Opinión

Ya sabemos qué quiere Xi, pero ¿qué quieren los chinos?

Ya sabemos qué quiere Xi, pero ¿qué quieren los chinos?

Ya sabemos qué quiere Xi, pero ¿qué quieren los chinos?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El Partido Comunista Chino (PCCh) cumplió este jueves cien años, de los que 72 años ha estado en el poder, que no tiene intención de soltar jamás. Es esto, en resumidas cuentas, lo que proclamó de forma solemne el presidente Xi Jinping en su mensaje a la nación con motivo de su centenario.

Profundizando en esta lógica, no hay nada fuera del PCCh porque el partido que fundó Mao es el pueblo, y el pueblo no puede ir contra sí mismo. Por eso, el nombre oficial del país es República Popular China y su fuerza armada es el Ejército Popular o Ejército del Pueblo. Por eso, la democracia no tiene cabida en la mentalidad de los que gobiernan el gigante asiático, porque no se puede dejar que otro partido tenga oportunidad de expulsar del poder al Partido-Pueblo.

El mensaje del líder comunista chino era el esperado, pero no deja de ser frustrante su interpretación, porque se reafirma en el dogma de que la democracia no es un derecho en sí, sino que es una anomalía occidental que no va a tolerar nunca en la China continental, ni va seguir tolerando por más tiempo en Hong Kong. Pero, lo más inquietante, fue su amenaza velada a Taiwán.

“Nadie debe subestimar la extraordinaria capacidad del pueblo chino para defender su integridad territorial", declaró Xi en la plaza de Tiananmen desde donde animó a los chinos a “derrotar por completo” cualquier intento hacia la independencia de la isla rebelde, confundiendo, una vez más, su ambición personal -llevarse la gloria por la reconquista de Taiwán- con que lo que realmente desea el pueblo, porque esta es la gran pregunta: ¿Qué piensan realmente los chinos, obligados a ser leales casi religiosamente al partido único y, cada vez más abiertamente, forzados a rendir culto a Xi?

No dudo de que la inmensa mayoría de los chinos bajo la tutela de Pekín quiera la reunificación con Taiwán y que millones se sientan satisfechos y agradecidos con un partido que sacó a las masas de la hambruna y la pobreza, y le hizo sentirse orgullosos de ser una superpotencia. Pero ¿cuántos otros millones no ven con envidia a sus hermanos taiwaneses, igual o más prósperos que ellos, pero con elecciones libres y sin temor a acabar en la cárcel por criticar los abusos del gobierno?

Al estar prohibidos los partidos y las encuestas independientes no hay manera de saber qué piensan y qué quieren mil 400 millones de chinos. Lo que sí sabemos es cómo reaccionó el régimen cuando los estudiantes desafiaron a los tanques en Tiananmen -con una matanza- y cómo reacciona ahora cuando la minoría uigur musulmana quiso recuperar rezos y costumbres: con campos de concentración y adoctrinamiento.

Pero, sobre todo, sabemos qué piensan los que sí pueden expresarse: los chinos de Taiwán y de Hong Kong. Y lo que piensan, de forma libre en las urnas, es que la democracia no es una imposición occidental, sino un derecho humano universal, incompatible con un régimen de partido único. Punto