Opinión

Pandemia y cambio climático: Una oportunidad a la basura

Pandemia y cambio climático: Una oportunidad a la basura

Pandemia y cambio climático: Una oportunidad a la basura

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El 1 de enero de 2020 fue un día importante en México. Acababa de entrar en vigor la normativa del gobierno de la Ciudad de México que prohibía las bolsas de un solo uso en la mayoría de comercios y que imponía por primera vez restricciones a esta clase de productos, tales como cubiertos desechables, etcétera. ¿Quién se acuerda de eso? El gusto de vivir el año con plenitud nos duró menos de tres meses, y cuando ya consumimos casi tres trimestres de este verdadero annus horribilis, el plástico no solo está lejos de desaparecer sino que no ha hecho más que aumentar, aumentar y aumentar durante la pandemia.

La expansión de la COVID-19 llevó a casi todo el mundo a implementar diferentes tipos de confinamientos y cuarentenas. Quién más quién menos, con mayor gusto por no tener que ir a la oficina o con temor y ansiedad ante la falta de ingresos, empezó a pasar más horas en casa.

Con ello, se dispararon varias industrias; por un lado, la del entretenimiento: Netflix anunció rápidamente que, sintiéndolo mucho, eliminaría la calidad HD (alta definición) de su catálogo para poder asumir el masivo flujo de usuarios consumiente contenidos al mismo tiempo. Por otro lado, el servicio de comida a domicilio se disparó, para beneficio y regocijo de empresas como Rappi, SinDelantal o Uber Eats.

Un reporte publicado por la Asociación Mexicana de Venta Online en junio reveló que, durante el segundo trimestre del año, el 55 por ciento de mexicanos había comprado productos o servicios a domicilio. Tan fuerte ha sido el aumento de la demanda, que la empresa DiDi Food, de las más nuevas en el sector en México, vio crecer un 45 por ciento las ventas de restaurantes a través de su servicio solo desde que el gobierno mexicano empezó a tomar sus –tímidas— medidas de protección de la población, como la poco efectiva promoción de la “sana distancia”.

Más allá de que esto contribuye de forma determinante a reforzar la explotación laboral que ejercen estas empresas, la expansión de la industria del “a domicilio” ha comportado otro problema: La proliferación, de nuevo, de los plásticos de un solo uso. Limones en plástico. Salsas en plástico. Tacos en plástico. Papel de aluminio. Unicel por todas partes. Es cierto que algunas empresas responsables han implementado empaques de cartón y otros materiales biodegradables, pero, desafortunadamente, son minoría.

Por ahora es difícil cuantificar cuánto este fenómeno está contribuyendo en hacer inútil el esfuerzo legislativo del gobierno local, pero de lo que sí tenemos algunas cifras es de otro fenómeno relacionado, y este, difícilmente evitable: El desperdicio de los cubrebocas, mascarillas, barbijos, cómo gusten llamarlos.

De un día para otro, el mundo se vio obligado a colocarse la mascarilla, lo que hizo que, en un primer momento, los precios se dispararan ante la falta de oferta y el aumento de la demanda. Rápidamente, la industria textil se esforzó por abastecer el mercado, lo que ha llevado a que, en paralelo, los vertederos del mundo se llenen de cubrebocas. Y muy especialmente, a que el mayor del mundo, es decir, el océano, también se inunde de más basura plástica. No hay que olvidar que en la fabricación de muchas mascarillas se utilizan microplásticos como el polipropileno o el polietileno.

Un reporte del Fondo Mundial para la Naturaleza, más conocido como WWF, cada mes estamos desechando, es decir, aventando a la naturaleza, al menos 10 millones de cubrebocas, lo que, si ninguna se recicla, se traduce en entre 3 mil y 4 mil toneladas, es decir, millones de kilogramos. Existe la opción de que esta basura se incinere, lo que implicará un aumento de la emisión de gases tóxicos y de efecto invernadero.

Al inicio de la cuarentena decenas de pensadores oportunistas y expertos de la retórica vacía nos vendieron que esta pandemia lo cambiaría todo, que nuestras vidas jamás serían iguales. Yo, ya en abril, escribí una columna en la expresaba mi profundo escepticismo al respecto. Cinco meses después, queda claro que estamos echando por la borda la oportunidad que teníamos de cambiar de verdad nuestro modelo de consumo y aprovechar el confinamiento para tomar consciencia de la basura que generamos y, en consecuencia, reducirla. El movimiento zero waste ha sucumbido ante la comodidad del delivery y los cubrebocas nos recordarán durante siglos esta pandemia cada vez que el mar nos escupa uno de ellos en la playa.

marcelsanroma@gmail.com