Opinión

Salario mínimo: su nueva agenda

Salario mínimo: su nueva agenda

Salario mínimo: su nueva agenda

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En definitiva, México ha emprendido una gran corrección en el corazón de la desigualdad nacional: los salarios. La decisión de colocar al salario en 123 pesos diarios es buena, y junto al aumento del año pasado representa ya una recuperación del 44 por ciento en relación al nivel en el que se había mantenido a lo largo del siglo XXI.

El efecto del incremento del salario mínimo ahora sí comenzará a sentirse y su peso gravitará más en el mercado. Por eso debemos aprender rápidamente. Mirar al salario mínimo con ojos nuevos, pues si nos mantenemos en este sano camino, su relevancia crecerá en muchas direcciones. Aquí algunos temas de esa agenda que se abre:

En el 2020, y por primera vez desde principio de los años noventa, el salario mínimo alcanza para comer (el propio trabajador y un dependiente). Pero lo que triunfó no fue un número ni un porcentaje. Ha triunfado un concepto: que quien trabaja ocho horas en la legalidad y honestamente no debe ser pobre, mucho menos pobre extremo. De allí venimos (el salario mínimo producía pobreza extrema todos los días) y no debemos olvidarlo para no volver jamás a ese escenario: permanente envilecimiento del trabajo.

Por ningún motivo el salario mínimo debe atarse a ningún otro precio. Subrayo: a ninguno, pues si ha sido posible este aumento fue porque está desindexado. Las autoridades laborales tienen una tarea vital: mantener la desvinculación contra los argumentos e intereses que quieren volver al juego de precios entrelazados y cuyo resultado es un enredo que provoca estancamiento casi absoluto. Por eso mismo hay que difundir el uso de la Unidad de Medida y Actualización (UMA) para el cálculo de tarifas, multas, pensiones, etcétera, cada uno de esos precios debe ser determinado en su propia lógica.

Ahora sí va a importar y mucho el periodo de revisiones contractuales, pues como se sabe, patrones y sindicatos tendrán que negociar los convenios laborales partiendo del porcentaje de aumento del salario mínimo. En esta ocasión es el 20 por ciento, ¿cuántas empresas pueden aguantar un salto así y cuántos sindicatos estarán dispuestos a iniciar su negociación con ese porcentaje? Creo que la ingeniosa invención del “monto independiente de recuperación” (MIR) se pondrá a prueba y va siendo hora que se discuta su pertinencia, porque no creo que los representantes de los trabajadores acepten la ilusión de que el salario mínimo aumentó sólo 4 por ciento y los otros 15 pesos (el monto del MIR) no cuentan. El efecto faro existe, y qué bueno, porque ahora su destello indica ir hacia arriba, muy por encima de la inflación.

Muchas cosas han mejorado en Conasami, pero precisamente porque los impactos serán más importantes, el Consejo de Representantes —integrado todavía por muchos de los responsables que causaron el estancamiento histórico— tiene la obligación de reunirse y decidir con más atención y alerta. El modesto empirismo aconseja que a partir de ahora ocurran aumentos más moderados, pero más frecuentes, dos en el año, para controlar efectos que no ha vivido la economía nacional en décadas.

Como el salario mínimo avanza rápido ejerce una presión en las escalas salariales contiguas. Fíjense en su efecto: en el 2019, quien gana dos salarios mínimos gana 209 pesos diarios si la medida sigue siendo la misma; en el 2020, quien gane dos salarios mínimos percibirá 246 pesos diarios. No es una ilusión matemática: los trabajadores cuyos sueldos están inscritos en “veces salarios mínimos” pedirán que así sea. Como quiera que sea, quedan en una mejor posición para negociar sus sueldos. Va siendo hora pues de hablar de la política salarial y no sólo de los mínimos.

¿A dónde debe estar el salario mínimo en una sociedad y en una economía como la mexicana? Un buen concepto es que en 2024 alcance para cubrir el valor de dos canastas de bienestar. Que ese sueldo pueda sostener dignamente la vida del trabajador y un dependiente económico, más allá de la sola alimentación. Parto del precepto constitucional que todos (artículo 123). Se trata del sustento de una familia y una familia típica en México hoy está conformada por 3.8 personas a la que asisten dos ingresos laborales. De allí la necesidad de mantener ese horizonte ideal. Esto equivale a 210 pesos al día de hoy. En ese nivel cobra validez la pregunta ¿México cuenta con el espacio distributivo, la capacidad productiva, la eficiencia y las condiciones de mercado para soportar tal expansión salarial, digamos al finalizar el sexenio? Ésta es una de las grandes preguntas que debe responder la buena economía y la buena política de nuestro tiempo. No tengo la respuesta y sí algunas dudas importantes, pero si de algo estoy cierto es de la ruta. Debemos mantener la política de recuperación y resarcimiento histórico de los salarios. Sostener contra viento y marea la idea de que a partir de ahora los salarios deben caminar hacia arriba, con sensatez, pero decididamente.

Más nos vale abordar esta agenda por nuestro propio bienestar, pero también porque estamos siendo vigilados por nuestros entrometidos socios comerciales. Los salarios mínimos ya no serán un instrumento más para domesticar la inflación y tampoco el principal atractivo para que se invierta en México, porque las empresas sabrán que los costos laborales seguirán aumentando en el siguiente lustro.

Como se encargó de recordarnos Marcel Sanromà en La Crónica del miércoles, con todo y el aumento de 20 pesos todavía no conseguimos el salario mínimo ¡del Salvador o Dominicana! De modo que seguimos en niveles rematadamente bajos. Pero el cambio de tendencia es la nota y lo fundamental, continuar en ese camino. Vamos hacia otra economía política, con sus problemas, promesas y agenda nuevas. Por eso, debemos aprender rápidamente.

ricbec@prodigy.com.net

@ricbecverdadero