacia cultural para México.

En su artículo —que no agoto con estos comentarios— Baqueiro explora diversas posibilidades desde México bien para los ya existentes institutos cultuales dependientes de la cancillería mexicana, con el fin de dotar con recursos externos a los programas de acción cultural en el extranjero, y concluye:

“Para quienes vemos en la diplomacia cultural una estrategia de política exterior capaz de tener un gran impacto positivo en la imagen del país, resulta alentador ver que la “Cuarta Transformación” tendrá voluntad de impulsarla. Ahora, será necesario que esa voluntad se plasme en mecanismos formales que, por un lado, hereden a los futuros gobiernos una serie de lineamientos y objetivos sobre cómo regirse en la materia, como política de Estado, y por el otro, que se garantice la asignación de recursos (públicos y privados) entre gobiernos para que cualquier plan y programa encaminado en el tema, no sea meramente simbólico ni interrumpido. La diplomacia cultural es de suma importancia porque, si bien los gobiernos federales van y vienen cada 6 años, el país y la República permanecerán por muchos más. De esta manera la imagen del país debiera procurarse siempre, y la oportunidad que se tiene ahora es única”.

En una segunda colaboración para Foreing Affairs Latinoamérica del mes de abril, Omar Baqueiro aborda un tema ampliamente comentado y discutido en esta columna: la emergencia cada vez más asombrosa y estimulante de una comunidad artística e intelectual mexicana con enorme presencia y prestigio internacional. Una oportunidad de oro, un capital humano sin precedentes, para emprender acciones en favor de la imagen y la influencia de México en el exterior. Con el título: La ola mexicana, el arte de México en el mundo, este segundo artículo ratifica a Baqueiro como un interlocutor documentado y atento en este debate que ha cobrado renovados bríos y ha sembrado expectativas en el umbral de un nuevo gobierno en nuestro país.

edgardobermejo@yahoo.com
Twitter: @edgardobermejo