Opinión

¿Qué es la justicia?

¿Qué es la justicia?

¿Qué es la justicia?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La elección del Presidente de la Suprema Corte es un buen momento para preguntarnos ¿qué es la justicia? Ésta es una interrogante fundamental en la vida social del hombre y la respuesta inmediata, la clásica, es la voluntad permanente y reiterada de darle a cada quien lo que le corresponda.

Sin embargo, esta afirmación que parece comprensible y atractiva es imprecisa puesto que contiene otra pregunta: ¿qué le corresponde a cada persona? La gama de posibles respuestas puede ser infinita y variar desde el derecho del más fuerte hasta la igualdad en el reparto de los bienes y servicios que produce una comunidad.

El positivismo jurídico casi redujo la justicia a lo establecido en la ley. Este pensamiento jurídico imperó durante gran parte del siglo XX, un poco resultado de la Revolución Francesa y lo atractivo del Código Civil Napoleónico que iguala los hombres en sus relaciones familiares, que eleva al libre albedrío como fuente principal del derecho y al legislador como tejedor racional de las normas jurídicas.

El “endiosamiento” del estado de derecho tuvo sus más espeluznantes expresiones en los movimientos nacionalistas y comunistas del siglo pasado, que permitió que un grupo de hombres que controló el poder, con base en una visión particular del destino de su sociedad o su clase, avasallara a todos los demás con la fuerza de la mayoría y de la ley, que es el producto de la voluntad del pueblo convertido en órganos estatales. En el extremo se llegó a genocidio y quienes participaron alegaron en su favor que cuando exterminaban, encarcelaban o exiliaban seres humanos lo hacía en absoluto respeto al mandato del legislador.

La reacción al positivismo jurídico extremo, que sólo es una expresión sofisticada del derecho del más fuerte, fueron el movimiento pro derechos humanos, que empezó a tomar importancia mundial con la Declaración de San Francisco y la fundación de la ONU en 1945. En México, hubo un retraso significativo en el cambio del paradigma positivista que apenas empezó a ser socavado con la transformación de la Suprema Corte dando origen a la novena época de la jurisprudencia (1994) y con la reforma constitucional de los derechos humanos que dio paso a la décima época (2011).

Hoy, estamos ante la oportunidad de consolidar un nuevo paradigma constitucional y la Suprema Corte debe afianzar su papel constitucional de garante de las libertades de las personas frente al poder, que aun siendo mayoritario, debe ser respetuoso de los derechos de las minorías y los individuos, so pena de convertirse en un remedo de las dictaduras del pueblo o del proletariado que devastaron a la humanidad con proyectos de vanguardia fracasados en medio del terror y la sangre.

La teoría de los derechos humanos y su praxis mitiga la dureza de la ley. Los jueces son quienes pueden dar un sentido más humano a la ley cuando la aplican en el caso concreto, pero esta orientación sólo es válida y socialmente útil en la independencia y ejercicio de la autonomía que les corresponde como poder del Estado. ¿Qué es la justicia? En última instancia, lo que los jueces deciden al resolver un conflicto que se les plantea.

Buenos hombres y honestos ciudadanos, como juzgadores, es la garantía que la frase etérea de “darle a cada quien lo que le corresponde” no sea un reflejo de la voluntad del poderoso, ni de los intereses de los ricos. Más allá de la filosofía del derecho, está la percepción que la sociedad tiene de sus jueces. La auténtica consolidación del nuevo paradigma de orden jurídico fundado en los derechos humanos pasa, necesariamente, por una mejora sustancial la imagen del Poder Judicial. Ésa es una de las principales tareas que asume el nuevo Presidente de la Corte.

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