Opinión

Representación política en crisis

Representación política en crisis

Representación política en crisis

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El “moderno príncipe” —como definió Antonio Gramsci al partido político— es un componente fundamental del sistema democrático mexicano, previsto en el artículo 41 de nuestra Constitución Política que lo define como entidad de interés público cuya finalidad es promover la participación en la vida democrática.

Actualmente, la forma partido se encuentra en crisis y ha venido a menos en cuanto instrumento de cohesión y garantía de los derechos. Uno de los problemas que evidencian claramente este declive es la fractura del vínculo originario que desarrollaron con la sociedad civil.

Nacidos de la necesidad de articular y agregar a importantes grupos para facilitar su participación en la toma de decisiones, hoy se muestran distantes de sus objetivos fundacionales de representación política y transformación social.

Desde su lejano origen como clubs políticos, facciones, corporaciones, sociedades secretas o grupos informales, los partidos evolucionaron hasta convertirse en parte de un ordenamiento racional y moderno sobre la base del reclutamiento libre de los ciudadanos. El siglo XX fue testigo del amplio desarrollo que tuvieron como máquinas electorales representativas de los diferentes estratos sociales. Una estructura organizativa poseedora de una ideología que dotaba de orientación mientras desarrollaba una concepción del mundo alternativa a un orden social y político considerado injusto y opresivo. El partido llegó a representar un fenómeno constitutivo de la política de masas orientada a la lucha por el poder.

Ellos se desarrollaron como la institución distintiva de la política en las sociedades masificadas. Ya sea que actuaran como estructuras con tareas de representación parlamentaria o que movilizaran a las fuerzas sociales imponiéndoles grandes objetivos de transformación, los partidos siempre representaron la forma organizativa de la acción política.

Con el tiempo lograron desplegarse a través de distintas fisonomías: como partidos ligeros capaces de actuar rápidamente o como estructuras de operación compleja, como partidos de notables o de cuadros, como organizaciones de masa o por medio de partidos de opinión, como agrupaciones internas o agregaciones externas al sistema. Sin importar las formas adoptadas, los partidos dieron vida tanto a regímenes democráticos como a monopolios políticos de Estado.

La gramática de la política partidaria se caracterizó por una división estable radicada en las fracturas de la sociedad. Este organismo disciplinado y cohesionado logró implantar un sistema político fundado en la movilización de la sociedad civil, acompañada de reclutamiento y propaganda que permitió el encuadramiento de la participación.

El partido vivió sus mejores tiempos como una poderosa máquina circundada de sus organizaciones de base y como el órgano de la participación política que logró edificar una estructura cohesionada y centralizada. En su momento, los partidos encarnaron el corazón pulsante de la política en la sociedad de masas y se nutrieron de intensos momentos de organización y pertenencia colectiva.

Sin embargo, los partidos tradicionales han degenerado en agrupamientos con un fuerte trazo burocrático, excesivamente centralizado y con democracia al mínimo. El desarrollo de oligarquías a su interior produjo una transformación de la representación formal en una representación simbólica.

Este uso político de la representación afectó indisolublemente el vínculo entre organización y ciudadanía, haciendo que el núcleo de la crítica se extendiera hacia el sistema de la democracia representativa en su conjunto. La nueva articulación entre sociedad y política que reclama la crisis de nuestro sistema de representación solo puede sostenerse si recupera la confianza ciudadana.

La partidocracia no solamente es la expresión del fracaso de los viejos partidos sino también de la ausencia de una clase dirigente a la altura de los desafíos de nuestro tiempo, esta es la explicación del porqué los partidos políticos ocupan el último lugar en materia de credibilidad ciudadana.

isidroh.cisneros@gmail.com

Twitter: @isidrohcisneros

agitadoresdeideas.com