El secretario de Estado de EU, Mike Pompeo, viajó ayer a Sochi, balneario ruso en el Mar Negro, para reunirse con su homólogo del Kremlin, Serguéi Lavrov, para abordar dos de los principales frentes diplomáticos de ­Washington: la crisis en Venezuela y la tensión con Irán.

Respecto a Venezuela, Pompeo recordó que “Estados Unidos y más de 50 países consideran que ha llegado la hora de que Nicolás Maduro deje el poder”.

El jefe de la diplomacia estadunidense, cuyo país respalda al líder opositor Juan Guaidó, que ha sido reconocido como presidente del país por más de una cincuentena de naciones, cree que Maduro debe renunciar para que “termine el sufrimiento del pueblo venezolano”.  Sin perder la sonrisa, Pompeo sentenció: “Esperamos que el apoyo ruso a Maduro se termine”.

Sin embargo, la réplica de ­Lavrov fue no menos tajante: “No se puede instaurar una democracia por la fuerza”, advirtió el canciller ruso.

Pese a la fricción sobre Venezuela, ambos mostraron buenas intenciones durante la reunión, en la que Pompeo insistió en que el presidente Donald Trump está decidido a “mejorar” las relaciones con Rusia, ya que es algo que redundará “en beneficio” de ambos pueblos.

Lavrov incluso adelantó que si EU propone formalmente una reunión bilateral durante la cumbre del G-20 a finales de junio en Osaka, Japón, el presidente Vladimir Putin la aceptará. A finales de noviembre pasado, Trump canceló a última hora una reunión prevista entre ambos durante la cumbre del G-20 en Buenos Aires.