Opinión

Repensar la democracia

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Repensar la democracia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En colaboraciones anteriores hablamos en términos metafóricos sobre cómo hemos descuidado en nuestro viaje a la modernidad y el progreso, el cuidado y la procuración de nuestro hábitat, pero ello es extendible a otros ámbitos del quehacer político, económico, social y cultural. Tomemos el caso de la democracia y la enorme desigualdad que ha supuesto la prevalencia de un modelo específico de crecimiento económico en las últimas décadas, asociado a un cierto tipo de globalización.

Durante décadas se ha debatido sobre los problemas de la gobernabilidad y la distribución de la riqueza vinculados con ello, sin que hayamos podido encontrar la receta adecuada para promover y consolidar la idea de la democracia de manera generalizada en el mundo, ni tampoco para que la enorme riqueza producida por ese cierto modelo (neoliberal) de desarrollo nos permita situarnos en una mejor posición de equidad e igualdad. En varias ocasiones hemos sostenido en este espacio, que en plena época de acelerada globalización -la pandemia de coronavirus es un ejemplo más de la interconexión de las sociedades y no sólo desde una óptica de salud pública como ha quedado evidenciado- la diferencia esencial entre los modelos de desarrollo de derechas e izquierdas se diferencian por la búsqueda de la igualdad -y de fraternidad en un sentido humanista- ausentes para las primeras y aspiracionales para las segundas.

En su ensayo sobre “La democracia en la era de la globalización”, Ruslan Vivaldi PosadasVelázquez advierte que el gran desafío de gobiernos, grupos sociales e individuos es hacer que los principios liberales que sustentan a la democracia prevalezcan, aun cuando las condiciones demanden cambios en las modalidades de actuación del Estado. “Se piensa, sobre todo, en que el Estado democrático no vuelva a ser un ogro filantrópico ni tenga el control total sobre la economía, salvo en aquellos rubros en los que es indispensable su intervención como es el ámbito de la redistribución de la riqueza. El mercado no puede ser fulminado (del mismo modo que el mercado no debe aniquilar al Estado) pero sí es necesario regularlo, tarea difícil si se toma en cuenta su acrecentado poder.” (en León, Juan Carlos; Gutiérrez Cortés, Mauricio; Mora Velázquez, Salvador y Bracho Carpizo, Julio (Coord.), Dilemas de la democracia mexicana, UNAM, México, 2010)

Para este autor, la respuesta ideal a ese dilema, al menos desde una cierta perspectiva, pasa por la creación de un sistema que permita a los ciudadanos expresar su voluntad de una manera efectiva. Nada más sencillo y complejo en las actuales sociedades de la información, tan diversas como dispares, y en general injustas.

Para Posadas Velázquez ello representa un problema fundamental, el cual si bien no deja de tener su carga idílica, está relacionado con la pérdida de centralidad de la política entendida como la reducción del campo de acción de gobiernos locales en la toma de decisiones. Y subraya que, si bien el incumplimiento de las demandas sociales fue el principal elemento sobre la discusión de la gobernabilidad, “ya no es el único factor que pone en jaque el accionar de la democracia, pues la globalización de la economía y la ideología neoliberal (el globalismo) se han convertido en los principales factores de riesgo para la estabilidad” de la democracia. Ello ha generado otro problema para el sistema democrático, que consiste en que ante la limitada capacidad de los Estados para cumplir sus funciones básicas, se ha acrecentado la decepción de los individuos. “El descontento ciudadano con la democracia tiene que ver justamente con que los representantes tienen pocas o nulas posibilidades de promover el bienestar social o, al menos, de atisbar en las decisiones que se toman extramuros de los gobiernos nacionales.” (Posada Velázquez)

La discusión es mucho más amplia y compleja, desde luego, pero baste con mencionar que autores como el citado en esta columna sugieren una reingeniería institucional de la democracia para darle certidumbre y sentido. “Un nuevo pacto para la toma de decisiones que permitiera al conjunto de Estados replantear sus vínculos con los organismos financieros internacionales y con las grandes empresas transnacionales. La concepción de la democracia, y su correlato la representación, tiene que ser repensada, si no se corre el riesgo de que, tal como ahora, ya no sea considerada la mejor forma de gobierno.”

¿Y usted qué opina?