Opinión

Otro libro de Reyes de obligada lectura

Otro libro de Reyes de obligada lectura

Otro libro de Reyes de obligada lectura

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Javier Garciadiego*

Desde hace poco más de un año, desde la campaña presidencial, la sociedad mexicana ha escuchado sobre la conveniencia de que todos leamos la Cartilla Moral, de Alfonso Reyes, como un elemento que ayudará a que se restauren los principales valores éticos en nuestra convivencia social. También hemos oído el anuncio de que el texto alfonsino servirá de base para la redacción de una “Constitución Moral”, que no tendrá carácter obligatorio sino simplemente axiológico. Omito referirme al debate que esto ha generado. Simplemente consigno que en el informe presidencial del pasado 1.° de septiembre el presidente López Obrador anunció la impresión gubernamental de millones de ejemplares de la Cartilla Moral. No recuerdo mención concreta, personal, de ningún otro libro en un informe presidencial.

Dado que este 2019 conmemoramos —esto es, recordamos juntos— los quinientos años de la llegada de los españoles a los valles centrales de lo que hoy es México, convendría también leer la Visión de Anáhuac, sin duda el texto más conocido de Reyes, tanto en México como en el extranjero. En efecto, ha sido editado en Costa Rica, España, Puerto Rico y Cuba, y es sin duda su texto más veces traducido, al francés, alemán, checo, inglés, italiano y japonés, en una época en la que todavía no se lograba la internacionalización de la literatura latinoamericana.

Visión de Anáhuac fue escrito en Madrid entre 1915 y 1916, durante el doloroso exilio que vivió Alfonso Reyes, luego de la muerte de su padre en el absurdo intento de que le entregaran el Palacio Nacional al inicio del cuartelazo de febrero de 1913, y después de haber ocupado, por un año, un puesto menor en el servicio diplomático huertista. Se combinaron varios factores para que escribiera Visión de Anáhuac: primero, su nostalgia por el país, que sufría el año más violento —1915— del decenio revolucionario; porque quiso buscar en el pasado una etapa histórica que le permitiera confiar en el resurgimiento del país; porque la etapa del ‘encuentro’ de las dos civilizaciones le permitía referirse a su país de origen y a su país de destino; por último, porque a mediados de 1915 entró a trabajar al Centro de Estudios Históricos, localizado en la Biblioteca Nacional y dirigido por Ramón Menéndez Pidal, donde se le encargaron trabajos sobre autores del ‘Siglo de Oro’. Como siempre, hizo lecturas y escribió textos propios en forma paralela a sus escritos y lecturas de origen laboral. Visión de Anáhuac fue escrita en estas condiciones.

¿Por qué es importante leer —o releer— Visión de Anáhuac este año de 2019? La respuesta es obvia y simple: porque Reyes describe los acontecimientos que tuvieron lugar en México hace precisamente quinientos años, cuando los españoles dejaron la costa y penetraron al centro de México. Lo que Reyes narra, basado en cronistas como Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara, Antonio Solís y, sobre todo, Hernán Cortés, es la geografía del valle de Anáhuac, sus bosques, lagos y montañas; describe también la ciudad de Tenochtitlan —piedra flotante— sus canales, avenidas, su principal templo, el palacio del gobernante y el populoso mercado, pletórico de colores, olores, ruidos y sabores.

Para ratificar que Visión de Anáhuac es el libro idóneo para recordar lo que pasó hace quinientos años, debe saberse que su título original era Mil quinientos diez y nueve, así, en letras, y que fue su editor, el costarricense Joaquín García Monge, quien le puso el título que lo haría famoso: Visión de Anáhuac. 1519. O sea, conservaba la cifra de la efeméride, pero le asignaba un título más poético, que por cierto era la segunda opción de título para Reyes.

Previsiblemente, aquella primera edición, hecha en Costa Rica, tuvo pocas ventas. Luego vino una segunda edición, publicada en Madrid, que le permitió ser leída en España, pero sus ecos en México eran pobrísimos. Puede asegurarse que Visión de Anáhuac. 1519 pudo ser leída ampliamente en México hasta el decenio de los ‘cincuenta’. Aparecieron entonces por lo menos tres ediciones, y no hay duda de que fue leída por los jóvenes escritores, como Fernando Benítez, que hacia 1950 publicó La Ruta de Hernán Cortés, y como Carlos Fuentes, que en 1958 publicó su primera novela, La región más transparente, frase que procede del epígrafe de Reyes: Viajero: has llegado a la región más transparente del aire.

A partir de esos años la Visión de Anáhuac. 1519 se convirtió en el libro más leído de Reyes, el más veces reeditado y lo más cercano a su libro insignia. Para ello influyeron causas literarias y causas no literarias. Entre las primeras destaca por su gran calidad literaria; entre las segundas, por el uso que del epígrafe hicieron los ciudadanos atentos a los temas ambientales y urbanísticos, para reclamar, con una frase ahora nostálgica, el crimen ecológico y arquitectónico que hemos cometido contra la Ciudad de México. También, por sus correspondencias con los murales de Diego Rivera en el corredor superior del Palacio Nacional, y por su consonancia con los descubrimientos del Templo Mayor.

No hay duda: buena parte de la fama y del prestigio de los que que goza Reyes se los debe a Visión de Anáhuac. 1519, y a su atinadísimo epígrafe. Por eso debemos releerla hoy: para conocer lo sucedido aquí hace quinientos años, y para tener siempre presente lo que le hemos hecho a la Ciudad de México en el último siglo.1

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Habrá una conferencia sobre este tema el viernes 18 de octubre, a las 6:30 en El Colegio Nacional, y unos días después se inaugurará una exposición en el Museo Nacional de Antropología sobre el mismo libro.

*Miembro de El Colegio Nacional