Opinión

¿Quién derrota a Trump?

¿Quién derrota a Trump?

¿Quién derrota a Trump?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Tras un proceso que resultó demasiado largo, por fin se empieza a decantar la carrera de los demócratas de Estados Unidos rumbo a las elecciones presidenciales del próximo noviembre. Los finalistas son, salvo una sorpresa mayúscula, Bernie Sanders y Joe Biden, que representan no sólo distintas maneras de entender al Partido Demócrata y el rumbo que quieren para su país, sino sobre todo a diferentes grupos sociales y diferentes métodos en el intento de derrotar a Donald Trump.

Sirva esto también como guía para el Supermartes de elecciones primarias, en donde votantes de 14 estados definirán a la tercera parte de los delegados a la convención demócrata del próximo junio y también los derroteros de las siguientes primarias.

Respecto al primer punto: lo que es el Partido Demócrata y el proyecto de país, las diferencias son claras. Mientras Sanders apunta a una revolución de las bases y a una política de fuerte gasto social y más impuestos, que acerque a la economía de Estados Unidos al modelo socialdemócrata de Europa del norte, Biden apela a una visión más tradicional del partido, con fuerte influencia de los políticos y funcionarios de carrera, y a un gobierno liberal, como el de Barack Obama, un poco movido hacia su izquierda, dada la nueva correlación de fuerzas dentro de los demócratas.

Es cada vez más evidente que el aparato del partido está con Biden, también lo están la mayoría de los analistas de los medios masivos de comunicación y los empresarios liberales. Puede incluso pensarse que la reciente retirada de otros dos candidatos moderados, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, se deba, más que a la situación de sus respectivas campañas, a que cada vez es más grande la presión del establishment por acuerparse alrededor de un candidato menos contrario a los intereses de las grandes empresas de lo que es Sanders.

El segundo punto es sumamente interesante. Cada uno de los candidatos se ha hecho, en estos tiempos de política identitaria, de seguidores que tienen claras diferencias entre ellos. Sanders, a pesar de sus 78 años, domina claramente las preferencias entre los jóvenes (de hecho, entre los menores de 45 años), mientras que el electorado mayor, y sobre todo el de la tercera edad, lo ve con mucha desconfianza. Lo contrario sucede con Biden: es impresionantemente impopular entre los jóvenes y popular entre los mayores.

También hay claras diferencias por raza. Los latinos, tanto en las encuestas de los estados del Supermartes como en la elección de Nevada, se decantaron masivamente por Sanders. Los afroamericanos del sur de Estados Unidos, tanto en esas encuestas como en la elección de Carolina del Sur, lo hicieron por Biden. Los blancos sin estudios universitarios —y por lo tanto de clase trabajadora— han jalado con el senador Sanders, mientras que los que tienen estudios universitarios, están más divididos, con más preferencia hacia otros candidatos: Elizabeth Warren, todavía en liza, con ideas parecidas a las de Sanders, y los recién retirados Buttigieg y Klobuchar, que ahora apoyan a Biden.

Estas preferencias no son casuales. Sanders apela a una mejor distribución del ingreso y a eliminar las enormes deudas estudiantiles con las universidades. Biden ha centrado su campaña en el hecho de que sirvió como vicepresidente al primer mandatario afroamericano, Barack Obama, y es mucho menos agresivo en términos redistributivos.

El tercer punto es el más interesante, y es el referido a la estrategia para derrotar a Donald Trump. La candidatura de Biden apela a la lógica tradicional: quien decide el ganador es el votante moderado, ajeno a los extremismos políticos. Quien conquista el centro ideológico, gana la elección.

El problema con esa visión es que es muy de la segunda mitad del siglo XX, cuando los carriles ideológicos estaban relativamente bien definidos, y no había llegado la ola populista que, si no los destrozó, al menos los dejó bastante desgastados. Ahora importa también la relación del elector, normalmente mala, con la clase política tradicional. El centro está ocupado, normalmente, por un establishment al que se conocen demasiados defectos.

En ese sentido, la apuesta de Sanders para ser considerado como elegible, por encima de Trump, corre por dos vías diferentes: una es el llamado a la participación masiva de votantes que antes no se habían acercado a las urnas, por considerar que los principales candidatos eran muy parecidos entre sí; la otra, es la búsqueda de votantes que defeccionaron del Partido Demócrata para irse con Trump, a partir de los efectos de la crisis económica: los trabajadores blancos sin estudios universitarios, electores tendencialmente pro-populistas.

Cuando vemos eso en el mapa electoral estadunidense —recordemos que ahí no gana el que tiene más votos totales, sino el que gana ciertos estados clave— encontraremos que las estrategias difieren en serio. Biden estaría pensando en el voto de estados ideológicamente situados a la mitad, como Florida, Carolina del Norte o Virginia. Sanders, más bien, en recuperar los del “cinturón del óxido”, como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, que fueron clave en la derrota de Hillary Clinton ante Trump.

Si uno ve los datos de las encuestas —que, a tantos meses de las elecciones presidenciales hay que tomar con un grano de sal—, encontrará que Biden es competitivo en Florida ante el republicano, mientras que Sanders recibiría una paliza, pero que en los otros estados bisagra, el senador está mucho mejor posicionado que el exvicepresidente. También puede observarse que en los estados que de todos modos ganará Trump, llámense Oklahoma o Alabama, Biden pierde y Sanders es verdaderamente vapuleado… pero eso cuenta igual que si perdiera por un voto.

Tras las elecciones del Supermartes, es probable que se acaben las esperanzas de Elizabeth Warren y del multimillonario Michael Bloomberg, quien entró porque veía débil a Biden y sentía la obligación de detener a Sanders, metió millones en anuncios de TV y probablemente termine por diluir una parte del voto moderado (como Warren diluye el voto progresista).

En estas primarias el estado que más delegados llevará es California, segura victoria de Sanders, quien también ganará en Colorado, Maine y su natal Vermont; Biden se llevará los estados del sur con electorado predominantemente afroamericano y habrá otros en disputa más cerrada. Pero el más interesante, por su variedad, porque es donde podría generarse una sorpresa en noviembre y porque donde la competencia entre los dos es apretada, es Texas. Mi pronóstico es que quien gane Texas debería llevarse, al final, la nominación.

Pero también es muy posible que ni Sanders ni Biden tengan mayoría absoluta de delegados al llegar a la convención demócrata… y eso sí que sería problemático, sobre todo si el senador tiene la mayoría relativa, la convención acaba pronunciándose por el exvicepresidente —ya saben cómo es esto de la clase política y empresarial cuando intenta salvar su propio pellejo— y todo termina en un pleito de dimensiones homéricas, para beneficio de Mister Trump.

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