Opinión

Una condena vacía

Una condena vacía

Una condena vacía

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Abril de 2016. El Partido Republicano está inmerso en su campaña para las primarias, y Donald Trump empieza a perfilarse como el vencedor. En un mitin en Connecticut, ante un público entregado, el ahora presidente soltó por primera vez que “verse presidencial es fácil”. Entre risas, dibujó un semblante impertérrito y empezó a actuar. La primera vez que vimos al Trump “presidencial” fue durante su primer discurso sobre el Estado de la Nación, en enero de 2018. Y esa frase la repitió el año pasado otras diversas ocasiones durante la campaña para las elecciones legislativas de noviembre de 2018. Sugiriendo, una y otra vez, que si de vez en cuando mantiene ese “look presidencial” es una pose, una actuación, una farsa.

Este lunes vimos otra entrega del farsante “look presidencial” de Trump, cuando se dirigió a la nación para ofrecer un discurso a raíz de los brutales atentados que este fin de semana dejaron 31 muertos y una sesentena de heridos entre El Paso, Texas; Dayton, Ohio y Chicago, Illinois.

En su parlamento, Trump condenó los discursos de odio y el supremacismo blanco, que motivó la masacre en el Walmart de El Paso, muy cerca de la frontera con Ciudad Juárez, de donde eran varias de las víctimas. Sin embargo, ni por un instante, Trump hizo referencia a cuál es la incidencia que sus numerosas declaraciones profundamente racistas han podido tener en crímenes como el del sábado.

En realidad tiene sentido, porque el narcisista Trump declara insistentemente –la última vez, la semana pasada--- que él es “la persona menos racista del mundo”. Menos que yo, menos que usted. ¿Y cómo la persona menos racista del mundo podría estar dando tácitamente su beneplácito a que jóvenes blancos radicalizados salgan a cazar hispanos, como hizo el asesino de El Paso?

Es posible que Trump sea una de esas personas que se creen sus propias mentiras y realmente esté convencido de que no es racista. Ni siquiera cuando dice cosas como que cuatro legisladoras estadunidenses demócratas de color quizás deberían “regresar al lugar de donde vinieron”. Pocos días después de esas palabras, una tienda de armas de Carolina del Norte usó las imágenes de las cuatro “deplorables” como reclamo publicitario. Y no tuvo nada que ver. Otros tantos días más tarde, un joven blanco manejó nueve horas desde Dallas hasta El Paso para matar hispanos. Y no tuvo nada que ver.

Pero tanto si se cree sus mentiras como si no, es evidente que Trump no se siente cómodo denunciando el supremacismo blanco, como demostró tras el atentado fascista de 2017 en Charlottesville, Virginia. Entonces, aseguró que había “muy buena gente” en ambos bandos, el fascista y el antifascista; le obligaron a corregir, pero reculó al día siguiente para volver a su posición inicial.

Podría ser que este mismo martes Trump diga algo que contradiga su condena de ayer al racismo, pero no es necesario, porque se apresuró a desviar la atención de las raíces del problema asegurando que la culpa del tiroteo la tuvo una posible enfermedad mental del asesino.

A Trump le funcionó su racismo en 2016, y le puede volver a funcionar de cara a las presidenciales de 2020, por lo que la intensificación de sus comentarios racistas de las últimas semanas, coincidiendo con el arranque de la precampaña, no es casual. No duden que continuaremos viendo al Trump más racista, dañino, supremacista blanco, en los próximos meses. O años.

marcelsanroma@gmail.com