Opinión

Somos un país enfermo

Somos un país enfermo

Somos un país enfermo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El problema de la justicia nos plantea a todos los mexicanos una doble exigencia. Primero, necesitamos tomar conciencia de que somos un país enfermo de injusticia. Se necesita una conciencia social de la injusticia pues de otra manera, jamás superaremos nuestra desgracia histórica. Esa es la subjetividad necesaria para abrirnos un horizonte distinto.

Segundo, necesitamos que nuestro Estado democrático intervenga a favor de los que más necesidades tienen, los indígenas, los marginados del campo y de las ciudades, a través de acciones que contribuyan no sólo a aliviar momentáneamente sus necesidades sino a sentar las bases objetivas para que superen su condición de pobres o indigentes.

La dimensión subjetiva de la justicia se puede enfrentar con la acción coordinada de la escuela y los medios de comunicación (principalmente la televisión). Urge crear consciencia sobre el problema y eso sólo se va a lograr mediante la educación moral de niños y jóvenes, pero también de muchos adultos que viven ajenos al problema.

La segunda dimensión de la justicia sólo logrará una atención eficaz con programas sociales diseñados con inteligencia, para incidir en los puntos decisivos de la existencia de las personas y familias que viven en la pobreza. No queremos programas remediales, queremos acciones que cambian materialmente y de forma permanente la condición de vida de los pobres.

El gran acierto de este gobierno ha sido, precisamente, dar atención a los grupos sociales con mayores desventajas. El mérito de esa actitud es indiscutible. Lo que suscita dudas son los medios que se han puesto en práctica para atacar el problema. Hacer asignaciones directas de dinero a la población pobre es importante y meritorio, pero no es suficiente. El dinero no alcanza. Lo que hemos visto en 2019 y 2020 es que al canalizar recursos públicos para dichas reparticiones directas se disminuyen las finanzas de los servicios sociales sustantivos: salud, educación y vivienda.

Una duda natural que surge es la siguiente: ¿los programas de bienestar están impactando realmente en la eliminación de la pobreza? ¿De forma perdurable y no sólo circunstancial? No hay respuestas claras a esto. La evaluación de Coneval de estos programas revela que existen problemas en su diseño e implementación.

Es de suprema importancia que no se politice la acción gubernamental. Es decir, que no se ofrezca dinero a los pobres a cambio de establecer con el líder político una relación de subordinación, obediencia y seguimiento a sus dictados. Los programas sociales deben ser imparciales políticamente es decir, deben ser puestos en práctica por las instituciones del estado neutrales y no por subalternos o adeptos de tal o cual líder partidario. En ese caso, moralmente insostenible, el estado estaría actuando de manera facciosa.

Pero nuestra enfermedad se agrava. Bajo el impacto de la pandemia, la injusticia puede alcanzar proporciones escalofriantes que pondrán en duda, seriamente, la sobrevivencia de nuestra comunidad como nación. La CEPAL, la ONU, Oxfam, y otras agencias coinciden en señalar que este año, 2020, bajo el impacto de la contracción económica, más de una decena de millones de mexicanos se agregarán al monto de quienes viven en pobreza, o pobreza extrema.

Esta situación inédita exige del gobierno y de todos nosotros, los ciudadanos de México, una acción poderosa y, a la vez, flexible e inteligente, para hacer frente a esta amenaza brutal.

Gilberto Guevara Niebla