Opinión

Trump, “un genio muy estable”

Trump, “un genio muy estable”

Trump, “un genio muy estable”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Un nuevo libro escrito por los aclamados periodistas del diario The Washington Post, Philip Rucker y Carole Leoning relata con detalles que a veces horrorizan, la presidencia de Donald Trump. El texto deja claro que el mandatario no es apto para el puesto y que le ha quitado dignidad al cargo. Describe el caos sin control que reina en la Casa Blanca, califica al mandatario como un mentiroso compulsivo con quien la democracia estadunidense está en riesgo. De paso cuenta jugosos detallitos de lo que fue la escabrosa relación con Enrique Peña Nieto.

El libro, conclusiones de más de tres años reporteando sobre el presidente, lleva por ­título Un Genio Muy Estable (A very Stable ­Genius), frase tomada de la descripción de sí mismo que Trump ha hecho de él al menos en cinco ocasiones. La primera vez en 2018 cuando en un tuit, su forma preferida de comunicación, dijo que “a lo largo de mi vida he tenido siempre dos cualidades: estabilidad mental y ser, verdaderamente inteligente. Pasé de ser un exitoso hombre de negocios, a estrella de televisión y después a presidente de los Estados Unidos en mi primer intento, creo que eso me califica, no de listo, sino de genio…y un genio muy estable”.

Según los autores, los críticos del presidente han llegado a la conclusión de que si un hombre se siente inclinado a anunciarle al mundo que es un genio estable, es porque no es estable ni es genio. Sus simpatizantes por otra parte, sostienen que Trump en realidad sí tiene características de genio y que si bien no poseé la elegancia oratoria de ­Barack Obama ni las dotes diplomáticas de John F Kennedy, sí tiene la brillantez y un carísmo único y cautivador, pero es poco entendido.

El libro agrega que muchos, incluyendo republicanos, ven esa supuesta genialidad de Trump como un factor desestabilizador y peligroso, alguien que no está en condiciones psicológicas de ser presidente.

Dice que, cuando Trump tomó posesión el 20 de enero de 2017, tenía bastantes dudas y temores sobre lo que sería su vida en Washington, una ciudad, donde tenía demasiados adversarios, pocos aliados y ningún amigo verdadero, no en balde solo el tres por ciento de los habitantes de esta capital votó por él.

Relatan como la primera vez que Trump acudió en Sicilia a una reunión del G-7 con los gobernantes de los otras seis naciones ricas del planeta, sus colaboradores daban consejos a los dirigentes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Gran Bretaña sobre como tratarlo, es decir que no lo contradijeran y que lo llenaran de elogios “tal como si estuvieran tratando con un adolecente difícil, caprichoso y muy sensible”.

Rucker y Leonning, aseguran que Trump quería que se enviara a la cárcel a los periodistas que relatan verdades provenientes de fuentes no identificadas y citan como ejemplo cuando la agencia de noticias The ­Associated Press hizo pública una conversación entre el mandatario y el entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, en la que el jefe de la Oficina Oval amenazó con enviar tropas a nuestro país para frenar lo que el dijo, era “el flujo de bad hombres” a través de la frontera.

Al parecer Trump tiene graves problemas en entender que la libertad de expresión no es delito, ni se castiga aquí, mucho menos si lo que sale a flote es su poco conocimiento de las leyes y de como gobernar. En esta administración, aseguran, la ineptitud viene desde lo más alto.

Un ejemplo de esto es aquella otra llamada telefónica con Peña Nieto que a Trump de repente se le ocurrió hacer y llamar a la prensa a escucharla, para celebrar un nuevo acuerdo comercial con México. Sus colaboradores se apresuraron a complacerlo pero no se ponían de acuerdo si avisarle o no al mexicano que la plática era pública. A final de cuentas Trump hablaba solo, sin respuesta, sin poder creer que alguien se atreviera a no contestarle al presidente de los Estados Unidos y menos ante cámaras.

Resultó que a pesar de que los asistentes de Trump solo le avisaron 120 segundos antes a Peña Nieto, este sí estaba al teléfono, pero el estadunidense no sabía que para oír en el sofisticado aparato de su oficina, había que picar un botón. Fue entonces cuando a EPN solo se le ocurrió decirle que lo invitaba a celebrar con tequila. Trump, es conocido, no bebe alcohol.

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