Opinión

¿Y cuando se vaya López Obrador, qué?

¿Y cuando se vaya López Obrador, qué?

¿Y cuando se vaya López Obrador, qué?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Convengamos que lo propio de Andrés Manuel López Obrador no es gobernar, sino estar en campaña permanente. Apenas acaban de pasar las elecciones del 6 de junio en las que, sin estar en la boleta, él se hizo presente. Y fue así porque esos comicios fueron un balance de su gobierno—y no le fue bien—. Pues, ya está preparando su campaña para el referéndum revocatorio que se llevará a cabo el 21 de marzo de 2022.

Vale decir, él mismo, durante su campaña presidencial de 2018 prometió que, si ganaba la Primera Magistratura, a mitad de su mandato, se sometería al juicio del “pueblo” para ver si éste quería o no que continuara en el cargo. En ese entonces, haciendo un cálculo de conveniencia y oportunidad, pensó que de seguro ganaría la presidencia y el referéndum revocatorio. Sin embargo, las cosas ya no pintan tan bien como antes.

Y es que, la verdad, durante varios lustros el tabasqueño luchó a brazo partido para llegar a la presidencia de la república (fue candidato tres veces: en las dos primeras ocasiones—2006 y 2012—fue postulado por el PRD, y la más reciente y definitiva—2018—por Morena); pero una vez en el cargo no supo qué hacer con él. Resultado: ha tenido una pésima gestión: Comenzó con la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM), cosa que amedrentó a los inversionistas extranjeros; desapareció el Seguro Popular y, en su lugar, dizque puso al Instituto de Salud Popular (INSABI) que no termina de arrancar; borró de un plumazo las estancias infantiles y los refugios para mujeres maltratadas; la economía mexicana ya había mostrado signos de desaceleración antes de que apareciera la pandemia de Covid-19, obviamente, empeoró con la epidemia; los servicios de salud no estaban preparados para semejante reto y el gobierno de López Obrador fue incapaz de presentar un plan coherente para enfrentarla; el hombre de Macuspana ha sido condescendiente con el crimen organizado al hacer un llamado—como si fuera un ministro del culto—a que haya “abrazos y no balazos”. Habiendo estudiado la carrera de Ciencias Políticas y Administración pública no recuerda o se le olvidó que la primera tarea del Estado es garantizar la vida y los bienes de las personas.

Acaso estas dos últimas razones; es decir, el mal manejo de la pandemia y la incapacidad para contener a los cárteles de la droga, fueron los motivos que más pesaron en el ánimo de los electores para quitarle la mayoría absoluta que tenían Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados. La oposición unida en la coalición “Va por México” supo catalizar ese descontento, particularmente, en la cámara de diputados y en la Ciudad de México.

Hay que estar preparados, sea que AMLO pierda el revocatorio, sea que Morena y sus aliados sufran una derrota en las elecciones presidenciales de 2024. No sólo, se debe dar cauce que al descontento; hay que presentar un programa coherente de gobierno. Pasar de la protesta a la propuesta.

Por ello, es imperativo que la coalición opositora “Va por México” se mantenga, se fortalezca y amplíe. Debe elaborar un proyecto transversal que incluya a todas las propuestas que quieran reconstruir a México después de la catástrofe de la administración de López Obrador. Hay varios puntos sobre los cuales, tirios y troyanos, pueden estar de acuerdo: en primer lugar, reestablecer el poder del Estado como poder soberano (esto quiere decir, poder sobre el cual no hay otro poder).

El asunto es importante en la medida en que López Obrador ha claudicado frente a los grupos criminales: liberó a Ovidio Guzmán doblegándose como jefe de Estado y reconociendo como poder superior al del cártel de Sinaloa; le ofreció protección a Azucena Uresti tras las amenazas recibidas por Nemesio El Mencho Oseguera, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG); pero no dijo una sola palabra acerca de que iba a perseguir y castigar a ese criminal y su banda.

Ese Estado reconstruido, luego de la salida de López Obrador y Morena, tiene que recuperar su carácter constitucional, democrático y social. Constitucional porque la ley debe estar por encima del poder; el gobernante debe subordinarse a la ley y no como es ahora que López Obrador hace lo que se le pega la gana sin tomar en cuenta a la norma jurídica. Además, se debe reestablecer la auténtica división y equilibrio de poderes frente a la concentración descarada que ha querido llevar a cabo el hombre de Macuspana.

Democrático en cuanto ha de regir el principio de mayoría; pero acompañado del respeto de las minorías; consenso y disenso forman parte inescindible de la democracia. En ella prevalecen la tolerancia, el diálogo, el compromiso y, sobre todo una visión conciliadora de la política (horizontal), en contraste con la concepción conflictiva e intolerante propia del populismo (vertical).

Como dice Gonzalo Hernández Licona (Reforma, 16/08/2021, p. 4) ex Secretario Ejecutivo del Coneval, una cosa son las dádivas clientelares y otra muy distinta la justicia social; una busca el voto, la otra trata de generar desarrollo económico y empleos.

En la falsa dicotomía entre neoliberalismo y populismo (que, por cierto, no sé cómo le hace, pero López Obrador las combina), un nuevo proyecto de nación debe superar esa disyuntiva y combinar la eficiencia económica con la justicia social en el marco de la democracia constitucional. Una tercera vía a la mexicana.

jfsantillan@tec.mx