Opinión

Un Estado para el desarrollo

Un Estado para el desarrollo

Un Estado para el desarrollo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ricardo Espinoza Toledo*

La pandemia del coronavirus ha alterado la vida de las personas y los sistemas políticos en el mundo. Todo se ha vuelto más vulnerable. A causa del nuevo virus, ahora está en juego no sólo la salud de las personas, sino su vida misma. Sin vacuna ni curación a la vista, por su capacidad extraordinaria de contagio, tampoco hay maneras efectivas de prevención, más que el encierro. Y la amenaza no desaparece, sólo se mitiga, hasta donde se puede. Pero el SARS Cov-2 que genera el COVID-19, con su cauda de desgracias, se sumó a una serie de problemas derivados de políticas en favor de los privilegiados tomadas por los gobiernos nacionales.

En México, el desmantelamiento del Estado pregonado por el credo neoliberal, presentado como programa de modernización, incluía desaparecer el sistema de protección social contenido en los servicios públicos de salud. Aunque se financian con recursos públicos, “le salen muy caros al Estado”, sostenían sus defensores. Había que dejar que los individuos se las arreglaran como pudieran. Después de todo, así era en Estados Unidos de América, el gran referente. Quizás el ejemplo más claro del proceso de privatización sea la subrogación de los servicios de salud.

Se impuso también la creencia según la cual lo producido en el extranjero era mejor y más barato. Se adoptó la globalización sin previsiones ni mecanismos que impulsaran el desarrollo nacional. En realidad, lo nacional era visto como un estorbo. Si queríamos ser modernos debíamos dar el salto. No interesaba ser autosuficientes en nada, pues todo se podía adquirir en el extranjero.

Ese programa fracasó. En Estados Unidos, junto a los desatinos del gobierno del presidente Donald Trump, están viviendo una crisis social sin precedentes. La muerte de una persona de origen afroamericano a causa de la brutalidad policiaca es sólo la gota que derramó el vaso de la conflictividad acumulada. La violencia extendida a muchos estados de esa nación, injustificable como es, tiene por resortes una serie de agravios entre los que están la marginación y las desigualdades sociales.

El todavía país más rico del mundo ha tenido que irse alejando del fundamentalismo neoliberal que ellos mismos impusieron al mundo como verdad única. La intervención del Estado en materia financiera y comercial se ha convertido en pivote de la estabilidad y del funcionamiento de la economía; socialista llamaron al presidente Barack Obama sus detractores por esa acción. Trump, a su vez, ganó la Presidencia por su cuestionamiento a la globalización y al liberalismo depredador.

Europa experimenta un fenómeno parecido, agudizado ahora por la pandemia. La tendencia es a un mundo más centrado en estructuras económicas nacionales. Esa acción no puede ser soportada ni modelada por los grupos privados. La naturaleza de la empresa privada es la ganancia, no el servicio público. De hecho, la empresa privada fue el motor de la globalización.

Como exigencia social, se está dando el giro en favor de Estados más interventores en el diseño del marco y de los mecanismos que estructuren y protejan la vida y el bienestar de la mayoría de los adultos. Al Estado no le toca hacer todo, desde luego, ni intervenir indiscriminadamente. Por su capacidad y vocación, le corresponde llevar a cabo las acciones sociales fundamentales como la de hacer de la salud un derecho efectivo, al igual que la educación o la seguridad pública.

En México, la reinvención del sistema de salud público nacional es una de las rutas en la reconstrucción del Estado. La lucha contra la corrupción es condición indispensable. El propósito es hacer más eficaz el desempeño del Estado con base en la participación social, así como en la renovación del servicio público y de su mística. Ni todo el mercado, ni todo el Estado. La intervención del Estado tiene que darse en rubros que impulsen el desarrollo.

Por ello, es ineludible la regeneración del Estado bajo la forma de reconstrucción con orientación al bienestar de las personas. Un objetivo es la recuperación de la soberanía alimentaria y de la energética. Depender de los vecinos del norte es un proyecto fallido. El Tratado de Libre Comercio no llegó a ser el puntal que jalara al país al desarrollo económico. Quedó como un circuito cerrado al sector exportador, que era exitoso desde antes del Acuerdo. Su renegociación como T-MEC logró, al menos, preservar esa ventaja.

La emergencia sanitaria vino a acelerar los cambios en curso a nivel mundial. Gobiernos y sistemas políticos están experimentando presiones inesperadas. Redescubren que el mercado libre afecta a las mayorías, redistribuye mal y acaba por distorsionar la libre competencia y concurrencia. Redescubren, con ello, la función social del Estado, intervención necesaria incluso para la reproducción del capital.

En México, ayuda económica directa, tandas y créditos van paralelos a grandes proyectos de infraestructura, obra pública también pensada para crear empleos e impulsar áreas geográficas muy depauperadas, que se conjugan como parte del programa de un Gobierno que requiere construir un Estado para el desarrollo.

*Profesor-investigador del Departamento de Sociología, Área de investigación de Procesos Políticos y docente del Posgrado en Estudios zociales de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana