Opinión

¿Y mañana qué?

¿Y mañana qué?

¿Y mañana qué?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La pandemia por el COVID 19 ha dejado aún más expuestas las debilidades institucionales, sociales y personales en nuestro país y del mundo entero. Una nueva especie de odio racial surgió en diferentes latitudes contra personas de nacionalidad china por haber sido ese país en donde se identificó el primer brote de la epidemia.

El panorama mundial se enrarece más con la determinación de los Estados Unidos de América de acusar a Nicolás Maduro por la comisión de diversos delitos, hecho que compromete seriamente la paz y estabilidad internacionales. Economías devastadas por la inexorable suspensión de actividades y miles de muertes a nivel global, en países de primer mundo, han dado cuenta de la fragilidad humana y que aún los sistemas de salud más consolidados han palidecido frente a una amenaza como esta.

El momento verdaderamente crítico para nuestro país está a penas por venir y, junto con él, los consecuentes impactos social, económico y financiero que representarán para la nación, pero también para las familias mexicanas y para cada persona. Entre desinformación o sobreinformación de lo mismo, pero sin un verdadero plan de emergencia, hemos transitado estas semanas ante las condiciones sanitarias impuestas por el COVID-19. La indicación de quedarse en casa para evitar el contagio masivo y contener el colapso del sector salud ha parecido ser no sólo la mejor sino la única alternativa que tenemos.

No obstante, no todos podemos “darnos el lujo” de no salir a trabajar y aun así tener un salario asegurado. Hay millones de mexicanas y mexicanos que viven del día a día, que deben correr el riesgo de seguir saliendo a la calle. Además del sector salud, otros bloques esenciales como el de seguridad pública y protección ciudadana no han suspendido operaciones.

Otro rubro poblacional importante es el de las personas privadas de su libertad, que poca atención ha merecido; únicamente hemos escuchado de la adopción de medidas de higiene pertinentes y la “sana distancia”, pero no conocemos con precisión cuáles fueron esas medidas concretas y menos aún la modalidad en que puede aplicarse la sana distancia en un entorno tristemente célebre en el que privan el hacinamiento y las condiciones insalubres.

Apenas antier, en comunicados muy similares, la Facultad de Medicina de la UNAM y el IPN informaron su decisión de separar a sus internos de las diferentes clínicas en el país, por considerar que en ellas no disponen de la capacitación necesaria para hacer frente al gran desafío ni de las medidas de protección indispensables para garantizar su salud. Con un futuro incierto, lo que sí tenemos seguro es la incertidumbre y el miedo. En ese escenario, un país necesita la seguridad, el temple, el alcance de miras y la tranquilidad que deben emerger de un auténtico liderazgo, de un Jefe de Estado que, si bien es cierto, no puede ser todólogo, sí tiene la obligación de rodearse de las y los mejores profesionales y asesores que le ayuden en la adopción e implementación de las medidas más adecuadas a las exigencias sociales. Esta pandemia es única pero no es exclusiva de México.

La emergencia no la produjo el gobierno federal actual, no tiene colores, ni partido, es una lucha que debemos dar todos. Lo que sí es indudable responsabilidad del gobierno es la forma en que enfrenta retos. La naturaleza de la respuesta define el tamaño del timonel.

El piloto que ahora nos conduce, su grandilocuencia, su informe propagandístico de gestión, su mensaje de autocomplacencia, su medianía no sirve. La verdad cruda puede ser dolorosa o preocupante, pero también útil. Mucho más útil que una mentira para tener un pueblo de felices ignorantes.

@capastranac