Un letrado, un fundamentalista y un moralista (... por Morales): Los tres que se disputan Bolivia
Este domingo se celebra en el país sudamericano el primer duelo electoral en el que no competirá Evo Morales en más de dos décadas. Temeroso de que a su candidato le roben la victoria que anuncian las encuestas, el expresidente bolivariano alerta desde su exilio que se cocina en las urnas un “segundo golpe de Estado”
Mesa (La Paz, 1953), periodista y escritor, se convirtió en presidente de Bolivia de rebote. En 2002 ganó la Vicepresidencia por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien dejó el poder un año después tras la revuelta conocida como “octubre negro”, mes en el que Mesa sustituyó a su jefe. Pero, sin apoyo parlamentario y presionado por un tal diputado y líder cocalero Morales, Mesa renunció en 2005.
Paradójicamente, quien protagonizó su muerte política fue el causante de su resurrección. A propuesta del presidente Morales, Mesa lideró la demanda marítima boliviana contra Chile. Finalmente no prosperó, pero ganó popularidad y se postuló en 2019 contra Morales, a quien denunció por querer robarle la victoria en la noche del conteo de votos. La crisis acabó con el presidente siendo “invitado” por los generales a dejar el poder.
Mesa es de nuevo el único candidato opositor que tiene opciones de derrotar al candidato de Morales. Consciente de que el expresidente bolivariano puede regresar al país, si gana su candidato, Mesa advirtió en su mitin de cierre de campaña: “Que vuelva, pero para rendir cuentas ante la Justicia”.
Abogado y empresario católico de Santa Cruz, motor económico de Bolivia, fue la cara más conocida del activismo contra el “régimen socialista e indigenista”, que acabó llevando al poder a la senadora opositora Jeanine Áñez, quien también celebró la caída de Morales alzando una Biblia.
Camacho, tercero en las encuestas, pero con pocas posibilidades de ganar el domingo o de pasar a la segunda vuelta, insiste en que su meta es “llevar a Dios de vuelta al Palacio de Gobierno” y otorgar más poder autonómico a Santa Cruz y el resto de provincias “no andinas”.
Arce tiene la ventaja del llamado "voto duro" del MAS por lealtad a Morales, que le asegura al menos un 30 por ciento de la votación. De hecho, si la presidenta interina Áñez y el expresidente Quiroga se retiraron de la contienda es para evitar la dispersión del voto contrario al “amigo de Maduro y de Castro”.
Ayer, en el cierre de campaña, Arce declaró que necesita una amplia victoria para ganar en segunda vuelta y empezar cuanto antes a devolver “lo que la derecha le robó al pueblo”. Aunque todo el mundo da por hecho que si gana será cuestión de tiempo para que Morales regrese a Bolivia, Arce se cuidó mucho de nombrarlo o de desafiar a los tribunales.
Y mientras tanto, el convidado de piedra de estas elecciones advirtió desde su exilio en Buenos Aires que "está en curso un segundo golpe a la democracia en Bolivia por la ausencia total de transparencia en el conteo rápido de votos del Tribunal Supremo Electoral". Morales sabe que esta es su última oportunidad para regresar a su país (y al poder) por la puerta grande. (Con información de EFE).