Opinión

Venezuela y México

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Para el Ing. Raúl Trejo Cabrera

In Memoriam

Las imágenes son impactantes: en una, aparece una tanqueta que salta un camellón y atropella a un grupo de manifestantes que estaba enfrente de la base aérea de La Carlota, ubicada en el Este de la capital venezolana; en otra, se ven juntos, Juan Guaidó, presidente encargado, y Leopoldo López, líder indiscutible de la oposición contra la dictadura populista.

Conviene recordar que López fue encarcelado en 2014 y luego puesto en arresto domiciliario desde 2017. El martes 30 de abril, Leopoldo fue liberado por sus custodios gracias a la convocatoria de Guaidó para iniciar la “Operación Libertad”. Quien también es presidente de la Asamblea Nacional emitió un tuit a las 4:58 de la mañana: “Pueblo de Venezuela, inició el fin de la usurpación. En este momento me encuentro con las principales unidades militares de Nuestras Fuerzas Armadas.” La gente comenzó a salir a las calles.

La respuesta de Maduro no se hizo esperar: los manifestantes fueron blanco de bombas lacrimógenas y balas de goma. Con todo y la represión, los opositores —respondiendo a la represión con piedras y bombas molotov— comenzaron a caminar hacia Altamira, en el Centro de Caracas. Desde allí, sobre el toldo de un vehículo, Guaidó, megáfono en mano, pidió que la población siguiera movilizándose.

En total hubo protestas en 140 puntos del país. El reporte preliminar es de 130 heridos y dos personas muertas: la joven Jurubith Rausseo García, de 27 años de edad, recibió un impacto de bala en la cabeza. Este hecho ocurrió en la ya mencionada zona de Altamira, en Caracas. Samuel Enrique Méndes, de 24 años, perdió la vida en el contexto de las protestas que se llevaban a cabo en el estado de Aragua.

Todo el día fue de zozobra e incertidumbre; durante horas no se supo si el ejército había respaldado el llamado de Juan Guaidó o se había mantenido fiel a Nicolás Maduro. Sólo hasta el anochecer el tirano apareció para dar un mensaje transmitido por la radio y la televisión. Dijo: “Nunca antes en la historia de Venezuela había sucedido un levantamiento por el empeño obsesivo, nefasto de un grupo de oposición de la ultraderecha, la oligarquía colombiana y el imperialismo estadunidense.”

Al día siguiente, 1 de mayo Día del Trabajo, se midieron fuerzas: a ver quién podía movilizar el mayor número de adherentes, la oposición o el oficialismo. Y otra vez la misma historia: represión para quienes no están de acuerdo con Maduro; arenga y vítores para el impostor.

Para explicar estos acontecimientos debemos tomar en cuenta que Maduro se está aislando políticamente. A nivel interno sólo le queda el respaldo de la corrompida cúpula castrense encabezada por Vladimir Padrino, ministro de Defensa. Incluso, los barrios que antiguamente eran bastiones del chavismo, ahora son zonas fieles a la oposición; socialmente, su base de apoyo se ha reducido a su mínima expresión. El desabasto y el hambre han hecho que cientos de miles de venezolanos hayan huido hacia países vecinos, principalmente Colombia.

En el ámbito de la política exterior, Juan Guaidó ha logrado ser reconocido como el presidente legítimo de Venezuela por más de cincuenta países. Los únicos que siguen apoyando al heredero de Hugo Chávez son Cuba, Bolivia, Nicaragua, Irán, Rusia y algún pequeño grupo de otras naciones.

¿Y qué hay de nosotros? Pues hasta el año pasado, la administración de Enrique Peña Nieto (con todas las críticas que se le puedan hacer respecto de su política interna), desempeñó un papel de primer orden en la formación y liderazgo del Grupo de Lima, creado el 8 de agosto de 2017 para desconocer a la Asamblea Nacional Constituyente, la cual se formó el 30 de julio de 2017, con el aval de Maduro. Esta medida violó flagrantemente la Constitución venezolana.

El Grupo de Lima condenó la ruptura del orden democrático en Venezuela; respaldó a la Asamblea Nacional elegida en diciembre de 2015; reprobó la violación sistemática de los derechos humanos en ese país; mostró su seria preocupación por la crisis humanitaria; llamó a aplicar la Carta Democrática Interamericana.

Maduro ganó las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018 convocadas por esa Asamblea espuria y tomó posesión (como usurpador) el 10 de enero de 2019. Por eso es que Juan Guaidó, conforme a lo dispuesto por la Constitución, asumió la posición de Presidente encargado.

En México, sabiendo todo eso, al llegar a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador se alejó del Grupo de Lima y esgrimió la Doctrina Estrada, es decir, la no intervención y la autodeterminación.

Vaya, se declaró neutral. Ante el conflicto en curso, el canciller Marcelo Ebrard indicó que México optaría por realizar consultas con los países integrantes del Mecanismo de Montevideo, que hace énfasis en el diálogo.

Nada mejor para ilustrar esa postura que la caricatura del Reforma (1-V-2019): Ebrard recargado en la tanqueta que embiste a los manifestantes venezolanos; el canciller mexicano dice cándidamente “…pues ojalá dialoguen ¿no?”

En estas circunstancias neutralidad es complicidad. ¿O, acaso, es solidaridad bolivariana?

José Fernández Santillán
Twitter: @jfsantillan
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