“Es un amplio y diverso movimiento motivado no por plataformas ideológicas, sino por causas que unen a una sociedad proveniente de distintos orígenes, intereses y motivaciones. Es un movimiento centrado en valores esenciales: la defensa de la Constitución y sus principios republicanos, el estado de derecho, los contrapesos—la independencia de los Poderes Legislativo y Judicial del Ejecutivo—y el respeto a la libertad de expresión, de movimiento y organización, además de los valores esenciales democráticos de la pluralidad y la tolerancia.”

En efecto, están apareciendo miles de organizaciones civiles, a lo largo y ancho de la nación, provocadas por el descontento contra un gobierno inepto, mentiroso y corrupto que, a cada rato, se salta los preceptos constitucionales y que, abiertamente, está buscando imponer una autocracia populista. Afortunadamente, la democracia liberal echó raíces en la sociedad mexicana (o por lo menos en cierta parte de ella) y allí está luchando contra el intento de regresión autoritaria.

Sería injusto olvidar la aportación que ha brindado a esta causa el movimiento feminista. Recordemos el performance “Un violador en tu camino” que se llevó a cabo en el Zócalo capitalino el 29 de noviembre de 2019. Los feminicidios de Abril Pérez Sagaón, Ingrid Escamilla, la niña Fátima Antón y los crímenes de Isabel Cabanillas y Yunuén López ocurridos en Ciudad Juárez detonaron la indignación. El 25 de enero de 2020, hubo una marcha para protestar por esos homicidios de mujeres. Como dijo Elena Reina: “La rabia ha crecido con más ahínco que los discursos de la clase política y las medidas para combatir al machismo. Y, en estos días, el movimiento se encuentra más fuerte que nunca.

Las réplicas del Presidente no han hecho más que avivar el fuego.” (“La ola de feminicidios rebasa a México”, El País, 22/02/2020). Y es que lo único que atinó a decir AMLO es que detrás de las protestas feministas estaba la oposición, los conservadores. Y agregó: para combatir el crimen no se necesitan policías ni cárceles, sino purificar las almas. Dicho de otro modo: se quitó la banda presidencial y se puso el hábito del fraile dominico Girolamo Sabonarola.

La huelga convocada, bajo el hashtag #UnDíaSinNosotras, que se llevó a cabo los días 8 y 9 de marzo en conmemoración del Día Internacional de la Mujer mostró que la lucha iba in crescendo; pero irrumpió la epidemia del coronavirus.

Sin embargo, como dice, Ricardo Pascoe, la tecnología ha facilitado la comunicación y ha roto las barreras impuestas por la pandemia. Es más, el movimiento feminista se mantiene unido gracias a las redes sociales, y va a volver a tomar las calles y plazas en cuanto sea posible. Es la punta de lanza de los movimientos y de las organizaciones civiles en México.

Siendo objetivos, debemos reconocer que Andrés Manuel López Obrador cuenta con una base social importante y que rindió frutos el 1 de julio de 2018; pero no es una porción abrumadora. Como lo ha puesto en evidencia José Woldenberg (“Mentir, un recurso renovable”, ­El ­Universal, 21/07/2020), Morena obtuvo 37.25% de los votos, el PT 3.93 y el PES 2.40, total 43.58. Y los demás partidos 51.41%. Con una serie de triquiñuelas la coalición Juntos Haremos Historia, aunque no obtuvo la mayoría de votos se hizo de la mayoría legislativa.

Lo que le da fuerza a las huestes obradoristas es su capacidad organizativa, su presencia en los mítines convocados por el líder y la exposición mediática.

Como dicen Andrew Arato y Jean Cohen: “Los movimientos populistas surgen del terreno de la moderna sociedad civil. Se benefician de sus parámetros y libertades clave. En efecto, aparecen frecuentemente para exigir más igualdad, inclusión, voz, justicia social y democracia. Sin embargo, ultimadamente, la lógica de los partido-movimientos populistas es antitética a todo esto.

“Ya estamos familiarizados con la retórica del populismo y sus tendencias negativas. Los movimientos populistas pretenden ser la única voz legítima de un unificado, homogéneo y auténtico pueblo, pero esto traiciona el principio de pluralidad propio de la sociedad civil.” (“Civil society, populism and religión”, in Carlos de la Torre, Handbook of Global Populism, London and New York, Routledge International, 2019, p. 101).

Arato y Cohen resaltan que, ya en el poder, el líder populista invariablemente intenta fortalecer al poder Ejecutivo a costa de los otros dos poderes, el Judicial y el Legislativo, para romper con los límites constitucionales. Otro de sus objetivos es debilitar a la sociedad civil como expresión de pluralidad y darle todo el peso al pueblo, o sea, a sus seguidores. El fragmento de la población que está con él tiene la prerrogativa de hablar a nombre de la sociedad en su conjunto. La parte por el todo (pars pro toto). Eso es ver a la política y a la sociedad como la relación amigo/enemigo.

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