Opinión

¡Vaya rescates!

¡Vaya rescates!

¡Vaya rescates!

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Durante el siempre francés 14 de julio fue ¿celebrado? también el Día Internacional de los Tiburones, pero más que festejarlo… de ahí las interrogaciones… desde que se estableció se aprovecha para concientizar al Planeta por entero sobre la vulnerabilidad de casi todas sus especies y/o poblaciones, condición que se percibe increíble al tratarse genéricamente de animales poderosos, imponentes y bellos por donde se les vea; seres per-fec-ta-men-te diseñados, toooodos y, para mayor abundamiento, punta de la cadena trófica marina que sin embargo y a decir de los expertos, son asimismo el grupo de vertebrados más amenazado. La dramática cifra de su matanza, por millones cada año, sigue al mismo nivel, acabándoselos por miedo o para comercializar sus partes y derivados, sin omitir que también son víctimas de la sobrepesca que los deja sin alimento en muchas zonas. Resulta entonces indecente que teniendo esa barbaridad de tiempo existiendo, la especie supuestamente racional que incluso desconocemos todavía muchas facetas de su biología, optemos mejor por su exterminio eliminándolos directamente o consumiéndolos, incluso, bajo engaño. De pena ajena, y… Ya que ando en tema oceánico, les cuento que durante estos ocho días transcurridos para un nuevo encuentro en estas páginas, se dieron dos fantásticos rescates de tres organismos marinos, a cual más de emocionantes cada uno. Se trató de acciones por separado, pero que al igual o por lo menos a mi, aunque de lejos, me enchinaron la piel y me pusieron los ojos a modo Remi. El primero, aunque con final triste, implicó el esfuerzo descomunal de un grupo conformado por autoridades municipales y voluntarios ciudadanos que se dieron a la tarea, durante varias horas, de regresar al mar a una ballena (dijeron que gris pero al parecer de la Dra. Yolanda Alaniz-COMARINO, algún rorcual) que quedó varada en una playa de Puerto Peñasco, Sonora, y que apenas ser detectada provocó a su favor un gran movimiento comunitario que no paró hasta lograr que el animalón -con un largo aproximado de 10 metros y peso calculado en 5 toneladas- retornara a su hábitat natural, lo que obvio, al lograrlo, provocó un estado emocional fuera de serie entre quienes lucharon por ello, sólo que… a unos cuantos días de verla sortear su mar… éste se las regresó pero ya muerta, seguramente a causa del problema de salud por el cual había encallado. De llanto.

El segundo evento consistió en la extremadamente difícil liberación de dos despistados delfines que, según, por una elevación de marea terminaron dentro de un canal agrícola (repleto de hojarasca, ramaje, y basura) del ejido El Reparo, en la Sindicatura de Sataya, Novolato, Sinaloa, de acuerdo a información proporcionada por AZCARM, cuyos socios, sumados especialistas, voluntarios y autoridades de Protección Civil, lograron exitosamente sacar a los delfines, uno primero y días después al otro, trasladándolos por varios kilómetros hasta mar abierto. El video del segundo rescate es de infarto. Yo no podía respirar mientras corrían las imágenes, tanto por la dificultad que representaba el entorno como por el estrés del mismo ejemplar que podría habérseles colapsado o asfixiado en el lodo, sin omitir que se trataba, además, de territorio poblado por impresionantes cocodrilos, razones todas por las que los inadecuados gritos y sombrerazos que se fueron dando durante la maniobra quedaron en segundo plano. Sólo el que carga el costal sabe lo que pesa, quedando por ello claramente demostrado que del protocolo académico a la práctica real hay un abismo. Gracias a quienes hicieron posible este complejo salvamento del que sólo me sorprendió ver ausentes los chalecos de la ProFePA, entidad RESPONSABLE de estas eventualidades, que sólo estuvo presente en el parte de la A.C. referida. Tampoco encontré boletín e imágenes al respecto en su página oficial.

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