Opinión

Tenemos que hablar de Messi

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Tenemos que hablar de Messi

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Se atribuye a George Harrison la frase de que la gente eligió a los Beatles para volverse loca. Pues bien, Paris eligió a Messi para emprender una fiesta que por lo menos durará dos años, que es lo que estipula el contrato firmado en las entrañas del Parque de los Príncipes.

Se manejan cifras millonarias que causan vértigo, pero lo cierto es que el emporio deportivo Qatar Sports Investment recuperó en 72 horas lo invertido gracias a la colosal cobertura mediática del fichaje. La firma tuvo un impacto que rebasa con mucho lo meramente futbolístico. Imágenes de Messi en París se publicaron a lo largo de la semana en las primeras planas de los diarios alrededor del planeta, no solo de periódicos deportivos. Las filas kilométricas para comprar la playera del PSG con el número 30 en la espalda, es una señal de lo que viene para Al Khelaifi y los suyos que se dedicarán a administrar la abundancia.

Tal vez el debate sobre si Messi es, o no es, el mejor jugador no se ha zanjado, para mí lo es de lejos. Lo que ya quedó claro para todos, incluyendo a madridistas furibundos, es que se trata de la figura central del deporte más popular del mundo. Tiene 34 años y aunque es un profesional dedicado entró a la parte final de su carrera. Un par de años en París aguantando candela y después a Miami para un retiro dorado en la liga norteamericana.

Cuenta la leyenda que Messi firmó su primer contrato con el Barcelona en una servilleta. Era diciembre del año 2000. Messi era un adolescente, pero su dominio del juego, sus destellos geniales, eran evidentes. Ya tenía ese estilo de conducción con el balón pegado al botín, regate y tiro a gol que lo harían, con el paso del tiempo, el mejor jugador del mundo. Hay varios videos de Messi niño jugando en las canchitas del Newell´s Old Boys, en el que se adivina a la estrella internacional que terminaría siendo. Agigantar la dimensión estética del deporte es su legado.

El único defecto que le vieron los buscadores de talento del Barcelona era su estatura. Tenía déficit de la hormona del crecimiento y recibió tratamiento para crecer. De hecho, creció, pero poco, y su apodo sigue siendo hasta la fecha la Pulga. Su tamaño compacto terminó siendo una de sus fortalezas porque le da al mismo tiempo movilidad y estabilidad. Su paso por la Masía, la escuela de futbol del Barcelona, confirmó las expectativas. Pronto estuvo listo para el primer equipo. Si el YouTube no miente su primer gol en primera división fue producto de un bombón que le puso Ronaldinho y que Leo remató con la templanza que lo caracterizaría. Cualquier chamaco hubiera tirado al bulto del portero que se acercaba, pero él hizo un sombrerito.

Mientras París se alista para ser la capital mundial del futbol, dejando atrás a Milán, Madrid, Barcelona, Múnich y Manchester, la liga española hace lastimosos esfuerzos por reinventarse. Su modelo de negocios, eficaz en el siglo pasado, ahora tiene a los equipos al borde de la ruina, literalmente hipotecando su futuro con préstamos que pagarán los nietos de los actuales aficionados. Eso no quiere decir que se quedaron con malos equipos, por supuesto que no, siguen siendo muy buenos, significa que la mesa que más aplaude cambió de liga.