Opinión

Reaparece el Estado Islámico, convierte bodas en funeral

Reaparece el Estado Islámico, convierte bodas en funeral

Reaparece el Estado Islámico, convierte bodas en funeral

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“Celebramos con un mundo de esperanza para todos” decía la invitación a la que respondieron cerca de mil personas, incluidos familiares, amigos, vecinos, todos reunidos bajo un mismo techo para festejar una boda que en minutos se volvió funeral.

Un terrorista suicida entró al salón de fiestas en Kabul, Afganistán, el pasado 18 de agosto, hizo explotar las bombas caseras que llevaba atadas al cuerpo y convirtió la recepción en una masacre en la que fallecieron 63 personas en la pista de baile o sentados en sus mesas. Del conjunto musical perecieron todos en el estrado. Cerca de doscientos más resultaron heridos y decenas de otros quedaron huérfanos o viudas y marcados para el resto de sus vidas.

Los novios sobrevivieron. Él, Mirwais Alami, de 25 años, de profesión sastre; ella, Raihana, de 18. Ambos de familias trabajadoras de clase media que aparte de préstamos gastaron todos sus ahorros en su boda, uno de los pocos eventos a los que la gente aún se atreve asistir y que se realizó pensando en que era un momento de paz, porque negociadores estadunidenses están finalizando un pacto para después de 18 años sacar a las tropas del Pentágono de Afganistán.

En ese país cada día mueren decenas de personas en una guerra que parece, desde hace mucho, fuera de control y donde, reportan los corresponsales de los medios, ya la gente por miedo no sale ni a conciertos y menos a un restaurante.

No vale la pena el riesgo.

La masacre se la adjudicó triunfalmente el llamado Estado Islámico, aquel que hace cinco meses las fuerzas armadas respaldadas por Washington sacaron del territorio que controlaban en Irak y Siria llevando al presidente Donald Trump a declarar que ese grupo terrorista, que llegó a tener bajo su yugo a más de doce millones de personas, estaba totalmente derrotado. Ahora se comprueba que no es así.

Pero, ¿quién es este rival político de Al Qaeda y el Talibán, pero con la misma ideología, que de ser un grupo fundamentalista más, integrado por miembros de células terroristas en extinción, pasó a ser el grupo militante más peligroso y poderoso del planeta? Su líder, Abu Bakr al Baghdadi, de 47 años, tiene un doctorado en estudios islámicos y pasó cuatro años en una prisión para insurgentes de las fuerzas estadunidenses en Irak, donde se cree que hizo contactos y fortaleció su pensamiento radical. Se desconoce su paradero actual.

Los analistas aseguran que el Estado Islámico floreció gracias a la guerra civil en Siria y al vacío de poder y las armas que dejaron los Estados Unidos al abandonar Irak. El grupo, que ignora completamente fronteras internacionales, llegó a controlar un territorio del tamaño de Gran Bretaña y su mayor éxito en el pasado fue la captura de Mosul, la segunda ciudad iraquí en importancia, sorprendiendo con esto al mundo.

Su objetivo es crear un gobierno islámico universal donde prevalezca la ley Sharia, una interpretación estricta muy particular del Islam, no sólo en la religión sino en todos los aspectos de la vida diaria, lo que atrae a muchos de sus fanáticos. Para ellos, las niñas no pueden ir a la escuela y deben estar siempre separadas de los varones y las mujeres obligadas a estar totalmente cubiertas en público. Prohíben la música en todas sus expresiones y las fotografías, y sus cortes imparten justicia medieval.

Dinero no les falta, de ahí su poder y peligrosidad. Sus fondos provienen de rescates pagados por gobiernos europeos, extorsiones, amenazas, robos a bancos y tiendas que manejan oro y piedras preciosas. Han vendido piezas arqueológicas de sitios históricos y trafican con petróleo. Clave para la fuerza que el grupo ha adquirido, es que han sabido reclutar y canalizar el resentimiento de los hombres iraquíes de la religión suní maltratados y dejados de lado por el gobierno iraquí impuesto y apoyado por Washington hasta hace poco.

Se estima que parte de su éxito y el gran número de combatientes que en el pasado se les unieron y de los que aún tiene cerca de 18 mil, radica en que han llevado cierto bienestar social, servicios médicos y alimentos a poblaciones que estaban totalmente marginadas y abandonadas por sus líderes, pero esto no les quita lo brutal ni lo asesino y son una muestra más de los muchos problemas ocasionados por Estados Unidos en la región que Washington deja atrás sin ninguna solución.

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