Los nueve legisladores de la Cámara de Representantes que ejercerán como fiscales contra el expresidente Donald Trump presentaron ayer el cargo de "incitación a la insurrección", dando así inicio al proceso para el juicio político que tendrá lugar la semana del 8 de febrero.

El primer impeachment de la historia de EU contra un expresidente -y segundo juicio político contra Donald Trump- supone la última prueba de fuego sobre la fidelidad de los senadores republicanos al exmandatario populista, ya que su voto será clave para absolver o condenar a Trump, tras el asalto al Congreso el pasado 6 de enero, por parte de una turba que él mismo azuzó para impedir la confirmación de Joe Biden como presidente.

Para que el Senado condene a Trump, que tendría como consecuencia su inhabilitación política, se requiere un mínimo de 67 votos o dos tercios, un número improbable de alcanzar dado que demócratas y republicanos se reparten 50 escaños.

En caso de que todos los demócratas voten a favor de condenar a Trump, 17 legisladores republicanos también tendrían que hacerlo, una apuesta que podría ser suicida, ya que el electorado conservador sigue siendo fiel a Trump, piensa igual que las elecciones fueron robadas, y considera un mal menor el asalto al Congreso.

Tan solo algunos senadores, incluido su líder, Mitch McConnell, han mostrado ambigüedad respecto a cuál será el sentido de su voto. Incluso Mitt Romney, el senador más crítico con el expresidente no se atreve a dar el paso condenatorio, mientras que Marco Rubio -cuya escaño en Florida ambiciona Ivanka Trump- ha tachado de “estúpido” llevar a cabo un juicio contra Trump ahora que ya no es presidente, por el efecto divisivo en el país.