Opinión

XXV aniversario de la Unidad de Fisiología Molecular

XXV aniversario de la Unidad  de Fisiología Molecular

XXV aniversario de la Unidad de Fisiología Molecular

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

*Gerardo Gamba

El pasado 24 de febrero, la Unidad de Fisiología Molecular (UFM) del Instituto de Investigaciones Biomédicas, que se localiza en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, cumplió 25 años. Para conmemorarlo, los integrantes de la Unidad, pasados y presentes, tuvimos un simposio de dos días que resultó muy particular.

Prácticamente todos los estudiantes de doctorado que pasaron por la Unidad acudieron al festejo. Algunos vinieron de lejos, como Zesergio Melo de Guadalajara; Juan Pablo Arroyo, de Nashville o Patricia Meade, de Zaragoza, España. Por la Unidad han pasado más de 75 alumnos. Quienes realizaron la tesis doctoral en la Unidad, algunos alumnos de posdoctorado y uno que otro cuyo paso fue únicamente el Servicio Social de la carrera de Medicina, nos regalaron una ponencia que tenía un título en común: “¿Cómo llegué a la Unidad, que hice ahí, que hice después y que hago ahora?” Aunado a esto, los actuales estudiantes de doctorado de la Unidad, algunos de los cuales no habían nacido cuando inició funciones la misma, también hicieron una presentación con el tema “¿Cómo llegué a la Unidad, que estoy haciendo ahí y que quiero hacer después?” Como cereza del pastel escuchamos la intervención de cuatro miembros de la comunidad académica que conviven de cerca con nosotros y nos dieron una muestra de cómo nos ven desde afuera.

El simposio fue profundamente emotivo. Algunas ponencias resultaron muy divertidas y otras muy conmovedoras. Empezamos por recordar con mucho cariño y agradecimiento al Dr. Carlos Larralde que, como Director de Biomédicas, fue quien generó la idea de hacer este tipo de Unidades en los Institutos Nacionales de Salud, gracias a lo cual, lo que había iniciado meses atrás como un laboratorio de investigación en el Instituto de Nutrición, se convirtió en la UFM. En ese momento, aparentemente no pasó nada, porque yo seguí en el mismo lugar que estaba y sin ningún cambio perceptible. Pero en realidad, lo que sucedía era enorme. Al convertirme en investigador de Biomédicas se abrió para mi laboratorio, la infraestructura material, humana y filosófica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se abrió un espacio en donde la filosofía de la Universidad podía incidir en forma directa en una Institución hospitalaria que, a su vez, es la proveedora por excelencia del estímulo para querer conocer más sobre la fisiología humana, que es encontrarse día a día y de frente, con la enfermedad y la muerte. Por un lado, es en el ambiente universitario en donde se puede aspirar a esa libertad mental que da el saberse buscador del conocimiento, por el conocimiento mismo. Por otro lado, en un hospital es en donde se puede aspirar a incidir en la evolución de la enfermedad aplicando conocimientos generados en el laboratorio.

Hemos tenido decenas de estudiantes brillantes. En la UFM los alumnos aprenden a trabajar en el laboratorio y con los enfermos al mismo tiempo. Se han hecho dos centenas de publicaciones que incluyen investigación básica, clínica y traslacional y se han generado patentes e innovación. Hoy, en la UFM, convergen 12 investigadores de cinco instituciones diferentes, junto con dos técnicas académicas y cerca de dos decenas de estudiantes que conviven en un ambiente de actividad académica intensa, armonía y apoyo mutuo.

A lo largo de dos días escuchamos 32 historias de vida que tienen en común a la UFM. El simposio fue más de índole humana que académica. No tratamos en realidad temas científicos. Eso lo hacemos en el seminario de cada lunes. Exploramos más bien cómo la UFM ha influido en la vida personal y académica de cada uno. La circunstancia y el entorno de cada individuo. Fue muy emotivo conocer las historias personales de cada quien y constatar que la UFM es como un centro de gravedad alrededor del cual giran las vidas de muchas personas. Las circunstancias o historias por las cuales cada uno llegó a la Unidad son de lo más variadas, pero en la mayoría de los casos un proceso estocástico estuvo presente: Varios llegaron a la Institución buscando algo diferente y, por azares del destino, terminaron entrando a la Unidad y lo que percibieron les gustó.

Un común denominador en varias historias fue que cuando entraron a la unidad por primera vez se sintieron recibidos con respeto e interés. Sintieron que el investigador les dedicó mucho tiempo para explicarles lo que se hace en la Unidad y qué tipo de proyectos podrían estar realizando. La impresión que tuvieron fue que la entrevista giraba alrededor de ellos y no de quien los entrevistaba. Se contagiaron del entusiasmo y decidieron quedarse ahí.

El mensaje colectivo fue claro y contundente. El personaje central de la UFM siempre ha sido el estudiante. Lo que más atrajo estudiantes y los hizo desarrollar sus potencialidades al máximo es que la UFM gira alrededor de los estudiantes, no de los investigadores. Nuestra filosofía es que lo que debemos buscar es que transciendan los laboratorios y no las personas. Mientras más miembros de la Unidad brillen en sus carreras, más brillará la Unidad. El destello de una sola persona no puede sostenerse por más tiempo que el de su vida misma y, con suerte, unos cuantos lustros más, mientras que el brillo que tengan todos aquellos que pasaron por la Unidad, mantendrá el brillo de la misma en forma indefinida. Mi querida amiga Marta Durán en sus lindísimas palabras dijo que en la Unidad somos como un grupo de alpinistas. “Todos se cuidan y se apoyan, porque la única forma de llegar a la punta más alta es hacerlo todos juntos”.

Director de Investigación, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y Unidad de Fisiología Molecular, Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM.