Hay personas muy instruidas que no entienden o no quieren escuchar nada de lo espiritual. Sin embargo en el fondo muchas de ellas abrigan dudas sobre la existencia de vidas pasadas o futuras.

Así ocurre por ejemplo, cuando nos enteramos de niños prodigio quienes parecen haber venido a esta vida con conocimientos sobresalientes, y nos preguntamos: ¿Cómo es posible que esas pequeñas criaturas contengan ese conocimiento a tan temprana edad? También tenemos el  famoso déjà vu que implica el recuerdo o conocimiento sobre lugares,  personas o situaciones  que jamás habíamos visto en la vida presente. Hechos como éstos nos ponen frente a una gran incógnita.

Muy dentro de nosotros sabemos que somos la consecución de la vida. Que venimos de muy atrás y vamos hacia adelante. Que el espíritu es eterno. Que la muerte es un paso transitorio.  El conocimiento se nos va revelando de forma paulatina puesto que siendo tan fatuos los humanos podríamos envanecernos si se nos diera hoy todo ese saber. Además de que ni siquiera lo entenderíamos, e inclusive correríamos riesgos inimaginables como la locura, el fratricidio, etc.

Estoy entre quienes  creen que puede haber más vida inteligente en el universo. Que todo lo existente en él fue creado con y por un propósito divino. Pienso que transitamos en nuestras diferentes vidas por varios niveles de aprendizaje, con el fin de lograr nuestra evolución espiritual. De esta forma cobra  mayor sentido la idea de justicia divina para nosotros, puesto que tendríamos una y otra oportunidad de perfeccionamiento, de hacer las cosas de mejor manera, de volver a intentarlo.

Para quienes creemos en la trascendencia, nuestros seres amados que han partido, siempre están cerca de nosotros. Si no los olvidamos, ellos nos orientan a través de nuestras intuiciones o de nuestros sueños. Siempre están prestos para sostenernos en las duras pruebas de la vida.

Como en realidad no podemos confirmar nada sobre las vidas pasadas o futuras, debemos concentrarnos en la única que tenemos actualmente, sabiendo que las pruebas y problemas por los que atravesamos tienen el propósito de que nuestro espíritu se fortalezca y evolucione, y que al transitar dichas pruebas con aceptación y alegría seremos más felices.

Por lo tanto es recomendable tratar de  encauzar nuestros actos hacia el bien  y gozar de esta vida lo más posible, sabiendo que si bien todo es relativo y transitorio, todo cuenta. Que en realidad estamos sembrando semillas para nuestra propia eternidad.

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