Opinión

Palanca del desarrollo

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La clausura de las escuelas durante 15 meses es un desastre para el país, aunque pocas personas lo advierten. La pérdida en adquisición de conocimientos, habilidades y destrezas entre niños y adolescentes es inmensa y sólo con los años la podremos aquilatar.

El actual problema es el regreso a clases. La SEP ha dado, al respecto, instrucciones imprecisas y ambiguas. Por un lado, hizo eco de la idea presidencial de regresar a las aulas al día siguiente de las elecciones y giró instrucciones para que eso sucediera, pero, enseguida dijo que, en realidad, la decisión la tomaría cada una de las comunidades escolares.

A esto se sumó una nueva decisión: prolongar durante un mes el ciclo escolar. ¿Cuál fue el motivo pedagógico de esta nueva decisión? No lo sabemos. En las escuelas, por lo pronto, priva el desconcierto y los maestros están molestos porque la autoridad rompe las pautas tradicionales de su trabajo sin consultarles.

Muchos maestros desean que se retorne a las rutinas del pasado --siguiendo, desde luego, los protocolos sanitarios correspondientes. Pero hay otros que piensan que debería cambiar la organización de la enseñanza e incorporar en ella las nuevas tecnologías.

Adoptar, dicen el “modelo híbrido”. Esa fue la decisión que tomó recientemente el gobierno de Alemania y para eso destinó 6 mil millones de euros. Se trata de dotar a alumnos y maestros con equipos y de entrenar a unos y a otros para que los sepan utilizar.

Un proyecto semejante es inconcebible en México por la sencilla razón de que las arcas del sector educativo están vacías. Los recursos de la educación en su mayor parte fueron desviados para utilizarse en becas, que son el programa que más interesa al presidente.

Otra dificultad que tenemos en México para pasar en las aulas al “modelo híbrido” es la deficiente preparación de muchos docentes en habilidades digitales, una laguna en su formación que se relaciona probablemente con las deficiencias de las escuelas normales y con la ausencia de programas vigorosos (y actualizados) de formación continua de docentes.

La tarea prioritaria, sin embargo, debería ser realizar una evaluación sistemática, exhaustiva, del sistema educativo para identificar las lagunas cognitivas y formativas que creó el confinamiento. Esa evaluación debería ser el centro de las preocupaciones de las autoridades. Para realizarla, las autoridades educativas --federales y estatales-- deberían convocar a las organizaciones civiles y a las personas con mayor calificación –dentro y fuera del sector público- para llevarla a cabo.

Dudo, sin embargo, que la SEP –y las secretarias de los estados-- pueda emprender un proyecto de este tipo. Primero, porque una evaluación de estas características y dimensiones cuesta mucho dinero y, como antes dije, las arcas están vacías, y, segundo, porque el presidente y, por extensión, todos los funcionarios de la 4T, desconfían de los expertos, de los académicos y de las organizaciones de la sociedad civil.

En otras palabras, por el momento, no hay ruta salvadora para la educación. No se ven salidas. Esta situación desesperante y lamentable es el resultado de una política populista y oscurantista, que se niega a admitir que la educación es la principal palanca para el desarrollo nacional.