El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, arremetió ayer con dureza contra los demócratas por abrir un proceso de destitución (­impeachment) que calificó directamente de golpe de Estado.

“A medida que aprendo más y más cada día, llego a la conclusión de que lo que está ocurriendo no es un juicio político, es un golpe”, expresó Trump en su cuenta de Twitter.

El mandatario republicano fue tajante al asegurar que ese “golpe” pretende “quitar al pueblo su poder, su voto, sus libertades, su segunda enmienda, su religión, su ejército, su muro fronterizo y sus derechos otorgados por Dios como ciudadanos de Estados Unidos”.

Los comentarios del presidente se produjeron después de que el secretario de Estado, Mike Pompeo, presionara para evitar o retrasar que cinco diplomáticos en actividad y retirados testificaran en la investigación de destitución de Trump.

Los legisladores de ese comité tenían previsto esta semana tomar declaraciones de Marie Yovanovitch, la que fuera embajadora de Estados Unidos en Ucrania, y Kurt Volker, que dimitió el pasado viernes como enviado especial del Departamento de Estado para ese país, entre otros funcionarios.

Pompeo aseguró que esas peticiones del Congreso son “un intento de intimidar y tratar de manera inadecuada a los distinguidos profesionales del Departamento de Estado”.

Sí participó Pompeo. El diario que destapó el escándalo de la trama ucraniana, el conservador Wall Street Journal, publicó ayer que Pompeo, el jefe de la diplomacia estadunidense, sí participó de la polémica llamada entre el presidente Trump y su homólogo ucraniano, Vladímir Zelenski, que derivó en la denuncia anónima de un agente de la CIA que a su vez provocó la apertura del proceso político contra el presidente.