Opinión

Tlatelolco, como lo vi, 51 años atrás

Tlatelolco, como lo vi, 51 años atrás

Tlatelolco, como lo vi, 51 años atrás

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

ESTIMADOS LECTORES (SOBRE

TODO, DE AQUELLOS TIEMPOS):

+¿Y a esa luz, breve y lívida, quién?
¿Quién es el que mata?

Rosario Castellanos

CIUDAD DE MÉXICO. Así fue como hace 51 años, a la mañana siguiente del inmenso drama, vi la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco…

Y lo describí en El Heraldo de México:

“Entre los habitantes de Tlatelolco —específicamente en la zona aledaña a la Vocacional 7—, se hizo común, ayer, una idea fija, esencial para ellos:

“Abandonar la Unidad…

“Abandono momentáneo para algunos; cambio total para muchos más. Inseguridad, temor; y en todos ellos, dolor.

“Tlatelolco parecía una ciudad en agonía, a pesar del movimiento. Las calles circundantes al teatro del encuentro que ayer por la tarde-noche tuvieron los grupos huelguistas y el ejército, estaban silenciosas. Apenas si se escuchaba de cuando en vez el ruido de un motor o los pasos de los soldados que reguardaban la zona, en el asfalto.

“Quienes salían de los edificios, cargadas sus espaldas con fardos de ropa, eran registrados por los vigilantes. Para llegar hasta los edificios desde donde los francotiradores se apostaron, se debía pasar a través del sedal militar. Identificación, motivo para entrar, departamento que habitaban…

“Los que tenían resuelto su problema de nuevo hospedaje, salían del lugar entre sonrisas de alivio, pero los que no tienen familia en esta ciudad o no cuentan con algún sitio dónde refugiarse, se miraban entre sí, desconsolados.

“El miedo flotaba entre la Plaza de las Tres Culturas y los edificios adyacentes. Pedazos de suelo estaban cubiertos de sangre pisoteada y los nuevos adornos de muchas paredes eran los hoyos de las balas.

“El césped y las losetas que rodean al edificio Chihuahua, foro principal de la refriega, estaban sembrados de piedras, palos, propaganda destruida del movimiento estudiantil y uno que otro zapato perdido. Trozos de vidrios abundaban, salpicados por aquí y por allá de cartuchos vacíos.

“La Secretaría de Relaciones Exteriores y la Vocacional 7 estaban cerradas al paso de los curiosos. La circulación sobre San Juan de Letrán y Manuel González, clausurada. Estacionados sobre esas vías estaban numerosos transportes militares, carros blindados, jeeps y ambulancias donde se protegían del sol algunos soldados.

“La vigilancia se extendía hasta las azoteas de los edificios y las torres del templo de San Juan Tlatelolco.

“Los impactos de las balas alrededor de las ventanas de los edificios desde donde dispararon los francotiradores se apreciaban a simple vista y en profusión. En el Chihuahua, a más de los vidrios rotos y las fachadas de los locales comerciales de las plantas bajas destrozados, se destacaba la enorme mancha que dejó el fuego de un departamento incendiado en el tercer piso sobre las láminas de plástico.

“El reportero pudo entrar a algunos departamentos, igual habitados que abandonados y pudo apreciar los  daños provocados por las balas: boquetes de hasta tres centímetros en techos y paredes, muebles semidestruidos, ornamentos deshechos…

“El agente del Ministerio Público de la tercera delegación, durante la inspección ocular que realizó, afirmó que los daños sobrepasaron el millón de pesos.

“Una veintena de plomeros inició las reparaciones de las tuberías rotas; pero se indicó que la labor habría de ser enorme por la magnitud de los destrozos.

“Por su parte, la Alianza de Camioneros presentó una denuncia por daños causados  a siete vehículos que los grupos estudiantiles provocaron en los alrededores de Tlatelolco.

“Los locales comerciales de la planta baja del edificio Chihuahua quedaron poco menos que inutilizados. La señora Graciela Flores Merino, propietaria de la tienda de curiosidades mexicanas El Huarache, habló de pérdidas por 60 mil pesos. La señora Gloria Valencia, propietaria de una joyería, cayó muerta en la balacera…“La empleada de La Casa del Corso, Concepción Sánchez Durán, afirmó que un sargento del Ejército había evitado que los daños aumentaran. 'Entraron a la tienda     y se calmaron'.

El edificio goteaba por todas partes, pero la tarea de localizar posibles víctimas continuó. Allí no se encontró a nadie más; en cambio, corrió el rumor de que en los edificios 20 de Noviembre y 5 de Febrero habían sido encontrados los cadáveres de dos mujeres.

“El cordón de soldados se extendía en círculo, cerrando completamente el paso a toda persona. El registro a quienes entraban a  los edificios se hacía más de vista que de acción. Quienes pasaban eran casi exclusivamente residentes de la zona…

“La vigilancia solo disminuyó por momentos, durante la hora del rancho y sobre el medio día los soldados fueron sustituidos por granaderos. El cambio de guardias se realizó durante todo el día, en forma esporádica.

“El entrar y salir de los inquilinos fue aumentando a partir de las 11 de la mañana, algunos dividiéndose las nuevas actividades que la emergencia había impuesto: Mientras el jefe de familia permanecía en muchos casos desde la noche anterior en las delegaciones circundantes, buscando a miembros de las familias que no habían llegado a dormir, otros de los hijos continuaban buscando hasta en los necrocomios a los hermanos ausentes.

“Las esposas-madres eran, por lo general, quienes habían organizado desde temprano las actividades y con las hijas intentaban restaurar orden en sus respectivos departamentos; o hacían maletas en los casos donde la decisión había sido ausentarse por algún tiempo o de plano abandonar la Unidad.

“Sobre la mitad del día, el reportero vio a una madre bajar a saltos las escaleras del Chihuahua en desesperada búsqueda de uno de sus hijos. A cuanta persona con quien se cruzaba, preguntaba por el niño que debió salir del departamento sin avisar, hasta que finalmente alguien le dijo que más adelante había visto a un chico…

“Y efectivamente, sentado entre vidrios, unos 30 metros adelante y recargado en la pared, el chico, de unos seis años, se divertía escarbando más en el hoyo que una bala había hecho en el ladrillo…”

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