Opinión

Tlacotalpan

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hace unos días tuve el privilegio de compartir una linda velada con entrañables amigos, hermanos, maestros, guías y compañeros de causa; convocados por Tiahoga Ruge. Entre los amigos estuvimos Laura Esquivel, Antonio Velasco Piña, Alberto Ruz, Laura Kuri, Verónica Sacta, Alejandro Cruz, Colibrí, entre otros. El motivo principal de esa noche era transferirle ánimos especialmente a Alberto Ruz y al maestro Velasco Piña, pues están atravesando por momentos de profunda transformación, en donde su maestría y amor a la vida, que siempre han mostrado, no sólo los han vuelto más sabios, sino también más luminosos.

Entre las lecciones que esa noche me dejó en el corazón Alberto Ruz, fue la reflexión sobre la importancia de escribir en estos tiempos, lo que hemos vivido, no nuestras ideas, sino lo que hemos hecho y atestiguado.

Este último fue un comentario muy atinente porque justamente en este espacio del periódico La Crónica de Hoy, al que he pertenecido desde hace casi nueve años, lleva como nombre la técnica que se ocupa para narrar lo vivido, “la crónica”. Éstas son recogidas por los historiadores para llevar el registro del paso del tiempo, así por ejemplo, conocemos la historia de la conquista, gracias a las crónicas de Bernal Díaz del Castillo.

Ante ello quisiera narrar o escribir una crónica de lo que viví en esta octava caminata por el Renacimiento Mexicano que año por año realizamos un grupo de amigos peregrinos.

Esta vez el camino que nos fue encontrando fue trazado de Zempoala a Tlacotalpan, en una fecha palíndrome (se lee igual al derecho y al revés), suceso que no volverá a ocurrir hasta dentro de mucho tiempo. Tlacotalpan es un patrimonio de la humanidad y es un lugar en donde se tiene el privilegio de vivir, escuchar, observar y disfrutar de una fiesta, que es una de las mas maravillosas que existen en nuestro país, en donde se reúnen sones, jaranas, zapateados, poesía, vuelo de voladores y hasta sonideros. Precisamente para celebrar y atestiguar el cumpleaños de la Virgen de la Candelaria, a quien pasean por el Río Papaloapan, rodeada y acompañada de mucha gente que proviene de distintas partes de México y del mundo.

Es alentador observar el encuentro generacional en el lenguaje de la música al toque del son, a la vibración de la poesía, la flor de los sentimientos. Los encuentros de jaraneros pueden llegar a durar hasta una hora en una sola canción, con la participación de quienes saben tocar y cantar el son y se van conociendo con sus décimas, éstos mismos en la noche ocupan los escenarios en distintas plazas públicas para deleitar al público que ahí se reúne. Todo esto acontece frente a un río majestuoso y una vena vital de nuestra matria, el Papaloapan. Cuando caminamos rumbo a esa región, atravesamos la ciudad de la Antigua Veracruz, donde presumen que se encuentra la casa de Hernán Cortés, la primera iglesia de México y la primera ciudad fundada por Cortés. Más abajo pasamos por campos cañeros, posteriormente por campos de ganado, orillas de mar y de río.

A pesar de que algunas voces nos advirtieron que íbamos a atravesar por “una zona caliente”, descubrimos, como en la mayoría de las caminatas anteriores, que la gente de las comunidades en su mayoría vive en paz, no sólo por lo que nos llegaban a platicar, sino porque era palpable, la gente vive con las puertas abiertas de sus casas; en uno de los lugares donde nos hospedamos, no tenía candado ni chapa en la puerta principal. En ese sentido y para finalizar esta crónica de lo que vivi en esta semana, les comparto una de las deducciones a las que llegue: Es falso que se tenga que luchar para alcanzar o lograr la paz, ya que la paz eres tú, sólo tienes que recordarlo y andar el camino de la paz.

Twitter: @CésarG_Madruga
madrugacesardaniel@gmail.com