Opinión

Terrorismo

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“La verdadera seguridad se halla más bien en

la solidaridad que en el esfuerzo individual aislado.

Fiódor Dostoyevski

Frecuentemente se ha colocado a México como uno de los países más inseguros en el orbe, comparable con otras naciones que sufren procesos de guerras (internas y/o externas), de inestabilidad o crisis política, múltiples manifestaciones del fenómeno delictivo, con un índice impresionante de muertes violentas, etc.

De acuerdo con el Índice de Paz Global 2021, ocupamos la posición 140 de un total de 163 países analizados (donde el 1er. lugar fue obtenido por Islandia como la nación menos peligrosa en ese año), descendiendo nuestro país dos posiciones más respecto del ejercicio 2020, o sea, se volvió aún más peligroso.

Como si la violencia cotidiana, normalizada en buena medida, no fuera suficiente, nos enfrentamos ahora a expresiones de violencia poco usuales en nuestro país.

Los hechos ocurridos hace algunos días en Salamanca, son alarmantes. Desde luego sí, en primer lugar, por las lamentables pérdidas humanas que se produjeron con el atentado, pero también por una buena cantidad de factores —aparentemente no tan significativos— que, en realidad impactan tanto como las muertes mismas. En el medio está el mensaje, circunstancia insoslayable.

Hacer uso de un explosivo envuelto como regalo, detonado en un restaurante en servicio, con comensales al interior, con trabajadores en activo del propio comercio, en un espacio circundado por otros negocios, son evidencias contundentes de la determinación delictiva, de los resultados que, esperados o no por quienes los cometen, deben ser sancionados.

Nunca un delito es exactamente igual a otro, siempre hay en torno a ellos circunstancias que los diferencian y que, por lo tanto, hacen particulares las penas que a cada uno corresponden.

Los delitos pueden clasificarse y sancionarse, por ejemplo, en orden a su naturaleza dolosa o culposa, si se trata de una acción o de una omisión, así como los medios empleados para ejecutar ese comportamiento, la magnitud o intensidad del daño causado o del peligro en que se colocaron los bienes jurídicos en juego, circunstancias de modo, tiempo y lugar en que se cometió el delito y, entre otras cuestiones más, las consecuencias sociales producidas.

Un evento de esta naturaleza no es un caso fortuito, no es casual, tampoco es un accidente. Se trata de un ataque concertado cuyo potencial lesivo es ostensible. Fueron dos muertes y personas heridas, patrimonio afectado, seguridad ciudadana mermada y todo, como consecuencia de un solo comportamiento que encuadra en los supuestos mencionados y que perfilan su gravedad.

El terrorismo es un atentado contra diversos bienes jurídicos, uno en particular destaca, la seguridad interior o seguridad del Estado, como se denomina en el Código Penal del Estado de Guanajuato, pero antes, diría yo, es un ataque contra la seguridad colectiva, la seguridad pública de una sociedad que se siente expuesta a ataques de esta naturaleza en cualquier momento, en cualquier lugar, como una barbarie.

En el caso concreto, el Código Penal de Guanajuato tipifica como un delito del orden común, es decir, de competencia local de esta entidad, el delito de terrorismo cuando por cualquier medio se realicen actos en contra de las personas, las cosas o servicios al público, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un sector de ella, para perturbar la paz pública, menoscabar la autoridad del Estado o presionar a la autoridad para que tome una determinación.

Como la hierba, los delitos y sus autores encuentran un nicho de oportunidad, un generoso caldo de cultivo en la pasividad de las instancias de procuración y administración de justicia. La impunidad, la complicidad y la corrupción son sus mejores aliadas.

La seguridad ciudadana no mejora y muestra de ello es este atentado que da cuenta, entre muchos otros ejemplos, de quién es quién en las mentiras. Aun así, estoy seguro que seguimos siendo muchas más las personas comprometidas con el bien común, combatiendo desde trincheras atípicas, resistiendo y creyendo en la solidaridad que se gesta, muchas veces con más fortaleza, a partir de la adversidad.