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Precariedad, accidentes y abusos: la realidad de los repartidores freelance

Capitalismo. La explosión de apps de reparto de comida a domicilio como Uber Eats o Rappi ha creado miles de riders sin contrato ni prestaciones, con jefes invisibles, sin apoyo ante problemas y con pagos miserables. Pero una sentencia pionera en España podría cambiar su futuro

Capitalismo. La explosión de apps de reparto de comida a domicilio como Uber Eats o Rappi ha creado miles de riders sin contrato ni prestaciones, con jefes invisibles, sin apoyo ante problemas y con pagos miserables. Pero una sentencia pionera en España podría cambiar su futuro

Precariedad, accidentes y abusos:  la realidad de los repartidores freelance

Precariedad, accidentes y abusos: la realidad de los repartidores freelance

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Creo que voy a meterme a repartidor de Uber Eats”, me comenta un amigo una tarde de enero. Sin trabajo y con poca formación y experiencia, la facilidad que dan las aplicaciones de reparto de comida a domicilio parece una opción atractiva para empezar a ingresar unos pesos sin complicaciones. El boom que empresas como la misma Uber Eats, Rappi, Sin Delantal o Postmates han experimentado en los últimos tres años ha logrado crear un mercado laboral completamente nuevo, uno que ofrece a jóvenes y no tan jóvenes una oportunidad laboral sin entrevistas de trabajo, con la tan codiciada libertad de horarios y sin jefes.

Empezar a trabajar para estas aplicaciones es tan sencillo como rellenar formularios y, dependiendo de cuál sea, acudir a una oficina a pasar un breve curso formativo, o ni siquiera eso. Apretar un botón y listo. A partir de aquí, es común obligar a los nuevos trabajadores a, para empezar, contar con un celular propio y que pueda soportar perfectamente los procesos que demanda la aplicación y a comprar el equipamiento que necesitarán usar, como las mochilas.

Pueden elegir entre usar motocicletas o bicicletas, a veces, incluso pueden andar a pie, pero lo común es que se les pida usar vehículos livianos y pequeños, que les permitan sortear obstáculos y coches, caminantes en las banquetas, y meterse en calles donde está prohibido pasar en vehículo, todo con el fin de entregar el pedido al cliente a la máxima velocidad y sin importar cuántas o cuáles normas se infrinjan.

ACCIDENTES MORTALES. Esto, por supuesto, tiene consecuencias. Un estudio de la Universidad de la Ciudad de Nueva York detectó en 2018 que casi un tercio de todos los riders de la ciudad habían perdido días de trabajo por culpa de lesiones sufridas en accidentes ocurridos durante su labor. En 2019, según The New York Times, cuatro repartidores han fallecido atropellados por coches en la ciudad.

A finales de mayo, un centenar de riders de la empresa española Glovo se concentraron en Barcelona, España, para protestar por la muerte de un compañero, atropellado por un camión de la basura durante un reparto. Como símbolo de protesta, quemaron mochilas identificativas de Glovo, para reclamar cambios a la compañía.

Y es que ser rider está lejos de ser el trabajo lleno de libertad y con los grandes beneficios del ejercicio que venden estas empresas. En el caso de México, trabajadores de Uber Eats, Rappi, Sin Delantal, Postmates y Cornershop han denunciado en los últimos meses, a través de las redes sociales, que sufren continuamente accidentes, asaltos, e incluso acoso o agresiones sexuales. De nuevo, el protagonismo de uno de los casos más trágicos es un camión de basura, que atropelló a José Manuel Matías en Eje 5 con Periférico, en la Ciudad de México, en su primer día de trabajo para Uber Eats, según declaró un compañero del fallecido a Forbes. Por ello, riders mexicanos han creado la plataforma “Ni un repartidor menos”, para luchar porque estas empresas brinden mayor protección a sus trabajadores.

DESAMPARO Y ABUSO. Y es que en la mayoría de los casos, las empresas se deslindan de los accidentes que sufren sus trabajadores, alegando, precisamente, que no son trabajadores sino “colaboradores”. Es decir, autónomos. Por otra parte, la creciente demanda de este tipo de empleos ha provocado que los pagos sean cada vez más miserables, con sueldos que en Nueva York muchas veces no logran alcanzan el salario mínimo por hora, puesto que las apps no consideran tiempo trabajado el tiempo que un repartidor pasa esperando un pedido.

Incluso algunas aplicaciones, al menos en EU, se quedan las propinas que cobre el trabajador a través de la aplicación. Tan complicada es la situación económica de los riders que, según un estudio del distribuidor de alimentos estadunidense US Foods, un 28 por ciento de ellos admite haber robado alguna vez una porción de la comida que debían entregar.

Estos pagos irrisorios a la vez obligan a cada vez más trabajadores a entregar para varias aplicaciones a la vez. Esto genera otro problema, y es que estas aplicaciones han desarrollado algoritmos que, aprovechándose de la abundancia de trabajadores, penalizan a quienes rechazan pedidos, con lo que muchos se ven forzados a correr contrarreloj para hacer entregas combinadas para no arriesgarse a perder su fuentes de ingresos. Esto aumenta no sólo el estrés sino el riesgo de sufrir accidentes.

SENTENCIA ESPERANZADORA. Sin embargo, podría haber un rayo de esperanza para todos estos miles de trabajadores víctimas de las facilidades que las nuevas tecnologías dan al capitalismo para ser más voraz que nunca. El pasado 23 de julio, un juzgado Social de Madrid falló a favor del gobierno español en una gran demanda de 500 riders contra la empresa Deliveroo, tras considerar que éstos eran trabajadores, es decir, asalariados, y no autónomos como defiende la compañía de reparto de comida.

“Cabe concluir que en la prestación de servicios de los repartidores afectados por el proceso […] prevalecieron las condiciones propias de la laboralidad”, escribió el juez en su dictamen. La empresa anunció inmediatamente que recurrirá la sentencia ante el Tribunal Supremo español. Pero por el momento este caso sienta un potente precedente en la pelea por el estatus laboral de los riders, al menos en España, al concluir el juez que Deliveroo debió haberles elaborado un contrato y dado de alta en la Seguridad Social.