Opinión

Violencia criminal en América Latina

Violencia criminal en América Latina

Violencia criminal en América Latina

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Laura Helena Atuesta y Javier Treviño

América Latina es la región más violenta del mundo. Cerca de cuarenta por ciento de los homicidios que ocurren en el mundo tienen lugar ahí o, mejor dicho, aquí. En México, por ejemplo, 2019 ha sido el año más letal del que se tenga registro: noventa y siete personas son asesinadas diariamente. Analizar distintos factores que contribuyen a este problema es, o debiera ser, prioridad en la academia.

Dado que la violencia está vinculada, en cierta medida, al tráfico de drogas ilícitas, es un tema particularmente relevante para las investigaciones que se realizan en el Programa de Política de Drogas en la sede Región Centro del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) ubicada en la ciudad de Aguascalientes.

De estudiar el tema de la violencia se han ocupado un número grande de publicaciones académicas. La mayoría de ellas basan sus interpretaciones en datos estadísticos. Sin duda relevantes, la virtud de estos análisis es ofrecer una visión general de la violencia criminal. Permiten saber, por ejemplo, cómo ha variado la tasa de homicidios en los estados de Durango o Tabasco entre 1999 y 2015. Incluso permiten hacer asociaciones entre cifras de violencia y ciertas características del contexto en el que ésta ocurre: por ejemplo, dan indicios sobre si la educación o el nivel de riqueza de cierta población contribuye a que la tasa de homicidios o secuestros disminuya o aumente. A este esfuerzo hemos contribuido algunos investigadores del Programa de Política de Drogas.

El problema con este tipo de estudios es que están condicionados por la calidad y cantidad de información estadística con la que cuentan. Además, ofrecen una perspectiva global —una mirada distante— al problema de la violencia criminal. De ahí que en el Programa de Política de Drogas decidiéramos tratar de complementar estos análisis cuantitativos con investigaciones que ayuden a entender mejor la violencia criminal con base en métodos cualitativos: por ejemplo, con entrevistas a profundidad y métodos etnográficos. Es decir, buscamos ofrecer una mirada de cerca, que dé cuenta de la complejidad de la violencia criminal y los perpetradores de ésta: víctimas que después son criminales (o al revés); ciudadanos comunes que son testigos, cómplices o beneficiarios de la violencia criminal; agentes del Estado —policías, militares— que en vez de mantener el orden y el estado de derecho facilitan acciones criminales.

Algunas de las preguntas que guían las investigaciones que hacemos son las siguientes: ¿Cómo llega un ciudadano a dedicar parte de su tiempo a la violencia criminal? ¿Qué factores facilitan que esto ocurra? ¿Cuál es el proceso a través del cual una persona normaliza actos que debieran ser aborrecibles? Las preguntas no son triviales pues implican enfocarse en quienes cometen actos criminales, acceder a ellos, lo cual puede resultar arriesgado.

Como parte de este esfuerzo, invitamos a doce investigadores para explorar de cerca la violencia criminal en tres países de América Latina: Colombia, México y Perú. El resultado es un libro original que acaba de ser publicado por la casa editorial del CIDE: “La muerte es un negocio”. Miradas cercanas a la violencia criminal en América Latina. A través de ocho textos, los autores ayudan a entender mejor cómo un ciudadano ordinario decide cometer actos que debiera despreciar y condenar: el secuestro o la tortura, por ejemplo. Contribuyen a conocer los múltiples elementos que motivan a ciertas personas a seguir una carrera como profesionales de la violencia. ¿Cómo es que alguien aprende a decapitar personas? El libro contribuye también a entender cómo funcionan organizaciones criminales a las que estos personajes pertenecen y cómo estas se vinculan con: agentes del Estado, otras bandas del crimen organizado, o con la sociedad en la que se desenvuelven y de la cual emergieron.

Aunque cada autor trata un tema distinto, todos encontraron algunos elementos comunes. Mencionamos aquí tres de ellos. Primero, muchos de los protagonistas de estas historias son jóvenes que viven en situación de pobreza, que son marginados y estigmatizados. Jóvenes atrapados en un dilema: se desenvuelven en una sociedad que exige a los hombres mostrar su masculinidad, en parte, a través de hiperconsumo, pero se hallan en condiciones precarias, sin esperanzas de movilidad social. Segundo, para la mayoría de los protagonistas adentrarse en una cultura criminal es casi la única alternativa disponible para tener acceso a recursos materiales, para sentirse parte de una comunidad, para ascender socialmente, para adquirir prestigio y cierta sensación de poder. Tercero, el Estado es un actor constante, imprescindible, en la narrativa de los protagonistas. Para algunos, el Estado está ausente y es responsable de su marginación. Para otros, los agentes del Estado están muy presentes como cómplices y aliados de actos criminales. Algunos miembros del crimen organizado no llegaron a innovar, sino a ocupar los espacios de ilegalidad que antes ocupaba la policía.

El libro “La muerte es un negocio”. Miradas cercanas a la violencia criminal en América Latina, reflejo de nuestras investigaciones, y publicado por el CIDE, tiene un efecto doble. Por un lado, nos ayuda a entender culturas u órdenes sociales —como el sicariato— que nos son ajenos, realidades paralelas que desconocemos, pero cuyos efectos en nuestra vida cotidiana son ineludibles, trágicos: noventa y siete personas son asesinadas diariamente. Por otro, nos muestra que los protagonistas de estas investigaciones —personas involucradas en violencia criminal— no son seres perversos, ni personas que perdieron la razón; no son seres excepcionales ni monstruosos. Se parecen mucho en realidad a nosotros.

* La Dra. Laura Helena Atuesta Becerra, pertenece al Programa de Política de Drogas del CIDE, es Catedra Conacyt.El Dr. Javier Treviño Rangel, también es miembro del Programa de Política de Drogas del CIDE, es Cátedra Conacyt.